En el oeste de Extremadura los gatos indican tesoros. Gatos grabados en piedras, felinos pétreos que indican con su rabo o su bigote en qué parte del castillo se oculta el tesoro escondido.
En Santiago de Alcántara, en el hoy derruido castillo de Esparragal, en el “Buraco” había una roca en forma de gato, que miraba hacía el tesoro que estaba escondido en el castillo.
También cuentan allí, si uno quiere escucharlo, que hace muchos años un niño que cuidaba unas vacas en el campo vio de pronto una figura que brillaba. Al acercarse pudo ver un precioso gato amarillo que resplandecía con los rayos del sol. Se quedó asombrado y corrió a contárselo a su amo, pero éste le reprochó su ignorancia: al parecer no tenía que haberlo contado hasta no ver al gato tres veces, pues ahora el minino desaparecería y nadie podrá verlo jamás.
Pasados unos días el chico volvió con sus vacas, pero por más que miró y remiró, el gato no volvió a aparecer. Al parecer el gato se aparece en el sitio conocido como La Grajera y mira hacía el castillo, y el tesoro está enterrado en el lugar donde indica su cola.
Más afortunado (o menos, según se mire) fue un vecino de Portezuelo, que por las postrimerías del siglo XIX se topó en el castillo de Marmionda con el ladrillo que tenía el correspondiente gato dibujado, debajo del cual, según la tradición secular, debería encontrarse el tesoro. Al parecer se hicieron concienzudas excavaciones pero el esperado tesoro no apareció.
El Castillo de Peñafiel, cerca del municipio cacereño de Zarza la Mayor, también conocido por el bello nombre de Racha Rachel (La Roca de Rachel) se remonta al siglo IX, a la época de la dominación musulmana. En 1640, con motivo de la Guerra de la Independencia de Portugal, el castillo queda en ruinas, y comienzan a circular leyendas de tesoros escondidos, cuevas y pasadizos, nunca encontrados. Y los hay a montones, oiga.
Uno de estos tesoros se encuentra, según el “Libro de los haberes”, a “un estado de hondo”, a un paso frente a la pared donde hay un gato pintado en una piedra, en la puerta del castillo que mira a Poniente.
Otro se encuentra se encuentra oculto al pie de una cabeza de cabra pintada en el castillo. Y otro más, de propina, está enterrado en el subsuelo, a quince pasos de la puerta principal. Y por si fuera poco, en la iglesia del castillo, a dos pasos del altar, hay un pilón de oro y plata a “estado y medio” de profundidad. Vamos, que el que no tiene un tesoro es porque no quiere.
Así que ya saben, nada de buscarle los tres pies al gato…lo que hay que buscar es el gato del castillo.