Realmente (y como bien recogió el etnógrafo Félix Barroso de labios del Tío Gabriel Crespo, de la alquería hurdana de Riomalo de Arriba) más que hablar del “Duendi Entignau”, habría que hablar del “Jáncanu Entignau”. Los jáncanos son gigantes primigenios y mitológicos de las Hurdes, y poco tienen que ver con los duendes, más relacionados con lo enanos nórdicos. La confusión viene porque el Entignau es hijo del duende Bolundrinu (un herrero mítico de las Hurdes del que ya hablaremos en otra ocasión) y de la Jáncana Bolundrona, una giganta de la que se cuenta que si estiraba los brazos, tocaba con la punta de los dedos el Pico Rongiero y el Pico Mingorro.
El Entignau salió a su madre, alto y grande ,y afirman que le llamaban así, “entiznado” porque ya de pequeño era muy inquieto, y si lo dejaban encerrado en casa se escapaba por la chimenea y de tanto subir y bajar por los lares estaba siempre manchado de hollín.
El Entignau, en los antruejos hurdanos de 2019 (Extremadura Secreta)
Realmente, este ser parece ser , sin duda, un descendiente de los elfos oscuros, criaturas de la mitología nórdica con características similares a los enanos . Sus papel y aspecto varía a través de folclore germánico pero se mencionan a veces con la piel negra u oscura como resultado del trabajo en la forja, trabajo al que, recordemos, se dedicaba su padre.
Cuando creció, se fue por las sierras y tenía la virtud de ” engurrubiñá” las tormentas y de amansarlas. Fumaba una pipa de brezo blanco, que llenaba con un haz de “raigón calabacero”, que era lo que se fumaba en las Hurdes cuando aún no había llegado el tabaco, y era amigo de entrar en conversación con los pastores de la sierra, a los que siempre les ofrecía el “dehlabón” y “la pernala” para que encendieran sus cachimbas.
Actas del Congreso Nacional de Hurdanófilos de 1908, de Vicente Paredes
Este hecho se encuentra atestiguado en las actas del Primer Congreso de Hurdanófilos celebrado en Plasencia en 1908, donde el por aquel entonces joven escritor Santos Diego cuenta:
“Un cabrero velaba su rebaño cierta clarísima noche de julio en las cumbres de La Gineta. Dieron ganas de fumar un cigarro y al ir a encenderlo se encontró sin mecha.
Mustio y desconsolado, con el apagado cigarrón en la boca, tendió la vista hacia el río que a los pies de la montaña corría y ¡oh, asombro!, vio a un duende descomunal y gigantesco que, en forma humana, vestido de levita y chistera, descendía del Arroceño y caminaba río abajo con un largo puro encendido en la boca. Y tal era la estatura del duende que mojándose sus pies en el agua del río, la copa de su sombrero sobrepasaba los altísimos picos de La Gineta y El Capallar.
Más el cabrero no se asustó, porque, como él decía, quien viste de levita ha de ser persona decente; y con la mayor naturalidad del mundo le pidió lumbre para encender el cigarro
– ¡Toma!, le dijo el duende.
Y sin necesidad de empinarse le tendió el puro. Cogiolo el cabrero con ambas manos, devolvió el puro al duende, siguió este su camino hasta perderse por la parte de Nuñomoral y el jurdano se fumó el cigarro tan campante”.
Félix Barroso, historiador y etnógrafo hurdano (Extremadura Secreta)
Años más tarde el Tio Goyo, de la alquería hurdana de Vegas de Coria le daba al investigador Félix Barroso más detalles: El Entignau es negro como la pez, de ahí su nombre de “entignao”. Viste de negro, con levita y sombrero de copa, y vive en lo alto de sierra de La Gineta, deslindando los ayuntamientos de Caminomorisco y Nuñomoral. Aparece al amanecer o al anochecer, y siempre está liando tabaco, y hace cigarros puros que le ofrece a los pastores que andan por ahí con el ganado.
Pero no todos los pastores aprecian su generosidad, y entonces el Entignao se agarra unos rebotes de mil demonios. Y es que los elfos oscuros son guardianes ancestrales que protegen a la gente, aunque pueden también ser amenazadores, especialmente cuando se les trata de manera grosera, como le ocurrió a un pastor hurdano.
Cuentan que un día bajaba con el ganado, a la puesta de sol, un pastor por el sitio de La Romaero cuando de repente se alzó del río el Entignao, ofreciéndole un puro. Pero el pastor, en lugar de cogerlo y agradecérselo, que hubiera sido lo propio, fue bastante más práctico y desagradable:
– ¡Pues vaya cosa: un cigarro-puro! Ya me podría usted dar una buena bolsa de monedas de oro!
Entonces el Entignao se enfadó muchísimo por lo desagradecido que había sido el pastor, y le dijo:
– ¡Con que eres un avaricioso que sólo quieres monedas de oro! Pues ahora vas a ver…
Y afirman que entonces se desató una tormenta que oscureció todos los montes como si fuese de noche, y a todo el ganado, y al pastor mismo, se los llevó el río hasta que dio en el mar con ellos, ya ahogados. Y así fue, según contaban los ancianos hurdanos, como dieron comienzo las tormentas en el mundo.
El Entignau hace y deshace tormentas en Las Hurdes (Extremadura Secreta)
Y es que las tormentas, amigos míos, las prepara el Entignau, que a veces pone uno de sus enormes pies sobre el Pico Mingorro, y el otro sobre el Pico Solombrero, alborotando con su sombrero de copa las nubes del firmamento.
Después toca un tambor que tiene por parches dos pieles de lobo, y del resultado del toque, viene el estruendo de los truenos. Y al restregar el eslabón con el pedernal de su rústico mechero salen los relámpagos y caen las chispas a la tierra, que traen piedras afiladas, las llamadas piedras del rayo que los extremeños usan como amuletos para protegerse de las tormentas.
Lo bueno es que, mientras dura la tormenta, La Chancalaera se cuida mucho de andar por los montes… ¿Qué quién es La Chancalaera? Cuando pasen las tormentas se lo cuento. Palabra.