A Joaquín Salamanca le recordarán los lectores de este blog como “un vigneron extremeño”. Viticultor sabio, heredero de la antigua cultura de la vid que nos legaron los pueblos lusitanos y celtas y que, más tarde, extendieran los romanos, ha sabido conservar el legado aprendido de su padre y ampliado por él hasta convertirse en el viticultor ecológico más antiguo de Extremadura.
Hoy me fui a verle vendimiar en uno de sus pagos de uva eva-beba y me encontré allí con dos generaciones mano a mano, escogiendo con mimo y en cajas pequeñas unas uvas que fueron delirio en toda Centro-Europa como uvas de mesa de excelencia, y que hoy se muelen de mala manera en las bodegas de la zona. Joaquín sigue soñando con su proyecto de producir y elaborar su propio vino.
Su hijo Antonio estudia ingeniería agrícola y enología, para seguir la tradición de su padre e intentar realizar un proyecto de autor que dé a sus viñedos la categoría y el valor añadido que merecen.
Sin embargo, a pesar de producir la mejor materia prima de la zona, embarcarse en una bodega de pequeña escala para hacer vinos de gran calidad exige un esfuerzo inversor de alto riesgo para un agricultor modesto, además de la aventura toda vía más arriesgada de tratar con una Administración que pone todo tipo de trabas burocráticas a los pequeños proyectos, a los que exige tal cantidad de papeles y con tanta inseguridad que tiran para atrás a cualquier emprendedor por mucha propaganda que hagan sobre el emprendimiento.
La figura del vigneron (el que produce, elabora y vende sus propios vinos, según Sloow Food) es tratada en algunos países europeos con gran respeto, y sus vinos son apreciados por los consumidores más cultos y sensibles. Es un nicho de mercado pequeño, pero selecto.
En España y, sobre todo en Extremadura, esto sigue siendo un imposible. La inercia de las viejas cooperativas les lleva a mezclar las uvas buenas con las de menor calidad, despreciando incluso a las de denominación ecológica, y son pocas las se aventuran a hacer, aunque sea en pequeña escala, otros tipos de vino.
Y no les hablo de la recuperación de uva de mesa, como la eva-beba, para mercados de calidad, como se hizo durante mucho tiempo en el interior y el exterior. Si a eso le añaden que incluso algunos operadores del mercado ecológico intentan pagar las uvas de gran calidad al precio mínimo de las convencionales entenderán las dificultades que tienen viticultores como Joaquín, necesitados cada día más de hacer su propio proyecto para escapar de una situación sin salida.
Se da la circunstancia de que este año la Cooperativa San Isidro de Villafranca le está pagando a un precio mejor sus uvas tempranillo, de cepas de más de 50 años, lo que le compensa de sus mayores costes de producción y le estimula para seguir con su modelo agrícola ecológico.
Para hacer una bodega de pequeña escala hoy serían necesaria una inversión de 400.000 a 500.000 euros. Esta debería contar con 20.000 litros de depósitos, despalilladora, equipo de frío y prensa neumática, así como un tren de embotellado adecuado a esas producciones. Si la Administración diera confianza para tramitar sin problemas un proyecto así, y se encontrara la financiación adecuada este proyecto, ya estaría en marcha.
Mientras eso llega, Joaquín elabora cada año pequeñas cantidades de vino artesano, con carácter experimental, para asegurarse de que puede hacerse algo distinto, fuera de una Denominación de Origen de la que tienen que prescindir algunas de las principales bodegas extremeñas para conquistar mercados a los que poco ayuda esa Denominación, pero por muchos cantos que se hagan a los emprendedores, sin disminuir la burocracia y crear líneas de financiación adecuadas a estas producciones de calidad, de escalas más pequeñas, no podrán salir adelante los vinos o uvas de mesa que pueden producirse en Extremadura.
Esperemos que la experiencia tradicional acumulada por estos sabios viticultores y el conocimiento técnico de algunos jóvenes vinculados a ellos les lleve a emprender nuevas experiencias que recojan lo mejor de nuestras tradiciones. Aparte de lo que Antonio pueda aprender de la Universidad, verle trabajar en la vendimia con su padre permite pensar que está realizando el mejor máster que un universitario puede hacer de cara al futuro. Las uvas que me traje como trueque de nuestros intercambios puedo asegurarles que bien merecen el mejor de los elogios. Como también lo merece el vino que la Cooperativa de Los Santos de Maimona está haciendo ya con la uva eva-beba.
La última iniciativa que Joaquín Salamanca va a realizar es ver si su proyecto merece el apoyo financiero de la denominada Banca Ética o Banca Verde, especializada en el apoyo a este tipo de proyectos, ya que la Banca convencional no es el mejor conducto para este tipo de iniciativas. Mientras, él sigue soñando con un proyecto que más tarde o temprano verá realizado.