Una ciencia, de muy viejos orígenes, pero que está siempre de actualidad, es aquella que tiene como objetivo el estudio de los principios estructurales y el funcionamiento de los organismos vivos, con el fin de utilizarlos en la mejora de los sistemas usados actualmente por el hombre, o de crear otros nuevos para resolver problemas pendientes de solución, o incluso problemas que aún no se han planteado, pero son previsibles.

Esa vieja nueva ciencia, que se renueva constantemente, es la biomimética, nombre que procede de bio, vida y mimesis, imitar, y estudia las mejores ideas de la naturaleza, para tratar de imitarlas inteligentemente, aplicando después las soluciones naturales que seamos capaces de encontrar.

A medida que la ciencia va avanzando, la especialización se va estrechando, de forma que si un hombre sabio de hace unos siglos (un paradigma de tales hombres podría ser el gran Leonardo da Vinci) extendía su saber a muchas ciencias, e incluso a muchos campos dentro de cada una de ellas; se está llegando hoy día, muy al contrario, a que los más avanzados científicos concentran sus conocimientos en parcelas más y más pequeñas, de forma que llegan a saber casi todo sobre casi nada. Llevada al límite del absurdo esta tendencia actual, llegaríamos en el futuro a que un verdadero especialista de última generación sabrá todo sobre nada.

Pero, admitiendo que la serie de estados que constituye la evolución del saber humano es una serie temporal ilimitada en su proyección hacia el futuro, resulta que la situación límite que citamos, no se alcanzará nunca, aunque sí nos iremos aproximando a ella. Ahora bien, cada vez que surja un problema de tipo multidisciplinar, lo que suele ser muy frecuente, se hará necesario consultar a varios especialistas; y la coordinación de esos especialistas, para conseguir una solución global, debe ser hecha evidentemente por algún generalista, puesto que es esencial la visión de conjunto.

Cuando se nos plantee un problema, sobre todo de tipo técnico, pero también de otros tipos, no debemos empeñarnos en buscar la solución mirándonos el ombligo, rebuscando entre lo que aprendimos “en los libros”, antes bien, debemos mirar al exterior, a la naturaleza, con toda su riqueza de vida, y buscar qué hizo, en su momento, el ser vivo, animal o vegetal, al que un día se le presentó un problema similar, observando también cómo la evolución natural ha optimizado la solución, generación tras generación.

Desde siempre han existido personas, personajes en muchos casos, que han aplicado la biomimética, sin conocer siquiera tal palabra. Un caso verdaderamente paradigmático es el de las anotaciones y dibujos esquemáticos del genial Leonardo da Vinci. En unas notas suyas, fechadas en 1505, Leonardo decía que “para poder disponer de una máquina voladora debemos imitar al murciélago”, idea que le llevó a dibujar varios esquemas de alas, como parte clave de la buscada máquina voladora.

Es evidente que la naturaleza, es el mayor depósito de patentes libres que pueda existir, todas ellas suficientemente probadas y contrastadas, y todas a nuestro alcance para que hagamos uso libre y gratuitamente de todos esos conocimientos.

¿Saben ustedes, por ejemplo, lo complejo que es, algo tan simple y natural, como que una planta de girasol “gire al Sol” durante su juventud, y deje de hacerlo en su madurez? O ¿Saben ustedes lo útil y natural que resulta que un avión reactor vuele, sin más que cumplir el natural principio de acción y reacción, como hace un simple calamar?

En su momento, trataremos de estos asuntos, y de algunos otros, basados en las patentes naturales y libres, con la certeza de que…  ¡Ningún girasol, ni calamar alguno, reclamarán sus derechos por la utilización que hagamos de los valiosos secretos naturales, en que se basan!

Adolfo Marroquín Santoña