A raíz del post sobre el Síndrome del Niño Cabrón he recibido algunos correos en los que padres y madres “desesperados” me muestran su paralización ante el comportamiento de sus hijos. Padres que creen que “ya no saben qué más hacer” y lo que es peor, padres que sufren porque piensan que están fracasando como educadores.
¿Has pensado tú alguna vez esto? Si la respuesta es afirmativa, te informo de que te estás convirtiendo en un/a padre/madre masoquista, así que haz el favor de leer lo que viene a continuación para intentar evitarlo (y procura, mientras lees, no pensar, “este Carlos lo ve todo muy facilito, aquí lo querría ver yo”).
Cómo no convertirse en padres masoquistas:
1º Deja de una vez de creer que no puedes hacer nada para ayudar a tus hijos, deja de pensar que las dificultades que presentan tus hijos o que puedan presentar se deben a que algo has hecho mal o no has sabido hacer como padre. Si piensas que eres un “inútil” te comportarás como un “inútil”, y lo que es peor, se te pondrá cara de inútil.
2. Deja de hablar de la relación que mantienes con tus hijos como algo insatisfactorio, tipop “vivo en un infierno” porque entonces creerás que tus hijos son hermanos o primos de la niña del exorcista. Habla de las dificultades reales que existen, pero introduce siempre pensamientos e ideas que muestren tu competencia, confía en tu trabajo y, sobre todo, hay que tener muy claro que lo que menos necesitan los hijos cuando “modorrean” es a unos padres desmoralizados.
3. Deja de buscar culpables alrededor de tus hijos. No eres tú, ni tu pareja, ni los profesores, ni los amigos, ni la televisión, ni la sociedad. Ya he repetido varias veces este proverbio africano: “para educar a un niño hace falta toda la tribu”, así que dejemos de buscar culpables porque todos somos corresponsables. Educar es actuar, y los padres ante las conductas de los hijos nos tenemos que posicionar sobre qué conductas son tolerables y cuáles son intolerables, y luego actuar.
4. Deja de pensar que “todo es un asco” porque este tipo de pensamiento lo que hace es que te encierres en ti mismo y aísles (“no tengo ganas de ná”). Con el “cagapenismo”, además de ofrecer a nuestros hijos un modelo en el que le enseñamos que, ante los problemas, nos hundimos, nos estamos perdiendo la oportunidad de obtener ayuda para afrontar los problemas, ayuda para recibir información positiva de nosotros mismos. Los amigos, los compañeros de trabajo, la familia son más que necesarias cuando hay problemas.
5. No dejes que tus emociones sean guiadas por las conductas de tus hijos. Está claro que el comportamiento de nuestros hijos hace mella en nosotros, pero si vinculamos nuestras emociones a las de nuestros hijos, puede que nos ahoguemos en esas emociones. Aprovecha las conductas de los hijos para enseñarles modelos de comportamiento, y qué mejor modelo que el de padres seguros y tranquilos frente a la tempestad, padres que, en las turbulencias, ofrecen a los hijos sus manos cariñosas pero firmes. Ese es tu trabajo: el de ser padres.
6º) Y por último: cada noche cuando te vayas a la cama deja de pensar en lo desgraciado que va a ser tu hijo “como siga así“, (te recuerdo que, mientras tanto, el modorro duerme a pierna suelta) y piensa que tú vas a seguir con la brega porque los padres no arrojamos nunca la toalla.
Como canta Luz Casal, es cuestión de suerte ser féliz. Educando es como adquirimos más papeletas del sorteo de la suerte pero es necesario que nuestros hijos también adquieran sus papeletas.
Y si necesitas ayuda, búscala. Hay estupendos profesionales para ello.