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Adolfo Marroquín

Ciencia Fácil

La Naturaleza arreglará el clima, si la dejamos

 

Vista la situación a la que hemos llegado en la cada vez más delicada relación entre el consumo creciente de energía del actual modelo de desarrollo, y la preservación del medio ambiente, resulta muy complicado encontrar soluciones que puedan dar respuesta satisfactoria a ambas partes en litigio, la acelerada humanidad desarrollista y la reposada naturaleza conservadora.

A la Naturaleza, así con mayúsculas, globalmente considerada, no le gustan las prisas. Le gusta, por el contrario, tomarse su tiempo, “darle tiempo al tiempo”. La realidad es que los procesos geológicos, durante los que se han originado los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas, etc.), se han medido en  millones de años, y también los cambios climáticos naturales, no forzados por el hombre, en decenas o cientos de miles de años.

Sin embargo, el actual cambio brusco de costumbres que supone la inyección en la atmósfera de ingentes cantidades de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en poco más de un siglo, en especial el enorme aumento del popular dióxido de carbono (CO2), desde el comienzo de la Revolución Industrial, le supone a la Naturaleza un duro trauma que no acaba de asimilar.

 

 

De los poco más de mil millones de personas que habitaban el planeta a principios del siglo XX hemos pasado a más de siete mil millones en la actualidad, con el agravante de que cada uno de nosotros consume ahora, en promedio, del orden de cuatro veces más energía que nuestros abuelos, de forma que el consumo energético se ha multiplicado aproximadamente por 24 en un siglo, siendo los combustibles fósiles (el carbón, el petróleo y el gas) las fuentes que han alimentado ese crecimiento. Todo un ejemplo de desarrollo insostenible.

Nuestra futura disponibilidad de energía sólo es posible, si se actúa urgente y decididamente en promover, desarrollar y desplegar una combinación, lo más completa posible, de todas las tecnologías a nuestro alcance, incluyendo, en primer lugar, el ahorro energético y la mejora del rendimiento en todos aquellos procesos en los que se consume energía.

Es también de gran importancia la utilización, al máximo nivel posible, de las energías renovables y de la energía nuclear, si bien, en este último caso, lo aconsejable es que únicamente debe hacerse allí donde sea aceptada su implantación, puesto que la instalación de los reactores nucleares se enfrenta frecuentemente con una seria oposición popular, aunque es posible, e incluso probable que, a no mucho tardar y ante la falta de alternativas, tengamos que plantearnos seriamente el dar la bienvenida a más de una nueva planta de este tipo.

Por supuesto que lo deseable sería que estas nuevas centrales nucleares fueran reactores de fusión (inofensivos) y no los actuales reactores de fisión (agresivos).

 

 

Una lógica consecuencia de lo anterior ha sido, como decíamos, el desproporcionado incremento de los GEI, dando lugar al calentamiento global planetario, por la potenciación del efecto invernadero natural, lo que a su vez ha inyectado en la atmósfera una enorme cantidad de energía, de la que el sistema debe desprenderse para mantener su equilibrio y recuperar su reposada marcha.

La cuestión es si vamos a darle a la Naturaleza el tiempo que necesita para recuperar ese equilibrio con sosiego, puesto que, de lo contrario, lo hará de forma traumática.

Existen algunos rasgos de buenas voluntades, como las numerosas Cumbres Mundiales del Clima, que se celebran frecuentemente, que tratan de materializar esas buenas voluntades, pero sin mucho éxito en la práctica, como podemos deducir si observamos el continuo crecimiento de los GEI; el Protocolo de Kioto, y los parches que se le están poniendo después, han sido buenos ejemplos de intentos, en los que no se alcanzaron las metas pretendidas.

Al hilo de esto, recuerdo haber oído en alguna ocasión algo así como que “de buenas intenciones están empedrados los caminos del infierno”.

 

 

Por otra parte, convendría no perder de vista que la moderna China es un gigante en todos los órdenes, y su naciente e imparable desarrollo va a requerir cantidades enormes de energía, que obtendrá de sus también enormes yacimientos de carbón.

¿Recuerdan aquel bulo que circulaba, hace ya unos años, según el cual, si todos los chinos dieran un salto a la vez, se modificaría el movimiento de rotación de la Tierra y con ello el clima del planeta? Pues bien, es posible que finalmente lo consigan, incluso sin saltar, ayudados en la tarea por otros (Estados Unidos, Australia, etc.). Por todo ello, a pesar de las buenas intenciones, es deseable fijar nuestras esperanzas en la propia Naturaleza.

Un ejemplo de las ayudas que nos ha brindado, desde siempre, la naturaleza es la misma composición del aire de la Tierra y su temperatura. La atmósfera terrestre contiene una gran cantidad de oxígeno libre, que es un elemento químico muy activo, por lo que el hecho de que se encuentre libre en esas cantidades en la atmósfera significa que tiene que haber algo que lo esté reponiendo constantemente, al tiempo que dosifica y regula sus fuentes y sumideros, de forma que permanezca prácticamente constante a lo largo del tiempo.

Hay que admitir que algo ¿Gaia? Ha estado actuando “desde que el mundo es mundo”, recurriendo a la vegetación del planeta, como sumidero de dióxido de carbono y, al mismo tiempo, como fuente de oxígeno, para mantener el nivel de éste en los valores necesarios, y para mantener los gases de efecto invernadero en las proporciones adecuadas, de forma que la temperatura del planeta sea la óptima para la vida.

Y parecería razonable pensar, si se asume la hipótesis homeostática, que desde el principio de los tiempos Gaia ha seguido, sigue y seguirá, poniendo en marcha en cada momento los mecanismos reguladores adecuados para cada circunstancia.

Adolfo Marroquín Santoña

Noticias y comentarios sobre temas científicos

Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


abril 2013
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