Imaginen a un tipo normal, de pueblo pequeño, avispado en los negocios y con tipo de torero que, como en la zarzuela, alterna el canto con el recitado. Con su familia, todos a una, lo mismo lleva un negocio de pintura, que un supermercado, que una explotación ganadera.
Pues bien, a este caballero se le mete en la cabeza que las razas ganaderas autóctonas son un bien con futuro. Precisamente ahora que éstas no reciben más que puñaladas de eso que llaman “el mercado”, de la administración, de los técnicos, de los ganaderos, que tienen que producir canales como las que exigen los compradores, etc.
A nuestras razas autóctonas (cerdo ibérico, ovejas merinas, cabras retintas, vaca blanca cacereña) solo les queda muy buena literatura y muy malos hechos.
Al ibérico le hacen la burbuja, inundan el mercado de una cosa que llaman ibérico y que no lo es.
A la merina le cobran las subvenciones por raza autóctona y la cruzan cada día más con otra cosa que tampoco es merina.
De las merinas negras quedan 2.500 0vejas en España.
De la retinta apenas quedan 1.000 cabras, y de la blanca cacereña, unas 500 vacas.
Miguel empieza a recorrer las subastas y las ganaderías, y se hace con el mejor rebaño de merinas negras de España.
Ya tiene 10 burros andaluces, un lote de cabras retintas, y otro de veratas, y un centenar de gallinas extremeña azul, entre otras adquisiciones.
Su pueblo, Siruela, es el que tiene mayor número de ovinos de España, y ahora se empeña en participar en la Trashumancia, que es otra actividad de alto riesgo dado el estado en que se encuentran hoy nuestras cañadas.
Y cada vez que vas a verle tiene nuevas adquisiciones y “nuevas-viejas” ideas en la cabeza, con lo que sus granjas, aunque pequeñas, van constituyendo cada día una Reserva de Razas Ganaderas Autóctonas considerable.
Hasta que su ganadería coja una escala adecuada no podrá vender sus animales como reproductores, lo que le lleva a invertir durante un tiempo de su bolsillo, tanto en la compra de nuevas razas, como en el manejo, la sanidad y la alimentación de los mismos. Esto es creer en su proyecto.
Ustedes dirán que ¿por qué se empeña este hombre en recuperar estas tradiciones ganaderas si las carnes rojas no pueden competir con las blancas en el mercado existente?
La canal pesada o del cordero de hierbas (que es a donde él quiere ir a parar) poca gente sabe lo qué es.
El pollo capón, criado con al menos seis meses tendría que competir con los que se “fabrican” en 50 días (que encima son lo que quieren nuestros niños).
O, ¿para qué sirven hoy los burros? Pues yo creo que Miguel está persuadido de que hay un espacio para estas tradiciones, aunque sea poco a poco. El se va preparando para una demanda que en principio es para poca gente y de buen paladar, pero creé que acabará encontrando eso que ahora llaman “nicho de mercado”, y se gasta su dinero porque le da la gana en estas jodiuras porque le gustan, y porque cree que hay gente que acabará apostando por ellas.
Desde luego puedo asegurarles que es un espectáculo bello acercarse a sus pequeñas dehesas y ver a todo este conjunto de razas ganaderas, en trance de desaparición, conviviendo juntas.
Un tipo que recorre fincas y cortijos buscando merinas cornudas, gallinas tradicionales, perros mastines o careas bien adiestrados, instrumentos y aperos antiguos como campanos, carrancas, etc., es un tipo a “proteger”. Y lo es no sólo por su romanticismo y sensibilidad, sino porque además de disfrutar con lo que hace está convencido de que acabará haciendo de ello un negocio y un medio de vida, que es la única forma de que todas estas tradiciones se desarrollen y pierdan el riesgo de desaparición.
Acabo de venir con él de una reunión con la Asociación Avícola “El Corral” en Don Benito y ya está pensando en organizar en la Feria Ganadera de su pueblo una sección de Gallinas Autóctonas espectacular, aparte de asistir a Exposiciones y Certámenes Avícolas en distintos puntos de España.
Y ya tiene pensado su proyecto para producir “pollos capones “ de la raza extremeña azul para introducirlos en la mejor gastronomía de Extremadura.
Me escapo en cuanto puedo a verle y siempre me sorprende con algo nuevo. Y en los mejores cocidos que se comen en esta tierra (en “El Alejandro” de Don Benito), me cuenta de vez en cuando lo último que está tramando. No me digan que un tipo así no debería estar protegido e incluso declarado bien de Estado.
Este personaje singular y atípico, con una gran familia, su mujer, Marisa, y sus cuatro hijos, tiene nombre y apellidos: se llama Miguel Cabello Cardeñosa y es natural de Siruela, un bello pueblo de la comarca extremeña de La Siberia.