LA OBRA
La obra es larga, se hace larga porque las escenas que ha montado Juan Echanove se hacen densas. Están cargadas de contenido, todas tienen su porqué, pero se echa en falta el ‘vodevil‘ y la locura de un elenco que está más que a la altura del texto y de su director. No vamos a descubrir a Echanove, porque es quizás uno de los mejores actores de la historia de este país. Ha compartido escenario hasta hace meses con Maria Galiana, a quien dirigió en ‘Conversaciones con mamá‘, un montaje que da un giro inesperado al final, y que consigue atrapar al espectador desde el primer minuto. Le gusta al director componer escenas donde el texto y la palabra sean protagonistas sobre otros artilugios dramáticos. Pero en una comedia con tanta enjundia como ésta, se hace, por momentos, denso.
La selección del casting es espectacular. El cuadro artístico demuestra unas dotes interpretativas muy por encima del montaje. Lolita no sorprende, pero sí la vemos rotunda, contundente, segura…Como si hubiera nacido para encarnar el papel de Praxágora. Vemos retazos de su madre Lola Flores en sus movimientos de brazos. En sus giros vocales. Vemos la fuerza de papeles como ‘Rencor’ o ‘La plaza del diamante’. Ha trabajado el papel, se lo come. Es quizás la ‘Praxágora‘ más convincente de cuantas hemos visto en el Teatro Romano, que no han sido muchas.
‘La Asamblea de las Mujeres’ se ha representado en cuatro ocasiones con ésta. Y hay que decir que es la más acertada, la menos soez, y el montaje, de los cuatro, que mejor dirección artística tiene. No hemos visto muy buenas ‘asambleas’ o al menos que nos dejen buen sabor de boca. El texto de Aristófanes es complicado porque provoca que el espectador se quede en la superficie, en el vocabulario escrito por el autor clásico, y pierdas el contenido político y social que quería reflejar. Ahí Juan Echanove ha realizado un esfuerzo para que los diálogos se entrecrucen con la actualidad, e intentemos reconocer en cada una de las frases de la versión de Bernardo Sánchez el mensaje ulterior que desprendía el espectáculo escrito por Aristófanes.
Pero la extensión de las escenas provoca en algunos momentos que el espectador se pierda en las estrellas del cielo emeritense. Le faltan gags y golpes de humor más allá de los movimientos físicos de cada uno de los actores. Mención aparte merece Pedro Mari Sánchez y Sergio Pazos. Su escena es quizás la más sencilla pero la más atractiva de cuantas ofrece el montaje. Los actores la hacen creíble, y sin necesidad de soltar un ‘golpe de efecto’ provocan sonrisas entre el público.
Praxágora consigue convencer a las mujeres para llevar a cabo una revolución sexual. Los perfiles de cada una de las actrices, Maria Galiana, Pastora Vega y Concha Delgado aparecen muy bien definidos, son las protagonistas de la revuelta social y política y sus interpretaciones hacen las veces de coro griego tan fundamental en los montaje clásicos: Porque dotan de hilo conductor y ofrecen ritmo a cada uno de los espectáculos.
El montaje comienza por el final: Se ha conseguido aprobar el gobierno de las mujeres en Atenas tras un discurso político impecable de una gran oradora: Lolita. Convence no sólo a los ciudadanos de Atenas sino a las miles de personas que cada noche abarrotan las caveas del Teatro Romano.
Los secundarios, Sergio Pazos, Bart Santana o Luis Fernando Alves nos ofrecen el contexto. Un contexto que nos sitúa en la ciudad, en la sociedad de aquella época y que nos permite vivir con mayor intensidad el momento por el que pasa Atenas dominado por el pensamiento femenino. Al hombre no sólo se le controla por la razón sino también por las vísceras. El control del sexto está muy explicado en este montaje. El sexo como herramienta de poder.