En la finca “La Villeta”, en las vegas del río Zújar, vi llegar un día hace 25 años a una joven bióloga que tenía la insolencia de querer realizar la primera tesis doctoral sobre Agricultura Ecológica en España, tesis que culminó y defendió con brillantez ante una Universidad ignorante, escéptica y llena de reticencias hacia un modelo agroalimentario que le sonaba a chino.
Nos pedía entonces que, por favor, la dejáramos hacer prácticas y seguimiento en la que era entonces la primera explotación importante de este sector en nuestro país. A partir de ahí determinó su especialización en suelos y fertilización orgánica, dando a luz otras obras de carácter técnico que han recibido premios de diversas instituciones y ha sido de gran utilidad a este sector.
Pero Juana no era sólo una estudiosa de la agroecología. Su identificación con esta opción alimentaria la llevó a “tomar partido hasta mancharse”, convirtiéndose en agricultora de su propio huerto, en divulgadora del conocimiento de su práctica, en promotora de la primera asociación técnica, la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), de la que ha sido presidenta seis años, y en activista por tierra, mar y aire de sus productos y su expansión por toda la geografía española.
A trancas y barrancas logró que se impartiera esta asignatura en la Universidad de Extremadura, en la que ejerce la docencia en la Escuela de Ingenierías Agrarias de Badajoz, habiendo influido notablemente en que esta especialidad sea cada día más reconocida en el ámbito universitario.
Recuerdo que hace 20 años se implicó en un proyecto experimental, pionero entonces, basado en la recogida selectiva de basuras orgánicas domésticas, realizado en el pueblo de La Coronada, cuyos residuos eran tratados con una mezcla de tierra, cal, cenizas y otros componentes, combinados con el riego y manejo adecuado, de los que se lograba un compost de gran calidad.
El proyecto no tuvo luego continuidad por parte del Ministerio que lo financió, como era lo acostumbrado frecuentemente por la administración española, pero allí deben de estar archivados sus resultados.
A lo largo de este cuarto de siglo ha hecho de mosca cojonera de unas administraciones que pasaron de la burla y el escepticismo a un reconocimiento “forzado”, en el que la burocracia se encargaba de hacer estériles hasta las ayudas que establecía.
Ahí está el caso del olivar, o el del ovino, a los que se animó a inscribirse a muchos agricultores con el señuelo de las subvenciones, con tan mala gestión que muchos de ellos acabaron abandonándolo o permaneciendo en él sólo para cobrar las ayudas.
Afortunadamente hoy hay empresas en el sector del aceite que hacen las cosas con mucha más profesionalidad. Extremadura pasó de ser un lugar de vanguardia en productos ecológicos (el primero que inauguró esta sección en El Corte Inglés) a estar a la cola de España en la comercialización de estos productos.
La pregunta obligada a Juana es ¿por qué si España es el primer país productor de agricultura ecológica en Europa, es el último a la hora de consumir estos productos? Y ella piensa que hay varias razones: Por falta de conocimiento y preocupación por la importancia de la alimentación en la salud; por una pésima red de distribución interna, sobre todo en las escalas pequeñas y mercados de proximidad; por sus altos precios en las grandes superficies; por la ineficiencia de los organismos de control, tanto de los privados como de los públicos; y por una burocracia que sigue creando problemas a los productores, elaboradores y comercializadores.
Juana podría escribir un libro sobre la lentitud en la reconversión agroecológica en España, y en Extremadura especialmente, a pesar del crecimiento imparable que este sector experimenta en muchos países del mundo. Y no estaría mal que lo hiciera para que sirviera de estímulo a las administraciones, y de autocrítica al propio sector ecológico para que sus promotores y emprendedores corrijan algunos de los errores que tienen que enmendar para su expansión productiva y comercial.
Nuestro personaje de hoy está empeñada en el apoyo a los grupos de consumo en las ciudades extremeñas, forma parte de ECOBA (Grupo de Consumo de Badajoz) y ha promovido la creación de la pequeña tienda de alimentación ecológica Biocentro en Badajoz, porque está convencida de la importancia de encontrar canales de comercialización para los pequeños productores ecológicos de nuestros pueblos y para los consumidores sensibles a estos alimentos.
Tras dejar la presidencia de SEAE Juana sigue ahora en esta organización como directora de la Revista de Agricultura Ecológica, en la que tienen cabida tantos los temas técnicos como los de divulgación, así como las noticias de todo tipo que se producen en el sector y la gran actividad formativa que SEAE realiza por todo el territorio español.
También tiene más tiempo para cuidar su huerto y para implicarse en otras actividades como la defensa de la banca ética, social y verde, que va creciendo en España cada día con más fuerza.
De aquella bióloga inocente y atrevida me encuentro hoy a una profesional con una gran obra técnica publicada, a una profesora divertida que motiva a los alumnos, según me cuentan algunos, a una activista que como el perejil está en todas las salsas de la ecología, y a una hortelana que cuida a sus gallinas, y busca las semillas y plantas autóctonas que aun nos quedan. Conciliar la teoría con la práctica y seguir fiel a lo que has defendido durante tantos años no es tarea fácil en estos tiempos. En el caso de la agricultura ecológica y su lucha contra la burocracia creo que tiene garantizada una cosa: la santidad.