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Israel J. Espino

Extremadura Secreta

De moras, parteras y mandiles de oro

Ilustración: Borja González Hoyos/

Hemos hablado ya de la mora encantada y de la mora vengativa, pero en Extremadura también tenemos a “moras” amables y con visos de hada galaica, que  gratifica los favores que recibe  (como peinarlas o asistirlas al parto) con pepitas o monedas de oro, que se convierten en otra cosa si el humano revela su procedencia, o bien con algo que no parece valioso pero que luego se trastoca en oro, generalmente cuando el infeliz ya lo ha tirado, pensando que no tenía valor.

Esto es lo que ocurrió, sin ir más lejos, sobre una empinada roca de la sierra de Las Villuercas, en las estribaciones de los cerros Castillo y Tomelloso, donde  se encuentra el castillo medieval de Cañamero. Este castillo fue construido y habitado por un alcaide moro, bajo el que aún se conserva un aljibe natural  llamadoLa Cueva de la Mora”, donde se afirma que se oculta nada menos que el becerro de oro y la gallina de los huevos de oro. Por si fuesen pocas riquezas (que más de un cañamerano ha intentado encontrar) la cueva cuenta también la leyenda del parto de la mora, que es la que nos atañe en esta ocasión.

Hace ya muchos años que la esposa del alcaide comenzó a retorcerse con dolores de parto, por lo que  su esposo ordenó a los sirvientes que raudos fuesen al pueblo a buscar a una partera cristiana. Finalizado el nacimiento sin mayores complicaciones el alcaide manda que gratifiquen a la partera, y los sirvientes le llenan el mandil con un celemín de polvo amarillento que poco o nada llama la atención de la mujer.

Baja la campesina refunfuñando y a la altura de La Jarilla se sacude el mandil de mala manera y tira el polvo, malpensando que quizás sea un veneno o tenga algún encantamiento, tirando así la desagradecida ignorante una buena cantidad de oro en polvo, recogido del aurífero cauce del río Ruecas,  con el que ella y su humilde familia habrían sido ricos durante toda su vida.

La partera suele ser tonta, pero a veces surge una vecina espabilada  que, buscando su suerte consigue hacer rica a su familia, como ocurrió en Asegur, según recoge el investigador Félix Barroso Gutierrez:

… y la mora le echó a la mujer en el mandil un montón de astillas de oro (Fotografía: Jimber para Extremadura Secreta)

 En lo antiguo existía una cueva por frente de la prensa, por unos valles y vegas que hay por esos sitios. Hoy ya está toda aterrá la cueva, pero todavía se nota el “foche” (hoyo) donde estuvo la entrada. Y decían que allí vivía una mora, pues esto fue en tiempos tierra de moros. El caso es que la mora tuvo un día un hijo, y acertó a pasar por allí una vecina de Asegur, de este pueblo, la cual le ayudó en el parto a la mora. Entonces la mora, como premio, le echó a la mujer en el su mandil un montón de astillas de oro. Pero esta mujer del Asegur pensó que eran astillas de madera, pues no conocía lo que era el oro. Así que cuando se alejó de la cueva, arrojó todas las astillas menos una.

Al llegar al pueblo, le contó a una vecina lo que le había pasado y le enseñó la astilla de oro que traía. Y esta vecina, que sabía muy bien lo que era el oro, le dijo que había cometido una locura, ya que aquellas astillas eran muy valiosas. Y el caso fue que la señora se volvió a presentar en la Cueva de la Mora, a pedirle más astillas. Pero la mora le dijo que ya no podía ser, pues al haber despreciado la primera mandilá, ya no tenía derecho a más.

A los pocos días, fue otra vecina de este mismo pueblo la que acertó a pasar por la cueva, y ayudó a la mora a ponerle los pañales al crío y también le dio de mamar. Con que fue la mora y, como premio, le dio un buen montón de astillas de oro. Como esta señora conocía bien el valor del oro, cogió la punta en dirección a Ciudad Rodrigo; fue por esos caminos de Dios, que antes no había carreteras… En Ciudad Rodrigo le dieron por la mandilá de astillas un saco lleno de monedas de oro, que antes no había papel. Con el saco a cuestas, volvió al Asegur, donde repartió las monedas entre sus parientes. Y desde entonces, la gente más rica del Asegur son los descendientes de aquella señora. Luego, resulta que vinieron las guerras y a todos los moros los echaron de estos lugares, y desapareció la mora, y ya la cueva se comenzó a aterrar”.  

Los niños encantados vienen al mundo con un pan (de oro) bajo el brazo (Fotografía: Jimber para Extremadura Secreta)

Y es que, por lo que se ve, en Extremadura los niños, al menos los moros, no vienen con un pan (de oro) bajo el brazo. Porque una historia parecida historia ocurrió en Arroyo de la Luz, donde  se cuenta que en  la calle Castillo vivía una mujer mora que dio a luz. La partera que la asistió era cristiana y recibió como pago a sus servicios una astilla, que pensó de madera. La partera se molestó al recibir este regalo, pero al fijarse de nuevo en la astilla, vio que era de oro.

Eloy Martos Núñez recoge en uno de sus estudios dos versiones muy parecidas de esta misma leyenda en Llerena. La recogida por Publio Hurtado tiene como nota original el encantamiento de la pareja embarazada.

Cuenta como en las afueras de Llerena existió en tiempos un convento de frailes descalzos, del que apenas quedaban más vestigios que algunos cimientos y una noria con un caño o acueducto asotanado, que iba a desembocar a la Fuente del Pocito. En dicho acueducto moraba el matrimonio protagonista, encantado mágicamente, que cuando salía de su angosta vivienda a la luz del sol eran metamorfoseados en gallo y gallina de oro, y en polluelos del mismo metal su también conjurada prole.

Cuando ella se queda embarazada y van a dar a luz (o a poner un huevo si se asoma a que le de el aire) llaman a la partera del pueblo. El resto ya lo conocemos: astillas, mandil, partera enfadada, tesoro tirado, llanto y crujir de dientes.

Así que ya sabe: Si este domingo en el campo, mientras sestea bajo una frondosa encina, alguna mora o encantada requiere sus servicios para traer moritos al mundo o empollar huevos, hagalo de mil amores y guarde como un tesoro cualquier cosa que le den en pago. Seguramente lo sea.

Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


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