En logística, la “última milla” marca la diferencia entre cumplir o fallar en una entrega.
En finanzas ocurre lo mismo en el último trimestre: lo que hagamos en esos meses determinará la foto final de los balances y la percepción de solidez ante clientes, bancos e inversores.
Las pequeñas y medianas empresas llegan al último trimestre con múltiples frentes:
La clave está en anticipar tensiones de tesorería y renegociar condiciones de pago con aliados estratégicos. Asegurar circulante no es solo disponer de financiación, sino también optimizar cobros, revisar márgenes y evitar fugas de caja.
En este punto, la relación con la banca nos va a marcar el ritmo: cuanto más transparente sea la información financiera, más sencillo será obtener apoyo en líneas de crédito o confirming. Una pyme que llega al cierre con liquidez sólida proyecta confianza y solidez.
Para las entidades financieras, la recta final del año es el momento idóneo para consolidar relaciones de largo plazo.
A ver todo lo anterior puede poner a un bancario los pelos como escarpias…pero esa es la realidad de la pyme, si quieres peces…Así que ya sabes, crea un entorno donde la confianza pese tanto como las cifras.
La banca cercana que combina rigor y empatía marca la diferencia.
Si el objetivo es llegar vivo a diciembre, mal encaminado vás.
El verdadero efecto de la última milla no se limita a “aguantar hasta diciembre”, sino a construir bases sólidas para el año siguiente:
La última milla financiera es, en realidad, un punto de aceleración inteligente que abre nuevas oportunidades.
El efecto “última milla” en las finanzas no es una simple metáfora: es la diferencia entre acabar el año sobreviviendo o posicionarse con fuerza para el siguiente.
No se trata de resistencia, sino de aprovechar el impulso final para acelerar con inteligencia.
Porque al final del año, lo que queda no son promesas ni discursos…son cuentas y ya sabes… lo que no son cuentas son cuentos. ( asaez@icaba.com)