Carlos Moreno es un “coronel” de La Coronada afincado desde hace muchos años en Don Benito. Instalador y reparador de electrodomésticos y antenista de televisiones, no hay artilugio en una casa que se le resista, al tiempo que es capaz de recuperar o reciclar muchos de los cachivaches que han sido desechados por viejos. La historia es que, después de trabajar 31 años en una empresa de este sector, fue despedido como consecuencia de “la crisis”.
Ahora, con 55 años, a pesar de ser conocidas sus habilidades y su pericia profesional no encuentra ya trabajo, lo que cuestiona las buenas perspectivas económicas que tanto airean algunos. Ni siquiera la eficacia profesional demostrada durante tantos años es suficiente para reinsertar en la vida laboral a un trabajador tan cualificado. Lo cual es una vergüenza para una sociedad que nos está llevando para atrás con salarios de miseria, empleo por horas o días, jóvenes que apenas han llegado a tener vida laboral, y gente mayor que no encuentra trabajo a pesar de sus conocimientos.
Carlos Hortelano
Carlos aprovechó la circunstancia de verse parado de pronto, y organizó bien su huerto, en el que tiene un poco de todo: hortalizas diversas, aromáticas, frutales varios y un pedazo pequeño de viña. Busca semillas antiguas y plantas de todas clases que intercambia con otros aficionados y planifica sus cultivos, de forma que vayan rotando adecuadamente para beneficio del suelo, al que solo abona con estiércol y restos de materia orgánica, haciendo enmiendas calizas cuando hace falta. Siempre tiene algo que llevarse a la boca, aparte de tener los ajos, patatas y cebollas de cada temporada, lo que unido a los avíos de la matanza, patatera, chorizos y salchichones, hace que siempre pueda improvisarse un buen aperitivo en su casa.
Carlos, elaborador de sus propios vinos
De toda la vida ha hecho su pitarra comprando las uvas, y ahora quiere tener su propia cosecha con las variedades que le gustan de su pequeño majuelo. Sólo elabora unos 300 litros para el gasto de casa y la familia, y hacer trueque con algunos amigos. El proceso, según me cuenta, es: recolectar por la mañana temprano, con la uva fresca.
La muele con su despalilladora sacando por un lado el mosto y, por otro, el escobajo. Cuece (fermenta) al segundo día, y cuando suelta el color saca las heces. Hace un segundo estrujado con la prensa, y echa el caldo al cono, donde fermenta entorno a 20 óo 25 días. Luego tapa el cono herméticamente hasta la decantación. Trasiega después a otro cono el vino limpio.
El secreto es que el oxígeno nunca esté en contacto con el vino y tener las vasijas llenas. Luego va embotellando en lotes de 50 botellas, sin utilizar conservantes. Cada año hace finalmente algunos orujos de hierbaluisa, romero, tomillo, higo chumbo, zarza mora, etc. lo que hacen unos finales de comida excelentes y dejan un regusto en el recuerdo imposible de olvidar.
Carlos, avicultor
Aparte del huerto y la elaboración de su propio vino, la gran afición de Carlos son sus gallinas, tradición que le viene desde niño en la casa familiar. Hace unos 20 años el Ministerio de Agricultura nos dio un amplio lote de gallinas autóctonas de diversas razas española a varios criadores de La Serena. Allí venían razas como: negra castellana, utrerana franciscana, catalana del Prat (blanca y leonada), Euskal oiloa y Pardo de león. A partir de aquí, Carlos contacta con otros aficionados y crean la Asociación Avícola “El Corral”, de la cual es presidente, y organizan la primera Feria Avícola de Razas Autóctonas en Extremadura, y una de las primeras de España y luego las van extendiendo por otros pueblos.
Tras sus contactos con Fernando Orozco, Técnico del Ministerio de Agricultura y máxima autoridad en materia avícola en España, deciden dedicarse especialmente a la gallina azul extremeña, entrando en contacto con la Consejería de Agricultura de la Junta de Extremadura que quiere facilitarles el material genético que tiene en la Finca de la Orden, aunque ellos valoran más el prototipo racial que han ido consiguiendo los criadores en todos estos años.
Mantienen una gran actividad, participando en todo tipo de exposiciones y visitando asociaciones por diversos puntos de España y consultan publicaciones técnicas y científicas para ir mejorando su actividad. Carlos tiene su incubadora, como otros aficionados y socios con los que intercambia huevo, y van sacando polladas continuamente para ir consiguiendo animales cada vez más mejorados y ajustados a la raza extremeña, con los que han ganado ya muchos concursos.
Carlos, y el futuro
Carlos no sabe qué le depara el futuro profesionalmente. Meterse a emprendedor a estas alturas de su vida no es tarea fácil, dada la enorme competencia existente, el coste del equipamiento necesario para establecerse, y la crisis galopante que sigue, digan lo que digan los políticos de turno.
Mientras va agotando el tiempo de la ayuda al desempleo que percibe, sigue pensando qué va a hacer y buscando trabajo sin mucha esperanza. La realización de todas estas tareas y aficiones le ayuda a afrontar la situación profesional sobrevenida. Su casa es una buena muestra de recuperación y reciclaje de artefactos domésticos.
Con su matanza, la huerta, las conservas, vinos y licores cada vez que vas a visitarle está garantizado pasar un buen rato, con buenas viandas y buena conversación. Y no puedes dejar de pensar que estás ante un parado de lujo. ¿Cómo puede esta sociedad prescindir de individuos con esta cualificación profesional y estos valores e inquietudes? Estoy seguro de que algo inventará Carlos para sobrevivir, aparte de mantener su autonomía y autoconsumo de los productos más insospechados que, a la vez, son manjares sólo al alcance de quien sabe cultivarlos y elaborarlos.