“No me gustan las amistades de mi hijo, sobre todo uno que fuma y dice palabrotas, y realmente estoy preocupada por la influencia que puedan tener en su comportamiento,” me escribe Carmen en un correo que me ha enviado, y me pregunta: ¿Debo prohibirle salir con amigos que considero que son una mala influencia? ¿Le digo lo que pienso sobre sus amigos, o me callo y cruzo los dedos?
Ante las muchas preguntas que me hacen los padres sobre qué hacer con las presuntas malas amistades de sus hijos, yo siempre respondo al estilo gallego con otra pregunta: “¿Le vas a buscar tú los amigos que le convienen?” Ante la imposibilidad de esta medida, lo que tenemos que hacer los padres es intentar que aprendan qué es eso de la amistad, y para eso es necesario dos factores: tener la posibilidad de elegir sus propias amistades, y observar cómo sus padres valoran y disfrutan de sus amigos.
Educar a los hijos tiene como finalidad enseñarles a gobernar su propia vida, que sean autónomos, que tengan metas, que se valoren para poder dar valor lo que les rodea, y éste es un camino en el que hay riesgos, riesgos que son inevitables porque, como en todos los aprendizajes, la posibilidad de cometer errores está presente.
Y los padres tampoco debemos olvidar que cuando aparecen las dificultades en la relación con un hijo, tenemos una tendencia a predecir catástrofes respecto a su futuro.
Vimos en el post anterior, sobre la adolescencia, que una de las características de la esta etapa es la predilección por los amigos. Los amigos son muy importantes, tan importantes que deberíamos tener en cuenta que, nuestro interés por protegerlos, puede generar un conflicto si no actuamos con la cabeza fría.
Escribir un blog tan genérico como es el de Escuela de Padres me lleva a hablar de los casos más frecuentes, más generales y por lo tanto menos extremos. Está claro que si nuestro hijo sale con miembros de una banda callejera o de delincuentes tenemos que hacer todo lo posible por impedirlo. Es nuestra obligación mientras son menores, y en casos extremos las medidas también han de ser extremas.
¿No te gustan los amigos de tus hijos? A lo mejor estas reflexiones te dan pautas para actuar:
1º) En primer lugar, piensa por un momento en tus propios amigos. ¿Tus hijos tienen la oportunidad de veros disfrutar con vuestro amigos?, ¿tienen la oportunidad de ver cómo os ayudáis en momentos difíciles?, ¿tienen la oportunidad de ver cómo habláis de ellos? Si tienes buenos amigos, y tus hijos ven y sienten el “ambiente” que generan, ya tienes recorrido una parte importante del camino.
2º) En segundo lugar, lo que deberíamos hacer es preguntarnos ¿qué tienen los amigos de nuestros hijos para no gustarnos, para asustarnos?, y responder de manera concreta (por ejemplo, no me gusta que fume, no me gusta que diga palabrotas, no me gusta su forma de vestir, etc,) y preguntarnos si no será que lo que nos da miedo es pensar que nuestros hijos se puedan dejar influenciar por dichas conductas.
Los padres tenemos que transmitir con claridad a nuestros hijos lo que consideramos una conducta aceptable y, por supuesto lo que consideramos que son conductas inaceptables. Pero ojo, les hablamos a los hijos de conductas, no de personas.
3ª) En tercer lugar, invita a los amigos de tus hijos a tu casa. Dile a tu hijo que quieres conocer a sus amigos. Así podrás observar en tu casa cémo se maneja ese amigo tanto con tu hijo, como contigo. Y tu hijo lo verá tambien.
4º) En cuarto lugar, nuestros hijos tienen que aprender a distinguir amigos que ejercen influencias positivas de amigos que ejercen influencias negativas. Pero lo tiene que descubrir ellos, no los padres. Cada vez que les decimos no me gusta ese amigo tuyo les estamos diciendo: “hijo no sabes ni buscarte amigos”.
Es mejor decirle “qué suerte tienes” por poder tener un amigo que se preocupa por ti, que te llama para salir, que no te obliga a hacer lo que no quieres, etc. Así nosotros le damos información de lo que un amigo hace, y que nuestro hijo compare con lo que hacen sus amigos.
5º) En quinto lugar, recordar que los factores que más influyen en la formación de relaciones de amistad son la proximidad y la semejanza. Eso quiere decir que a nuestros hijos les gustan los amigos que son parecidos en sus gustos, aficiones, valores, ideas, etc., pero a nuestros hijos adolescentes también les ocurre eso de “no hay nada más bello que lo que nunca he tenido” de ahí la tentación que provoca “el lado oscuro”. No desmitifiques a los amigos de tus hijos, ya tendrán ellos tiempo de decidirlo porque ¿tus amigos son perfectos?, ¿eres tu un perfecto amigo?.
Recordar que los amigos son muy valiosos y que el ejemplo vivo que damos los padres con la manera en que vivimos nuestras relaciones de amistad es una estupenda manera de educar.
Y para terminar os recuerdo que para tener amigos, buenos amigos, lo mejor es no ir haciendo enemigos.
El poeta José Martí lo describe en este precioso poema:
Cultivo una rosa blanca
En Junio como en Enero,
Para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.