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La salud frente a las altas temperaturas

No existen dudas (o existen pocas y no muy sólidas) respecto a que el clima del planeta está cambiando. De hecho, por la propia naturaleza de los factores que perfilan el clima, éste está cambiando ahora y ha estado cambiando permanentemente, desde siempre, pero la enorme diferencia entre el cambio actual y el del pasado está en la rapidez con que se desarrolla el cambio actual, frente a la lentitud de los anteriores cambios.

Tampoco existe, dudas sobre el hecho de que el clima afecta a la salud humana, a nuestro bienestar y a la propia vida en el planeta. Por tanto, los rápidos cambios actuales darán lugar en un próximo futuro a un aumento de los problemas anteriores de salud, así como a nuevos riesgos y nuevas presiones sobre el medio ambiente. En Europa la OMS (Organización Mundial de la Salud) ya ha detectado algunos de esos efectos sobre la salud, así como cambios en la distribución geográfica de algunas enfermedades.

En concreto, la acumulación de GEI (Gases de Efecto Invernadero) en la atmósfera, debida fundamentalmente a la utilización de combustibles fósiles, está provocando un aumento de las temperaturas, dando lugar al calentamiento global del planeta y exponiendo a la población a fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes e intensos.

Los problemas de salud relacionados con la mayor frecuencia de olas de calor se han agravado también por el rápido aumento de los grupos de población más vulnerables, sobre todo las personas de edad avanzada, en especial las que viven en grandes ciudades de las regiones tropicales y subtropicales, aunque también en el resto del planeta.

Se ha comprobado que las olas de calor intensas y prolongadas, que se dan cada vez con mayor frecuencia, han provocado un incremento de fallecimientos, entre un 2 y un 5%por cada grado centígrado que supera un cierto umbral. Umbral que es diferente para las distintas áreas climáticas del planeta, puesto que depende del grado de adaptación de las personas a su clima local.

Algunas de las olas de calor más espectaculares han ocurrido en regiones del mundo relativamente ricas, habitualmente con temperaturas medias no muy elevadas. Como ejemplo, el calor registrado en gran parte de Europa en el verano de 2003 causó un incremento de las tasas de mortalidad 4 a 5 veces superior al previsto para los momentos de máximo calor en algunas ciudades, lo que provocó más de 70 000 fallecimientos en 12 países europeos.

El riesgo por las elevadas temperaturas afecta a las zonas rurales, pero es particularmente grave en las ciudades, donde el efecto de isla de calor puede elevar las temperaturas más de 5 °C, respecto a las que se encuentran fuera del casco urbano de esas ciudades; por otra parte, las altas temperaturas incrementan los efectos perjudiciales del ozono troposférico, el que se encuentra próximo al suelo, y de las partículas contaminantes en el aire.

 

El actual cambio climático, de acuerdo con el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, incrementará la intensidad y frecuencia de estos fenómenos extremos, aumentará con ello los riesgos para la salud humana. Para mediados de este siglo XXI, los episodios extraordinarios de calor que en épocas pasadas venían ocurriendo una vez cada 20 años, como promedio, se producirán ahora con una frecuencia de uno cada 2 a 5 años.

Para el 2050 se estima que se habrá triplicado el número de personas con edad superior a 65 años, viviendo en ciudades y que en las regiones desarrolladas el aumento sea incluso mayor. En consecuencia, ese incremento del riesgo y el crecimiento de la población vulnerable aconsejarían que los avisos y alertas por episodios de altas temperaturas fueran una prioridad en los próximos decenios.

El resultado de numerosas investigaciones indica que la relación entre las temperaturas extremas, tanto las mínimas como las máximas, y la mortalidad suele tener forma de “U”, con una temperatura “central” de mínima incidencia que varía de unos lugares a otros, que como decía antes depende de la adaptación de la población al rango de temperaturas al que se venido encontrando expuesto, es decir de las temperaturas que responden al clima promedio de su región.

De forma que si se alcanzan valores extremos alejados de la temperatura de mínima incidencia, los mecanismos de termorregulación quedan desbordados. La mortalidad presenta una dinámica estacional caracterizada hasta ahora por la aparición de un máximo invernal y otro estival de menor amplitud; pero de cara al futuro, en el marco del cambio climático, el riesgo estival ira en claro aumento a lo largo del presente siglo, disminuyendo por contra el invernal.

 

Si la temperatura corporal se eleva por encima de los 38 ºC los efectos en salud de las altas temperaturas abarcan desde deshidratación, calambres, golpe de calor, síncope por calor, arritmias, agravamiento de enfermedades previas y hasta, en el caso extremo, la muerte. Conviene remarcar que, de acuerdo con los estudios realizados, el colectivo más vulnerable a los efectos en salud de las olas de calor son los ancianos que viven en ámbito urbano, especialmente las mujeres.

En España, en 2005 utilizando los registros disponibles de temperaturas, el Ministerio de Medio Ambiente publicó la “Evaluación Preliminar de los Impactos en España por Efecto del Cambio Climático”, con Moreno Rodríguez, como coordinador del trabajo; calculándose las temperaturas umbrales para cada provincia a partir de las cuales se producen excesos de mortalidad.

En los resultados de aquella evaluación, como puede verse en una de las figuras que se adjuntan, en la que se muestran las temperaturas umbrales de definición de ola de calor en función del percentil 95 (es decir, por encima del 95% de los casos) de las series de temperaturas máximas diarias, registradas en el periodo de junio a septiembre, puede observarse cómo la mínima mortalidad ocurre a temperaturas más elevadas en las regiones más templadas, con un mayor impacto del calor en las latitudes frías y viceversa.

La definición de “ola de calor” no puede ser fija, ya que es imposible establecer una temperatura que sirva para todas las latitudes, y ni siquiera se puede fijar un percentil de la serie de temperaturas a la que se ve expuesta una población, pues la relación entre temperatura y mortalidad varía con el tiempo. La temperatura umbral que defina “ola de calor” deberá estar relacionada con las condiciones ambientales, sociales, económicas y demográficas de cada área concreta.

 

El número de noches y días calurosos, así como el de olas de calor han aumentado en las últimas décadas y según el último informe del IPCC continuarán aumentando a lo largo de este siglo, pero además conviene señalar que la previsión del aumento de las temperaturas para España es mayor que para el resto de Europa. Mal vamos.

En áreas urbanas, las deficiencias en el aislamiento térmico de las viviendas y el efecto “isla de calor” urbano, incrementan la retención del calor en las ciudades ydificultan su disipación, por lo que amplifican los efectos perjudiciales de las altas temperaturas, especialmente de noche.

De acuerdo con todo lo anterior parece prudente hacer el mayor caso posible al Decálogo de recomendaciones del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ante las altas temperaturas:

1.- Beba agua y líquidos con frecuencia, aunque no sienta sed y con independencia de la actividad física que realice.

2.- No abuse de las bebidas con cafeína, alcohol o grandes cantidades de azúcar.

3.- Preste especial atención a bebes y niños pequeños en general, así como a personas mayores y personas con enfermedades que puedan agravarse con el calor.

4.- Permanezca el mayor tiempo que le sea posible en lugares frescos, a la sombra o climatizados, y refrésquese cada vez que lo necesite.

5.- Procure reducir la actividad física y evitar realizar deportes al aire libre en las horas más calurosas, que normalmente se producirán entre las 12:00 y las 17:00 horas.

6.- Use ropa ligera, holgada y que permita la transpiración.

7.- Nunca deje ninguna persona en un vehículo estacionado y cerrado (especialmente a niños, ancianos o enfermos crónicos).

8.- Consulte a su médico ante síntomas que se prolonguen más de una hora y que puedan estar relacionados con las altas temperaturas.

9.- Mantenga sus medicinas en un lugar fresco; el calor puede alterar su composición y sus efectos.

10.- Haga comidas ligeras que ayuden a reponer las sales perdidas por el sudor (ensaladas, frutas, verduras, zumos, etc.).

 

Adolfo Marroquín Santoña

Fuentes: OMM, Organización Meteorológica Mundial y OMS, Organización Mundial de la Salud. MAGRAMA, Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.     

 

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Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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