Es difícil versionar a William Shakespeare, pero Fermín Cabal lo ha hecho. En una de las historias más desconocidas del genial autor inglés, al menos para el tradicional público que asiste cada verano al Festival de Mérida. Además ‘Aran Dramática‘ tiene una historia de éxitos en el Festival contrastada,“Electra” (1997), “Medea” (1998) y “Agripina” (2002)…Ingredientes más que interesantes para disfrutar del montaje, pero ‘Coriolano‘ se ha quedado a medio gas.
LA OBRA:
Comencemos por la iluminación. El Teatro Romano adquiere protagonismo desde el inicio de la función hasta el final. Las columnas se iluminan formando parte del espacio, del campo de batalla, o de la casa del militar patricio Cayo Marcio. El inicio de la función, con el pueblo enfurecido en la orchestra nos sitúa en la historia. Mejorable la iluminación del semicírculo del teatro, puesto que en ocasiones las sombras impiden la visión de sus gestos. Más de 50 personas aparecen en un montaje complicado, que se hace largo, unas dos horas, y tedioso.
El sonido es malo. Eugenio Amaya ha intentado dar la máxima naturalidad al sonido de sus actores y actricez. Intentando evitar que suene a altavoz, pero lo que consigue es que numerosos fragmentos del montaje no se entiendan. Incluso hay parlamentos entre sus protagonistas que no se escuchan en múltiples rincones de las caveas del teatro emeritense. Quien diga que al Teatro Romano no le hace falta microfonar, se equivoca. O busca la esencia del teatro de Tamayo de los años ochenta, con otros ritmos y otro lenguaje teatral, o conoce muy poco el espacio.
Ante miles de personas, en un teatro abierto el sonido es fundamental. Aún más en un montaje que requiere la atención y la concentración como éste. Si no te llega el texto con nitidez y el ritmo dramático es lento, que el espectador se incomode en su localidad es más que probable.
Aún así, en el estreno ‘Coriolano’ consiguió el aplauso en varias ocasiones de los asistentes. Gran trabajo durante los ensayos para coordinar a los decenas de ‘extras’ y poner en escena varias batallas que hacen vibrar al espectador. Los actores, como en botica…de todo. Su protagonista, Elías González, nos muestra un personaje antipático. Bien trabajado su actitud, aunque el ritmo de sus escenas se alargan demasiado. Interesantes las conversaciones entre senadores y ciudadanos. Por encima del resto, en el elenco, Pedro Montero y Francisco Blanco, que dotan a sus personajes de una credibilidad indiscutible. Incluso imprimen ritmo y tensión dramática cuando la obra carece de ella.
El montaje debe crecer con los días. Los actores deben sentirse más cómodos con el espacio y seguramente ganará la narración de la historia de Coriolano quien tras pedir asilo en la patria de sus enemigos, los volscos, y hacer las paces con su líder, Aufidio, inicia una aventura personal entre la traición y la venganza ante los suyos, el pueblo romano.
Destacar del montaje el diseño del espacio escénico realizado por Claudio Martín. Con la coloración de la arena del Teatro en tonos sangre. Y la creación de una monumental escalera que une la escena con la orchestra que parece haber sido instalada por el propio Consorcio de la Ciudad Monumental. Un Teatro Romano limpio, donde la palabra adquiere todo el protagonismo.