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Julián Solís era un joven ingeniero técnico agrícola (ahora ya ingeniero superior) cuando aterrizó en el año 2.006 en una de las dehesas más hermosas de esta tierra extremeña, llamada “Cabeza Rubia”, y situada en el término municipal de Alconchel.
Proveniente de una fábrica de titulados (eso es la Universidad), a pesar de estar entre los primeros de su promoción, salían de esa institución sin conocimientos prácticos y sin la menor idea de lo que era una dehesa y, sobre todo, de cómo se gestionaba.
Por eso el día que la familia Martín Hernández-Cañizares le aceptó para la gestión de más de 2.000 hectáreas, espectaculares por los múltiples aprovechamientos que reunían, a Julián se le apareció la virgen: qué mejor máster para un joven recién titulado que tener que gestionar un “paraíso” en el que hay diversidad de aprovechamientos (pastos, montanera, corcho, biomasa…) además de una cabaña ganadera compuesta por vacas retintas, cerdo ibérico, ovejas merinas blancas y negras, y una yeguada de buenos caballos españoles.
Aquí tuvo que enfrentrarse, sin teorías o simulaciones, a la gestión cotidiana de un sistema agroganadero y forestal complejo, en el que tiene que haber resultados tangibles. Y el “aprobado a ese máster” sólo llega si los resultados son los esperados por la empresa que arriesga en la gestión de esa finca.
La parte más importante del aprendizaje de Julián fueron los propietarios y los trabajadores de esa dehesa, principales pilares de apoyo a la hora de tomar decisiones difíciles. Había gente mayor, con muchos años de oficio bien aprendido y a ellos se pegó este joven ingeniero consciente de la complejidad de tener que manejar rebaños y labores tan diversas. Ellos fueron los verdaderos maestros de este joven gestor de dehesas, cosa que tiene siempre bien presente.
Las 300 vacas retintas puras que había en la finca tenían que manejarse separadas de las de cruce industrial, que eran casi 400, y tenían un mercado propio, así como una dedicación especial. Sus descendencias fueron las primeras que se sometieron a pruebas de paternidad en Extremadura, que hacía la Asociación Nacional de Criadores de ganado Vacuno Selecto de Raza Retinta. Para cualquiera que entienda un poco del asunto, ya sabe la complejidad del manejo separado: alimentación, sanidad, cubriciones/inseminaciones, partos, etc. Fue una cierta especialización la que adquirió Julián al cabo de algunos años.
El aprendizaje con la “Yeguada Dehesa de Cabeza Rubia”, así denominada por el nombre de la finca, no fue tan difícil para él ya que el propietario era un gran experto en caballos y llevaba la gestión muy directamente. De todas formas organizar y supervisar las labores a desarrollar cada día en una yeguada de tan alto nivel, proporciona una experiencia considerable para quien convive con ellos, pues estamos hablando de la yeguada a la que perteneció un caballo mítico, “Armas Tarugo” (hoy en Estados Unidos), que conquistó los mejores premios que pueda reunir un caballo español.
Por otra parte, uno de los ganados más espectaculares de esta dehesa para mí eran las merinas negras. Traídas en 2008 de otra finca de la familia en Portugal, denominada “Herdade da Rocha”, en la que había un total de 1.000 ejemplares, uno de los rebaños de mayor censo y antigüedad de Portugal. Llegaron a Alconchel unas 400 hembras y 25 machos sobre las que hicieron una labor rigurosa de selección genética y morfológica, junto con la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino, consiguiendo en dos años que el 100% de los machos fueran R1.
La apuesta por la merina negra, raza autóctona del tronco merino, de la que apenas quedan 1.500 ovejas en España y unas 15.000 en Portugal, creo que fue una apuesta inteligente, pues a pesar del manejo especial que requiere y de algunos problemas de comercialización con los machos y la lana, va surgiendo poco a poco un mercado que la va haciendo más rentable cada día. Creo que en esta apuesta ha tenido mucho que ver la gestión de Julián, al que veo muy enamorado de esta raza, ahora llevada de nuevo a Portugal, pastando en la finca “Herdade da Orvalha”, propiedad de David Martín Hernández-Cañizares, entusiasta de la raza merina negra. Actualmente disponen de un rebaño de 1.100 animales de selección, cuyas crías son muy demandadas en el mercado como futuros reproductores.
En lo referente a los cerdos ibéricos han llegado a tener 200 cerdas madres puras y han engordado más de 700 animales, sobre un total de unas 2.000 hectáreas acogidos a la Denominación de Origen Dehesa de Extremadura.
Replegado últimamente más en Portugal, Julián se beneficia del conocimiento de dos culturas ganaderas que, aunque pertenecientes al modelo común de la dehesa, mantienen diferencias notables en cuanto a la gestión de este ecosistema en su conjunto. También la Administraciones española y portuguesa funcionan de forma distinta y hasta los mercados tienen sus peculiaridades, haciendo que los sistemas de manejo, alimentación y sanidad se realicen con diferencias importantes de un país a otro.
Para concluir, digamos que la gestión de una dehesa no se limita a las labores culturales y al manejo de los ganados. También es importante conservar las dehesas como sistemas productivos de gestión sostenible, asegurar su regeneración natural y mantener el equilibrio biológico. Actualmente en “Herdade da Orvalha”, Julián está inmerso en un laborioso proceso de regeneración natural del arbolado, además de la organización y colocación de nidos artificiales para favorecer el anidamiento de aves, murciélagos y arañas que luchen de manera natural contra las plagas que afectan a tan peculiar ecosistema.
En resumen, Julián es hoy un joven ingeniero cualificado, de 31 años, con ocho de experiencia como gestor y administrador de dehesas, que supo aprovechar la oferta de práctica y gestión que le ofreció una empresa agropecuaria, convirtiéndola en un aprendizaje acelerado de un oficio difícil.
Eso sí, supo ganarse la confianza de quienes contaron con él cuando aún no tenía experiencia y basó esta oportunidad en un sacrificio permanente, en el que no había sábados o domingos, ni horarios ni remuneraciones espectaculares.
Ahora en vez de tener un máster como certificado que añadir al currículum, Julián tiene un nivel de conocimiento extra, “no oficial” pero comprobable por quienes pueden contratarle, que es lo que necesitan la mayoría de los jóvenes de hoy, aparte de la satisfacción y la seguridad que proporciona dominar una profesión compleja para la que no te prepara la Universidad.
Ello le permite mantener ahora relaciones profesionales con Ibérico Comercialización y con la asociación ACERIBER que hace compatibles con su gestión en la dehesa portuguesa.
Ir con Julián a una feria o exposición ganadera, sea en Beja, Estremoz, Reguengos de Monsaraz, en Zafra o en Trujillo y verle realizar las tareas cotidianas o presenciar su tarea de compra-venta de animales es un gran placer del que vengo disfrutando desde hace tiempo, y que pongo de ejemplo ante tantos jóvenes que deberían plantearse así su futuro, sabiendo que el conocimiento requiere tiempo, esfuerzo y mucha motivación. También los propietarios y empresarios deben dar oportunidades a aquellos jóvenes que tienen esa motivación.
Como anécdota final en su trabajo con razas ganaderas autóctonas, Julián ha localizado una cabra portuguesa del Algarve, cuyo nombre popular es “algarvía”, de la que quedan muy pocos ejemplares (está casi a punto de extinción), con la que intenta colaborar con algunos amigos a nivel particular, para contribuir a su conservación. Termino este post ofreciéndoles a ustedes esta preciosa foto de un animal que aun no se sabe si podrá ser conservado. Y diciéndoles que éste joven postgraduado, por encima de los títulos que tiene, consiguió en la dehesa una cosa muy importante: un OFICIO de los más difíciles que existen, sin el cual lo demás no vale de mucho.