A la buena costumbre de mirar alrededor, a la naturaleza que nos rodea, para tratar de ver cómo ha resuelto los problemas que se le han ido presentando a lo largo de la evolución se la llamó biónica, que el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) define como: “Aplicación del estudio de los fenómenos biológicos a la técnica de los sistemas electrónicos y mecánicos”, pero la biónica ha evolucionado mucho a lo largo de los últimos tiempos, empezando por su nombre, que ha pasado a ser biomimética. Veamos:
Años 60
El término “biónica” fue acuñado por el comandante Jack Steele de la fuerza aérea de los Estados Unidos, que la definió como: “Estudio de los sistemas y estructuras de animales vivos y plantas, para su aplicación a dispositivos, maquinas o sistemas, en beneficio del hombre.”
Años 70
Se redefinió como: “El uso de prototipos biológicos para el diseño de sistemas sintéticos hechos por el hombre”. Para ponerlo en lenguaje más simple: “Estudiar los principios básicos en la naturaleza y proponer aplicaciones de principios y procesos para resolver las necesidades de la humanidad.”
Años 80
Se consideró que la biónica estudia los sistemas vivientes, o asimilables a los vivientes, y tiende a descubrir procesos, técnicas y nuevos principios aplicables a la tecnología. Examina los principios, las características y los sistemas con transposición de materia, con extensión de mandos, con transferencia de energía y de información.
Fue en 1997, cuando se comenzó a utilizar el término “biomimicry”, título del libro de Janine Benyus, en el que se propone observar y estudiar la naturaleza y sus respuestas, confirmadas y comprobadas a través de miles de años de evolución, para ser transferidas y adaptadas a plantear soluciones inteligentes dentro del contexto humano.
El pasar de biónica a biomimética se debe a la consideración de que hemos perdido ya demasiado tiempo haciendo lo contrario; es decir, que en lugar de imitar las soluciones milenarias de la naturaleza, la hemos observado y estudiado intentando, o bien superarla o bien dominarla, con los desastrosos resultados que ya conocemos (contaminación, agotamiento de recursos, extinción de especies, etc.).
Habida cuenta que la palabra biomimética no está aceptada por la RAE, podríamos mantener la de biónica, pero la definición del DRAE, que exponíamos al comienzo, se queda muy corta; por lo que seguiremos utilizando el nombre de biomimética, al referirnos a esta nueva-vieja ciencia, que ha existido “desde siempre”, desde que existe el hombre, el cual ha ido observando a su alrededor, y creado herramientas y artefactos que le ayudaban a desenvolverse mejor.
De “bios”, que significa vida , y “mimesis”, que significa imitar, esta ciencia estudia las mejores ideas de la naturaleza, utilizando sus diseños y procesos para resolver los problemas que se nos presentan. La idea fundamental es que la naturaleza, imaginativa por necesidad, ha resuelto ya muchos de los problemas con los que nosotros nos vamos encontrando. Animales, plantas, microbios, etc., resultan a veces ser consumados ingenieros, entre los que, tras millones de años de practicar el I+D+i por su parte, los individuos fracasados pasaron a ser fósiles, y los triunfadores sobrevivieron.
Uno de los mayores creadores de la historia, Leonardo Da Vinci, se inspiró en diversos mecanismos naturales para llevar a cabo sus símiles artificiales, como un primer aeroplano, basado en las alas de un murciélago, del que existen varios bocetos y escritos.
Los seres humanos están imitando a los organismos que mejor se adaptan a nuestro hábitat. La emulación consciente de la naturaleza es una estrategia de supervivencia para la raza humana, y un buen camino para un futuro sostenible. Cuanto más se parezca el funcionamiento de nuestro mundo al funcionamiento de la naturaleza, más posibilidades habrá de conservar nuestro planeta, que es nuestro… pero no sólo nuestro.