Tengo un especial cariño a este refrán, porque recuerdo habérselo oído decir a mi madre en algunas ocasiones; con él se recomienda, ser previsor, una recomendación que conviene no olvidar nunca, a todas las escalas, desde la doméstica hasta la planetaria, y en todos temas, desde la economía hasta los recursos naturales. Como ejemplo, dedicaré éste artículo a mostrar la validez de este refrán, en varios aspectos que nos rodean en nuestro día a día, desde el agua hasta los recursos en general, pasando por ejemplo por la energía.
Lo primero que debemos tener muy en cuenta para poder hacer previsiones de futuro, es precisamente la previsión de la población futura, recordemos que a mediados del siglo en curso, se estima que el planeta Tierra alcanzará la cifra de 10.000 millones de habitantes; sería absolutamente insensato plantearnos un modelo y un ritmo de vida, basados en un desarrollo insostenible, es decir aquel que va tomando lo que necesita, e incluso más de lo que necesita, de “los montones” que la naturaleza pone a nuestra disposición, sin pararnos a pensar en la diferencia esencial que supone el que esos montones sean de algo renovable o de algo finito y por tanto perecedero.
Si se trata de algo renovable, como es el caso de ciertas energías (solar, eólica, hidráulica, mareomotriz, etc.), o como las producciones agrícolas, ganaderas, piscícolas, etc., que también podrían considerarse como algo renovable, naturalmente si se procede a una cuidada reposición, en tiempo, forma y lugar. En estos casos no existiría el riesgo de acabar el montón, puesto que la cuota de reposición de la propia naturaleza hará que el montón no se resienta al seguir tirando de él.
Pero, en el lado contrario están esos otros montones, que son de algo evidentemente finito, como es el caso de las extracciones mineras de cualquier tipo de minerales o materiales, incluyendo claro está los combustibles fósiles. En este tipo de montones, todas las extracciones son irreversibles, irrecuperables y no renovables, por lo que una primera medida debería ser el tratar de reducir al mínimo, y si es posible a cero, toda “quita”, toda extracción, de esos montones.
Empezando por algo tan elemental como esencial el agua, un elemento absolutamente imprescindible para la vida, resulta que “tenemos la que tenemos”, que en realidad no es poca en opinión de la mayoría de los expertos mundiales en la materia, pero eso siempre y cuando mejoremos su gestión, puesto que en caso contrario entraremos en conflicto. Para arrojar luz sobre este tema, recurriremos al concepto de huella hídrica, que básicamente es un indicador que permite determinar el volumen de agua usado para la producción de un bien o de un servicio, teniendo en cuenta tanto el volumen de agua consumido, como el que ha sido contaminado en el proceso.
Como ejemplo, vamos a fijarnos en las cantidades de agua utilizada en los procesos necesarios para la obtención de determinadas cantidades de algunos de nuestros alimentos; en el siguiente cuadro aparecen algunos de esos valores, que muestran el despilfarro actual de agua.
Multipliquen ustedes estas cifras por los miles de millones de habitantes del planeta, y llegarán a la conclusión de que, si queremos asegurar nuestro futuro, es esencial mejorar la eficiencia de los procesos que estamos utilizando hoy en día, para ir rebajando esa huella hídrica.
Fijándonos ahora en el caso de la producción textil por ejemplo, el hecho aislado de utilizar una simple camiseta de algodón tiene también su impacto en el medioambiente; el cultivo de la materia prima, la fabricación del tejido, el transporte del mismo y, cómo no, un lavado tras otro una vez que llega a nuestras manos… ¿saben qué huella hídrica arrastra?, pues teniendo en cuenta que el cultivo de algodón es el mayor consumidor de agua en la cadena de suministro de materia prima para prendas de vestir, y que el algodón se utiliza en el 40 % de toda la ropa en el mundo, conviene saber que esa simple camiseta de algodón supone 2.700 litros de agua. Por tanto, debemos aumentar la eficiencia hídrica de este proceso.
También en el tema de la energía, si guardamos tendremos, pero si seguimos tirando de la que está bajo tierra, acabaremos agotándola. Sin duda el ahorro es una gran virtud, pero no se trata ahora de ahorrar ¡que también!, sino de no olvidar que los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas, etc.) son finitos y por tanto agotables si, como hemos hecho hasta ahora, nos dedicamos al “quita y no pon”, donde al hombre se le da muy bien el quitar, pero de poner no tiene ni idea, puesto que en esta materia la encargada de poner, fue, desde tiempos inmemoriales, la naturaleza.
Al mismo tiempo, una ayuda también podría ser el ir tratando de guardar cuando sobra para cuando falta. Si estamos hablando de energía, eso es tan simple, y a la vez tan complicado, como resolver eficaz y eficientemente el tema del almacenamiento.
Analicemos, como un simple ejemplo, el problema de la climatización (frío-calor) de nuestras viviendas o de todos nuestros recintos de ocio o detrabajo, individual o colectivo, y consideremos los ciclos meteorológicos (día-noche) o los climáticos (verano-invierno). ¿No sería una magnífica solución utilizar el fresco de las noches estivales para hacer más llevaderos los calores de los días? ¿No sería estupendo guardar el calor del verano para calentar nuestro invierno, o el frío de éste para resolver el agobio de aquel?
Lo malo es que “guardar energía térmica” directamente pasa por almacenarla y esa energía guardada requiere grandes volúmenes y además tiende a escaparse por todas partes. No debemos por tantopensar en almacenar energía térmica, sino que se debe recurrir a los llamados “vectores energéticos”, que se pueden definir como sustancias o dispositivos que almacenan energía, de tal manera que ésta pueda liberarse posteriormente de forma controlada.
Un vector de energía, bien conocido, es el hidrógeno, y la combinación de las energías renovables, la generación de hidrógeno a partir de ellas y la posterior utilización de células de combustión, podría ser una interesante ayuda para conservar lo poco que va quedando del enorme montón de energía fósil que nos entregó la naturaleza.
Y ¿qué decir de los recursos minerales del planeta Tierra? , pues que los estamos explotando como si no hubiera un mañana, o más bien deberíamos decir… como si el mañana fuera nuestro, sin pensar para nada en los miles de millones que vendrán después de nosotros.
Es muy probable que la futura demanda de recursos minerales, siga en adelante siendo alta, e incluso que crezca con el paso de los años, para poder satisfacer las nuevas necesidades del aumento de la población mundial, y para atender los crecientes niveles de vida de la población de aquellos países que se incorporan al desarrollo.
Son centenares los minerales (hierro, aluminio, cobre, manganeso, níquel, cromo, estaño y un largo etcétera) que estamos arrancando cada día de las entrañas de la Tierra, en grandes cantidades. Minerales que, formando montones, han sido puestos ahí a nuestra disposiciónpor la naturaleza, pero montones que son finitos frente a la ávida extracción humana. Poco importa que el agotamiento de algunos de esos montones tarde en llegar decenios o siglos; lo cierto es que su final llegará, puesto que son casos paradigmáticos del “quita y no pon”.
En la actualidad, nos encontramos frente a una escalada en la demanda de bienes y servicios del planeta en todo el mundo; necesitaremos más agua, más alimentos, más energía y más recursos, minerales y de todo tipo. Y estas demandas se van a incrementar precisamente en un momento en el que la actividad humana y el cambio climático están mermando los recursos naturales disponibles, como el volumen de agua potable accesible, las energías convencionales, la superficie de tierra agrícolamente productiva (a la baja por la aridez y la desertificación), y los recursos minerales.
Visto lo visto, en mi opinión, y espero que también en la de ustedes, no son sólo los gobiernos, sino también los propios productores y consumidores de todos los países y de todos los productos, que arrastran esas grandes deficiencias de reposición, deberían concienciarse y jugar un papel importante para alcanzar una mejor gestión global de los recursos disponibles, retrasando todo lo posible que… PUEDAN IRSE ACABANDO MUCHOS DE LOS MONTONES QUE LA NATURALEZA NOS CONFIÓ.