Se han hecho numerosos intentos para explicar cuál es el fundamento que está detrás de esa moderna, aunque muy antigua, ciencia que es la biomimética, si bien todos ellos manejan la misma idea en el fondo, que no es otra que el prudente y sabio consejo de que el género humano debe observar más a la Naturaleza que le rodea y aprender de ella.
Cuando se nos plantee un problema, sobre todo de tipo técnico, pero también de otros tipos, no debemos empeñarnos en buscar la solución mirándonos el ombligo, rebuscando entre lo que aprendimos “en los libros”, antes bien, debemos mirar alrededor, mirar al exterior, a la naturaleza, con toda su riqueza de vida, y buscar qué hizo el ser vivo, animal o vegetal, al que un día lejano se le presentó un problema similar, observando también como la evolución ha ido optimizando la solución, generación tras generación.
Tras ello, sólo nos queda la tarea, a veces simple y a veces enormemente compleja, de adaptar nuestro problema al suyo y adoptar su solución, de la mejor forma que seamos capaces. Afortunadamente son cada vez más las personas y organizaciones que se interesan por esta forma de hacer las cosas. Es evidente que la naturaleza es el mayor depósito de patentes libres que pueda existir, todas ellas suficientemente probadas y contrastadas, y todas a nuestro alcance, para que hagamos uso libremente de todo ese valioso tesoro de conocimientos. Veamos algunos casos, de los que dimanan consejos que llevan a priori el visto bueno de la naturaleza para aprender de ellos.
Una cuarta parte de todos los medicamentos modernos proceden directamente de las plantas, y hay cientos de miles de otras especies de plantas todavía pendientes de analizar, cada una con docenas de compuestos químicos únicos que podrían ser de valor medicinal. Si queremos descubrir medicamentos más valiosos, ¿dónde mejor para empezar a buscar?
Entonces, aprendamos por ejemplo a curarnos nosotros mismos, como hacen los chimpancés. Los investigadores han descubierto que los chimpancés ya han hecho esa búsqueda en la naturaleza, durante los millones de años de su evolución. En los arbustos del género Vernonia, que los chimpancés buscan regularmente cuando se sienten enfermos, se han encontrado compuestos químicos que parecen prometedores en el tratamiento de determinadas enfermedades que afectan a seres humanos.
Pero, para aprender de la naturaleza no siempre necesitamos “mirar fuera”; a veces nos bastaría con “mirar dentro de nosotros mismos” para aprender, por ejemplo, cómo capturan carbono nuestros propios pulmones. Estudiar la forma de trabajar los pulmones humanos puede orientarnos sobre nuevas formas de eliminar el dióxido de carbono (CO2) que contamina la atmósfera y provoca el calentamiento del planeta.
Nuestros pulmones han tenido que recurrir a adaptaciones importantes para eliminar el dióxido de carbono; utilizan para ello una membrana extraordinariamente delgada y con una superficie enorme (equivalente a varios campos de futbol), y en ella captadores especializados como la anhidrasa carbónica, lo que permite que el CO2 sea eliminado de nuestro torrente sanguíneo miles de veces más rápido de lo que ocurriría sin ella.
Por cierto, otras tecnologías basadas en la enzima anhidrasa carbónica podemos encontrarlas en animales como los moluscos que han transformado con éxito el CO2 en carbonato cálcico, que se puede utilizar como material de construcción o en muchas otras aplicaciones útiles.
También podemos aprender cómo mejorar la resistencia de materiales frente a esfuerzos o agresiones externas; basta para ello observar los árboles que vemos a nuestro alrededor, o analizar las características de nuestros propios huesos.
La próxima vez que pasee por un bosque, o simplemente que tenga árboles a la vista, fíjese en cómo se las han ingeniado en sus formas y en la organización de sus fibras para minimizar el estrés y cómo han recurrido a la adición de material, donde se necesitaba por la fuerza que tenía que soportar (eche un vistazo, por ejemplo, al material extra debajo de una rama pesada).
Nuestros huesos, a diferencia de los árboles, deben soportar cargas en movimiento, lo que requiere un paso más allá, eliminando material de donde no es necesario para la optimización de su estructura, sin sobrecarga de su peso.
Los ingenieros han incorporado éstas y otras lecciones, aprendidas a partir de la observación y análisis en profundidad de árboles y huesos, para minimizar el uso de materiales en los programas de diseño, como en el caso de los coches, por ejemplo, en los que los diseñadores de los nuevos vehículos, han conseguido hacerlos más seguros cada día, reduciendo al mismo tiempo su peso hasta en un 30%, es decir han conseguido mayor seguridad con menor gasto de dinero y de recursos.