En la actualidad, durante el año 2017, la mayor parte de España ha sufrido una seria sequía, otra más deberíamos decir, puesto que sequías las hemos tenido siempre y seguiremos teniéndolas para siempre y, lo que es peor, probablemente las que están por venir serán más serias que las ya pasadas, al menos para algunas áreas del planeta, como para la nuestra en particular, tal como indican la práctica totalidad de los modelos climáticos.
Por cierto, aclararé, para los que puedan no tenerlo claro, que un modelo climático, es la representación físico-matemática del sistema climático, es decir del conjunto formado por las cinco componentes principales implicadas en el clima: la atmósfera, la hidrosfera (el agua), la criosfera (el hielo), la litosfera (la parte sólida del planeta) y la biosfera (todo cuanto tiene vida en el planeta), incluyendo en el modelo todas las propiedades conocidas de cada una de esas cinco componentes, así como información sobre las interacciones e intercambios entre ellas.
Conviene recordar aquí que, en el marco del cambio climático en que estamos inmersos, es seguro el calentamiento global, es decir el calentamiento de todo el planeta, y son seguras las anomalías pluviométricas, que serán también globales; pero la diferencia, que debemos tener clara, es que la globalidad del calentamiento significa que las temperaturas son, y serán, más altas en todas partes. Mientras que las precipitaciones serán anómalas en todas partes, es decir distintas de las registradas hasta ahora, pero con cantidades de precipitación más altas en unas partes y bastante más bajas en otras. Añadiéndose una característica, que pone peor las cosas para todos, en el sentido de que la precipitación total anual, sea mayor o menor que la actual, se concentrará en el tiempo y en el espacio, con intensidades (cantidades registradas por unidad de tiempo) muy altas, dando lugar a sequías interanuales, y al mismo tiempo a inundaciones locales.
En las nueve figuras siguientes se muestra el tanto por ciento de variación de las temperaturas previstas en este siglo XXI, respecto a los valores registrados durante el pasado siglo XX, resultados obtenidos mediante distintos modelos climáticos, trabajando con diferentes escenarios, es decir teniendo en cuenta los cambios que puedan producirse en la actividad humana. Puede comprobarse como ninguno de los modelos, en ningún escenario y para ningún periodo de tiempo actual o futuro, a lo largo de este siglo XXI, presenta tonos azules, que significarían enfriamiento. Todo son tonos marrones o rojizos en todo el planeta, es decir calentamiento global, extendido literalmente a todo el globo.
Vemos también que la subida de temperaturas para el período inicial, en el que nos encontramos, el 2011-2030, está entre 1 y 2ºC, que pasa a ser entre 3 y 4ºC para el período 2046 a 2065, y superándose los 4 y 5ºC a partir del 2080. Se observa también que los aumentos máximos corresponden a las áreas de mayor latitud, sobre todo hacia el norte, en las zonas árticas. Pero queda claro que el calentamiento será planetario.
Por el contrario, esta homogeneidad de tendencia, que significa “siempre más calor para todos”, no se dará en el caso de las precipitaciones, puesto que lo que se prevé es que se produzcan aumentos de la cantidad media mundial de precipitación durante el siglo XXI, pero con una distribución espacial poco homogénea, con áreas de valores máximos de aumento en las regiones tropicales y también en latitudes altas de ambos hemisferios, tanto en el norte como en el sur. Mientras que, por el contrario, se presentan disminuciones generales en las regiones subtropicales, y también disminuciones generalizadas en latitudes medias, excepto en Asia oriental.
Los resultados sobre la distribución de las variaciones de los porcentajes de precipitación que se muestran en la siguiente figura, han sido obtenidos a partir de los modelos climáticos, manejados por el conocido IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático), y es destacable el descenso previsto en la escorrentía, es decir en el “agua potencialmente utilizable” tras las precipitaciones, descenso que debería ser preocupante, para algunas zonas del planeta, concretamente las “marrones”. Mientras que, al mismo tiempo las áreas “azules”, tanto en el hemisferio norte como en el sur presentan porcentajes crecientes de precipitaciones y escorrentía, con aumentos de hasta el 30 o el 50%.
La clara disminución del porcentaje en los valores de la precipitación (del 20 al 30%) y de la escorrentía (del 30 al 40%) previstos para la cuenca mediterránea en general y para España en particular, durante la segunda mitad del siglo en curso, respecto a los valores medios registrados en esas áreas en el siglo pasado, hacen recomendable que nos planteemos algunas dudas sobre la atención a la creciente demanda de agua en el futuro.
El suministro de agua, de calidad adecuada y en cantidad suficiente, es esencial para tener y mantener un nivel de vida y un ritmo de desarrollo, de acuerdo con las necesidades que nosotros mismos nos hemos impuesto. Y ese suministro está condicionado por el llamado ciclo hidrológico; en consecuencia, sería lógico que nos preocupáramos y que, cuanto antes, nos ocupáramos de no perturbar la lógica de ese ciclo.