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Israel J. Espino

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El tesoro del mosaico y el falso adivino

Ahora que el Museo Nacional de Arte Romano exhibe el restaurado y espectacular mosaico de Orfeo, he recordado una historia (que no leyenda) de adivinos, mosaicos y tesoros.

Y es que alguna vez los videntes aciertan, pero otras muchas provocan la ceguera del oro, la enfermedad de la avaricia y la locura de la obsesión, que causa la ruina del pobre incauto que quiere enriquecerse con prontitud.

Y otras veces la obsesión hace peligrar algo más que el orgullo de una sola persona, y por encontrar un supuesto tesoro se aniquila un tesoro mayor, que como en las más antiguas leyendas, permanece invisible ante el que lo busca aún teniéndolo delante de los ojos.

Esto es  lo que sucedió con un mosaico romano que se descubrió en 1838 en la calle Sagasta de Mérida. En este mosaico se entremezclan magistralmente Musas, Victorias aladas, Belerofonte y Pegaso dando muerte a la Quimera, (un temible monstruo con cuerpo de cabra, patas de dragón y cabeza de león que asolaba la costa de Asia Menor), y hasta hombres cabalgando sobre una especie de dinosaurios que, afirman los entendidos, son en realidad pigmeos luchando con cocodrilos en los marjales del Nilo.

El mosaico nilótico, en el MNAR (Israel J. Espino)

El mosaico nilótico, a salvo en el MNAR (Israel J. Espino)

Su descubrimiento causó un gran revuelo en su época y contó con un testigo de excepción, el periodista Mariano José de Larra, quien escribió un artículo sobre el hallazgo.

Por desgracia, esta notable obra de arte sufrió una terrible agresión por culpa de un supuesto  adivino, quien según cuenta el conde de Cisneros, afirmó que bajo el mosaico había una orza llena de monedas de oro, lo que motivó la destrucción de buena parte del mismo.

Lo trsite es que según nos cuenta Jose María Álvarez, cronista oficial de Mérida y director durante muchos años del MNAR, esta era una práctica muy común en la España de la mitad de la centuria decimonónica.

 El desastre pudo ser mayúsculo, porque nos comenta el conservador de MNAR Jose Luis de Barrera que la dueña de la casa en la que apareció (hoy Centro de Interpretación  de las VII Sillas), contrató obreros y comenzó a picar el centro del mosaico siguiendo las ordenes del pretendido vidente, y como el tesoro no aparecía, el adivino fue cambiando de opinión respecto a la ubicación del tesoro, haciendo que picasen aquí y allá, hasta que la cordura de algunos de los que se enteraron del destrozo puso fin a tan tamaña barbaridad.

El presunto adivino, de origen portugués, según unos, y de origen granadino, según otros, lo que sí consiguió fue una orden de busca y captura, y puso tierra de por medio, por lo que sería necesario otro vidente de su calaña para saber donde se escondió.

El mosaico, un verdadero tesoro a pesar de los daños sufridos (sobrepintado gracias a un boceto que pudo hacerse antes de que lo machacasen) puede contemplarse hoy, para deleite de emeritenses y foráneos, ocupando tres plantas del Museo Nacional de Arte Romano. Pregunten por el Mosaico Nilótico.

Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


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