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Israel J. Espino

Extremadura Secreta

El temible llanto de la bastarda

Ilustración: Borja González Hoyos

Era una cálida noche de verano. La luna llena iluminaba los campos de la comarca de Alcántara como si una extraño velo cubriese los contornos de los montes, los árboles y las rocas. Avanzábamos siguiendo la ruta de los bandoleros, bordeando una laguna en la que chapoteaban peces nocturnos y anfibios insomnes. A lo lejos, Brozas dormía.

Avanzábamos por un sendero de tierra que serpenteaba como una cinta amarillenta entre la hierba crecida y agostada cuando algo reptante hizo que la maleza temblase.  Intranquila, le pregunté al guía si había serpientes grandes por la zona.

–       Bastardas- contestó.

Bastardas. Un nombre que a mucha gente en Extremadura aún  le pone los pelos de punta. Un nombre en el que se funde lo real y lo legendario, el respeto y el miedo. A la culebra bastarda o Malpolon monspessulanus también le llaman “La Bicha”, y es fácil encontrarla en los campos extremeños. Tiene aspecto fiero y desafiante, una mirada  penetrante con la que se cree que hipnotiza a sus víctimas, un tamaño considerable del que se afirma que aumenta aún más al interceptar a sus víctimas elevándose sobre su cola cuando va a atacar, y la mala costumbre de mamar leche de vacas, cabras y mujeres, como ya hemos contado en otros artículos.

Cuentan en Las Hurdes como el «culebrón» (como también se le conoce) es capaz de emitir ciertos sonidos chirriantes para llamar la atención de sus presas. Algunos cazadores de la zona  afirman incluso que es “como un niño cuando llora”. «El llanto de la bastarda» es como llaman a la lúgubre sintonía que efectúa “La Bicha” momentos antes de plantarse frente a su enemigo.

La penetrante mirada de la bastarda (Jimber)

Escamosa y de tonalidad marrón verdosa, cuentan que utilizar su robusta cola como fatal látigo con el que llega a golpear a algunas de sus víctimas hasta matarlas. El periodista Iker Jimenez recogió algunos casos en Las Hurdes de niños atacados por la bastarda de este terrible modo, como en El Cabezo, donde  se narra la historia de un bebé al que el reptil dio muerte tras un momento de descuido de la madre.

La leyenda afirma incluso que la bastarda tiene cerdas en el lomo y pelos en la cabeza, lo que, junto a  la portentosa fuerza de su cola, la pueden emparentar  con la Caragontía de Montánchez  y hasta con el cuélebre asturiano.

Y como siempre, hay quien saca partido hasta de lo más legendario. El historiador José María Domínguez Moreno me contaba hace poco cómo una mujer de Ahigal, a la que los muchachos le robaban las habas, pregonó a los cuatro vientos que había visto en su huerto una serpiente de ni se sabe cuántos metros, provista de una exagerada melena. El bulo fue reiterado por los hortelanos vecinos. Desde aquel momento los habares del entorno quedaron libres de las rapiñas infantiles.

 

Para protegerse de la bastarda afirma el pueblo que no hay más remedio que rezar el «responso del viborón», y para la mordedura , la «limpia del alacrán», un remedio utilizado desde hace siglos en Casares y Ladrillar, y que se efectúa rozando un escorpión sobre la zona mordida por la bicha, mientras se reza la consabida plegaria.

La bastarda, entre la realidad y la leyenda (Jimber)

Y es que, además del tamaño, a “la bicha” se la teme por su veneno, aumentado por la leyenda y por la tradición oral. El investigador hurdanófilo Félix Barroso recoge la historia de un pueblo, ya abandonado llamado La Rocasqueru donde, en una poza del rio, vivía una anguila que mantenía relaciones con un bastardo. Cuando la anguila alcanzo un peso considerable, los vecinos decidieron comérsela, y como no sería de grande que hubo anguila para todos. Todos comieron menos el sabio del pueblo,  el Tío Godencio, un zajoril que nació con una cruz debajo de la lengua y que hablo en el vientre de su madre antes de nacer.

El Tío Godencio intentó detener a sus vecinos, convenciéndolos de que la anguila, al tener relaciones con el bastardo, se había contaminado de su veneno, pero nadie le hizo caso y siguieron comiendo. Todos murieron envenenados, y el Tío Godencio se convirtió en el único dueño del pueblo.  Un pueblo fantasma, eso sí, que decidió donar a quien mejor lo trató luego. Pero eso es otra historia que ya contaremos en otra ocasión…

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Leyendas y creencias de una tierra mágica

Sobre el autor

Periodista especializada en antropología. Entre dioses y monstruos www.lavueltaalmundoen80mitos.com www.extremadurasecreta.com


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