«En política, dos más dos no son siempre cuatro», habrán oído o leído hasta la hartura a propósito de la confluencia entre Podemos e IU. En efecto, la política no es matemática y, a tenor del último barómetro del CIS y otras encuestas, esa alianza causa rechazo en una pequeña parte de los votantes de Podemos y más entre los de IU, que temen ser engullidos por el Saturno morado y recelan de Pablo Iglesias, quien, por algo, es el segundo de los grandes líderes políticos peor valorado por los españoles –solo Rajoy provoca más animadversión–, mientras que Alberto Garzón recibe la mejor calificación. Para despertar más confianza, quizás Iglesias debería leer menos ‘El Príncipe’ de Maquiavelo y más la ‘Crítica de la razón práctica’ de Kant. Y, para no pecar de confiado, al bueno de Garzón no le vendría mal releer ‘Las amistades peligrosas’.
No obstante, esta unión puede tener un efecto multiplicador para ambas formaciones en el reparto de escaños y, por primera vez, la izquierda a la izquierda del PSOE puede dar el ‘sorpasso’ a los socialistas. Y no solo eso, puede dejarle al PP con menos de un tercio de los asientos en el Congreso (117), la minoría necesaria para bloquear cualquier reforma constitucional. Sin embargo, los populares también pueden vetarla en el Senado, donde gozan de mayoría absoluta. De ahí que Iglesias ofreciera al PSOE presentar listas electorales conjuntas a la Cámara Alta, pues era la única forma de superar al PP. Sin embargo, los socialistas han rehusado la envenenada oferta del candidato de Podemos, cuyo abrazo del oso temen más que los críticos de IU.
Con todo, está por ver que el escenario que salga de las urnas el 26J sea un calco del surgido el 20D. El PSOE se encontrará en la misma encrucijada, pero en una posición más débil. De nuevo tendrá que elegir entre tomar el camino de la derecha o el de la izquierda. Los dos a la vez ya ha comprobado que es imposible. El ruido de sables que se oye entre los barones es un presagio de que están esperando que Pedro Sánchez se dé el costalazo para, cual César, apuñalarlo y encumbrar a Susana Díaz. Y la sultana andalusí, que se mira en el espejo divergente del primer ministro francés, el socialista Manuel Valls, ha dado ya muestras de tener poca mano izquierda y manejarse mejor con la derecha. Por ende, si, como vaticinan los sondeos, el PP gana las elecciones, no descarten que, esta vez sí, el PSOE dé su apoyo por activa o por pasiva a un gobierno popular.
Se consumaría así el triunfo en España de lo que el filósofo Santiago Alba Rico llama «la revolución negra». Esta, explica, es «fruto de la revolución democrática fallida de 2011 que empezó en el mundo árabe, cruzó como una metástasis saludable a España (vía el movimiento 15M, del que el domingo se cumplieron cinco años) y a Europa, llegó hasta Wall Street; pero aquella revolución fue derrotada y lo que tenemos ahora es una revolución negra». Una revolución que, según el filósofo, en Europa «tiene una vertiente económica ultraliberal, que ha desmantelado el estado del bienestar, los servicios sociales, etc., y una vertiente política que es propopulista, neofascista, protofascista».
Fracasada la revolución política, quizá no nos quede más que hacer la revolución poética, como propone el artista chileno Alejandro Jodorowsky, que cree que «la poesía salvará al mundo, es decir, la belleza, porque todos los problemas son por fealdad».
(Publicado en el diario HOY el 15/5/2016)