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Israel J. Espino

Extremadura Secreta

Señales del fin del mundo

Gustave Dore/

Aunque haya agoreros que vaticinen el fin del mundo, en Extremadura sabemos de buena tinta que las señales infalibles todavía no han llegado. 

De hecho, hay tres lugares en estas tierras donde los vecinos, desde sus balcones, pueden comprobar que de esta nos libramos.

El primero es Logrosán, un pueblecito de las Villuercas conocido por ser patria chica del insigne Roso de Luna y por ser lugar de encuentro  de conventículos brujeriles en el siglo pasado.  Desde las alturas de la iglesia de San Mateo una gárgola observa divertida como el pueblo, desde hace días, amanece desierto. La escultura pétrea, monstruosa como todas las gárgolas, tiene apariencia simiesca y un objeto entre las manos que se acerca a la boca.

La gárgola del mono y el torrezno, en la iglesia de San Mateo , en Logrosán (Extremadura Secreta)

En el pueblo las voces antiguas afirman que es un mono que come un torrezno, y que cuando el animal se zampe el tocino frito se acabara el mundo. La realidad es que la gárgola es muy posible que represente el pecado de la gula, y por eso la tradición habla precisamente de un torrezno y no de otro alimento, porque en la Edad Media el alimento más deseado era el tocino. Y si era frito, ni te cuento.

Otra de las señales del fin del mundo que no se han cumplido (por ahora) se encontraba en Mérida. Ya hablamos de ella en otra ocasión, cuando contábamos en estas mismas páginas la historia extremeña de la mesa del rey Salomón, que los árabes encontraron en la iglesia de Santa María de Jerusalén. Luego se la llevaron a la mezquita de Damasco, y la mesa se perdió en algún momento de la historia. Afortunadamente, porque la tradición afirma que cuando vuelva a aparecer, será por el fin del mundo está cerca.

Concatedral de Santa María, en Mérida, sucesora de la iglesia de Santa María de Jerusalén (Extremadura Secreta)

Algo parecido ocurre con el último objeto “findelmundista”, que se encuentra en la campiña sur extremeña, concretamente en la bella Llerena, sede de la inquisición extremeña. Allí, muy cerca de la plaza mayor, se encuentra el convento de Santa Clara, en cuya fachada se puede contemplar, entre la espadaña y la ventana superior, un extraño agujero que visto desde abajo es cierto que parece un almirez encastrado.

Convento de Santa Clara, en LLerena. A la derecha , sobre la ventana, el almirez del fin del mundo (Extremadura Secreta)

Cuentan los ancianos que el diablo enterró la mano del mortero en el huerto del convento. Y en el pueblo se afirma que cuando aparezca accidentalmente el mazo será el anuncio del juicio final.

Así que por ahora, y mientras el goloso mono de Logrosán no se acabe su merienda, mientras no aparezca  la mano del mortero del diablo  ni la mesa del rey legendario,  podemos dormir tranquilos.

Porque como decía el famoso anillo del mítico Salomón: “Esto, también pasará”.

 

 

 

Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


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