En plena llanura cacereña, junto a Malpartida de Cáceres, el viajero se desconcierta al encontrase, de repente, en medio de un paisaje mágico, el Monumento Natural de Los Barruecos, una espectacular creación natural que el ser humano a creído tocada por los dioses.
No hacía falta que la guía Repsol viniera a decirnos que este es el Mejor Rincón de España. Muchos ya lo sabíamos. Porque los Barruecos (y voy a dejar de lado a propósito al museo Vostell) es un espacio mágico donde uno se reencuentra consigo mismo, salpicado de charcas y enormes piedras graníticas que conforman este paisaje sugerente y único, en el que la naturaleza y los dioses se sienten más cerca que en ninguna otra parte.
La erosión ha moldeado las moles pétreas durante millones de años dando lugar a singulares bloques redondeados, con multitud de formas caprichosas como Las Peñas del Tesoro, El Tiburón, La Seta, La Bomba, el Caracol o La Horca, de la que la leyenda cuenta que sus agujeros servían de soporte para las sogas destinadas a ahorcar durante el imperio romano.
Las curiosas formas de las piedras siempre han ejercido una poderosa atracción y quizá por ello, o por la magia que desprende el lugar, ha sido utilizado durante miles de años como necrópolis, santuario y centro espiritual.
En los Barruecos encontramos no solo pinturas rupestres y grabados desde la Edad del Cobre hasta la Edad del Hierro, sino también poblados neolíticos, restos de poblaciones romanas y numerosas tumbas antropomorfas excavadas en la misma roca. Aquí, hace solo unos años, el un incansable investigador cacereño, Juan Rosco, descubrió En Los Barruecos tenemos un observatorio astronómico de la Edad del Cobre en el que los rayos del sol pasan por un agujero natural de una roca, y a determinadas horas , durante los equinoccios, iluminan completamente un grabado antropomorfo ubicado en el interior de la roca.
Pero si existe un lugar mágico en este paisaje es sin duda su diminuto santuario rupestre, oculto en el interior de una gran piedra caballera y al que solo se puede acceder reptando. Una vez que se ha conseguido pasar al interior de la roca el concepto de “útero de la tierra” cobra todo su significado. Las pinturas del interior, trazadas en color rojo, te rodean en todo momento. La sensación que se experimenta en su interior es pura magia milenaria.
Y si hablamos de magia no podemos olvidarnos de Las Peñas del tesoro, enormes rocas graníticas de evocador nombre llamadas así porque, según la voz del pueblo, allí aparecieron unos pequeños exvotos en forma de cabra relacionados con el culto a la antigua diosa Ataecina, deidad del renacer, la fertilidad, la naturaleza, la luna, la curación y el mundo subterráneo.
Realmente estas dos cabritas de bronce (que actualmente se encuentran en Madrid, en el Museo Arqueológico Nacional, y cuya reproducción a escala Godzilla puede verse en las calles de Malpartida) fueron encontradas en 1885 en otro lugar, cerca del pueblo.. Pero ese mismo pueblo muchas veces es más sabio de lo que pensamos, y no suele errar mucho en su memoria, y cuando a esta inmensa mole de piedra la denomina “La Peña del Tesoro”, por algo será.
Porque cuando la piedra suena, magia lleva.