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El clima y sus cambios, frente a la salud

01-antes-y-despues-del-cambio-climaticoA nivel mundial, el número de desastres naturales relacionados con la meteorología, y con las cambiantes condiciones que acompañan al cambio climático, se ha triplicado desde los años sesenta, y cada año esos desastres causan decenas de miles de muertes, sobre todo en los países en desarrollo.

En un artículo de la Universidad de Carolina del Norte (EE. UU.), recientemente publicado por HealthDay, se afirma que, si no se hace nada para abordar el problema del cambio climático que estamos padeciendo, decenas de miles de muertes prematuras adicionales podrían ocurrir en todo el mundo como consecuencia de la contaminación atmosférica.

Por su parte, la OMS (Organización Mundial de la Salud) prevé que, entre 2030 y 2050, el cambio climático causará un incremento de muertes cada año, superior incluso al previsto hasta ahora, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea, la malnutrición, la malaria, el dengue y el propio estrés calórico, porque muchas de las enfermedades más mortíferas, son muy sensibles al clima y es de prever que se agravarán con el cambio climático.

Por otra parte, el aumento del nivel del mar y unos fenómenos meteorológicos cada vez más violentos, sobre todo en las zonas costeras, destruirán hogares y otros muchos servicios esenciales. No debemos olvidar que, más de la mitad de la población mundial vive en una franja de 60 km de ancho a lo largo de las costas de mares y océanos, por lo ambos acontecimientos, subida del nivel del mar y aumento de fenómenos violentos, pueden obligar a muchas personas a tratar de protegerse, cambiando su lugar de residencia y desplazándose a zonas más seguras, lo que aumentará a su vez el riesgo de efectos en la salud, en aspectos que van desde trastornos mentales, asociados al estrés de todo cambio, hasta enfermedades transmisibles.

La OMS advierte de que la creciente variabilidad, tanto temporal como espacial, de las precipitaciones afectará también, al suministro de agua dulce, lo que provocará escasez de ésta, con lo que puede ponerse en peligro la higiene, aumentando las enfermedades. En los casos extremos, la escasez de agua causará la temible sequía y su funesta compañera, la hambruna. Se estima que a finales del siglo XXI es probable que el cambio climático haya aumentado la frecuencia e intensidad de las sequías a nivel regional y mundial.

Al mismo tiempo, el efecto combinado del aumento de las temperaturas y la variabilidad de las lluvias reducirán probablemente la producción de alimentos básicos en muchas de las regiones más pobres del planeta. Lo que aumentará la actual malnutrición y desnutrición, que actualmente causan ya millones de defunciones cada año. Las temperaturas extremas del aire, durante los meses centrales del año, contribuyen directamente a las defunciones por enfermedades cardiovasculares y respiratorias, sobre todo entre las personas de edad avanzada.

Como muestra, en la ola de calor que sufrió Europa en el verano de 2003, se registró un incremento de la mortalidad, cifrado en 70.000 defunciones. Las temperaturas altas provocan además un aumento de los niveles de ozono troposférico, es decir el conocido como “ozono-malo”, que se acumula en las capas bajas de la atmósfera, junto al suelo, donde actúa como contaminante, junto con algunas otras componentes nocivas del aire, que agravan las enfermedades respiratorias.

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Una cuestión que podemos plantearnos es ¿a qué regiones y a qué personas afectarán más los efectos del cambio climático? Pues bien, en la práctica todas las áreas del planeta se verán afectadas, pero ciertamente algunas regiones son más vulnerables que otras. Por ejemplo, los habitantes de los pequeños estados insulares en desarrollo y de otras regiones costeras, megalópolis y regiones montañosas y polares son especialmente vulnerables. Los niños, en particular los de los países pobres, son una de esas poblaciones más en riesgo ante los problemas sanitarios previsibles y que además se verán expuestos por más tiempo a las consecuencias sanitarias de los cambios. Se prevé así mismo que los efectos en la salud serán más graves en las personas de mayor edad y, lógicamente, en las personas con achaques, dolencias o enfermedades preexistentes.

A corto plazo, las perturbaciones meteorológicas intensas, que se presentan como anomalías térmicas, con calor o frío alejados de los valores estadísticamente normales, para la época del año en la región de que se trate, también pueden afectar gravemente a la salud, causando estrés térmico, y provocando el aumento de la mortalidad por enfermedades cardiacas y respiratorias. Otro aspecto a tener en cuenta  es que el aumento de la temperatura global modificará los niveles y la distribución estacional de aerosoles naturales, como el polen, lo que puede provocar asma. De hecho, hay aproximadamente 300 millones de personas en el mundo que padecen asma y se teme que, con la esperada elevación de la temperatura del planeta, aumente el número de personas con dicha enfermedad.

Frente a tanto riesgo asociado al cambio climático ¿estamos haciendo algo los humanos para tratar de paliar los daños? Pues, de momento, casi lo único que podemos decir aquí, al respecto, es aquello que decía Humphrey Bogart a Ingrid Bergman, y que quedaba tan bien, en la famosa película Casablanca… ¡Siempre nos quedará París! Refiriéndonos, en este caso, al conocido como Acuerdo de París, que fue el primer pacto internacional, al más alto nivel, para reducir las emisiones de gases contaminantes, de efecto invernadero, a la atmósfera.

Este Acuerdo, fue ratificado en París en diciembre de 2015, por casi 200 naciones, entre las que se encontraban Estados Unidos, con el presidente Obama, y también China, es decir los dos mayores contaminadores del mundo. Se presentó allí un plan mundial de actuaciones, para mantener el calentamiento del planeta muy por debajo de 2 °C, lo que se estimó como imprescindible para no superar el llamado “punto de no retorno”, por encima del cual las consecuencias de los potenciales daños, asociados al cambio climático, serían irreversibles.

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Sin embargo, de momento al menos, parece que el citado Acuerdo de París presenta algunas sombras que pueden apagar, o al menos oscurecer, sus luces. Porque, aunque hay que admitir que aparentemente este Acuerdo plantea soluciones, con muchas expectativas de éxito, lo cierto es que existen algunas dudas, como son:

1.- Todos los países participantes, cerca de 200, acordaron mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de 2 ºC y, si fuera posible, no llegar siquiera a 1,5 ºC respecto al comienzo del siglo XX; lo que me parece muy difícil, en primer lugar porque ya ha aumentado más de 1 ºC y además porque, en mi opinión, el Acuerdo presupone un elevado “buenismo” de los firmantes, y la realidad vivida hasta ahora demuestra que “no todo el mundo es tan bueno”.

2.- El Acuerdo crea mecanismos voluntarios de revisión, de acuerdo con los cuales, los países deberán presentar un primer balance en el 2023 y, después cada cinco años. Pero los compromisos de reducción de GEI (Gases de Efecto Invernadero) por parte de los países no serán jurídicamente vinculantes, tal como solicitó Estados Unidos, lo que posteriormente, con Trump en la Casa Blanca, ha complicado aún bastante más las cosas.

3.- Los países firmantes se comprometían a comenzar la reducción de emisiones de gases “tan pronto como fuera posible”. O sea, cada uno a su aire. Además, a las potencias emergentes como China e India no se les obligaba a cuantificar la reducción de emisiones y sólo se les pedía que hicieran esfuerzos por cumplir. También se excluían del tratado las emisiones de la aviación y el transporte marítimo, pese a que suponen un 8% de las emisiones mundiales de GEI.

4.- Finalmente, la llegada de Donald Trump a la Presidencia de los EEUU, y su intención, manifestada en varias ocasiones durante su campaña electoral, de “sacar” a EEUU del bloque de países comprometidos con el Acuerdo de París, apunta a serias dificultades en el cumplimiento del mismo.

Es sabido, que la mayor parte de la causa del cambio climático está en el modelo energético que hemos mantenido durante décadas, quemando combustibles fósiles y emitiendo contaminantes, literalmente como si no hubiera un mañana. Pero el gran problema que se esconde tras ese modelo y por tanto tras la deseada solución es la economía. Sabemos cuál es el problema, conocemos la solución y sabemos cómo resolverlo, pero es muy caro. Sin embargo, no perdamos la esperanza, porque “Siempre tendremos París”.

Adolfo Marroquín Santoña

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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