Regilandu de mieu, en Las Hurdes, viene a significar “temblando de miedo”, que es básicamente lo que se hace cuando se acude a la bella alquería de Cambrón la noche del 18 de julio, cuando esta pequeña alquería hurdana se convierte por arte y gracia de sus propios vecinos en uno de los lugares donde pasar miedo en Extremadura.
El mieu comienza a entrar en el cuerpo a las 22,30 horas en la plaza del pueblo, donde tras una bienvenida teatralizada y una exhibición de cortometrajes se inicia el recorrido por la senda que une la localidad con el centro de interpretación.
El camino parte del pueblo, donde ya las calles oscuras y los personajes tenebrosos aguardan en cada esquina, desde una niña fantasmal hasta un inquietante exorcista…
Los visitantes tienen que recorrer, divididos en pequeños grupos y en la oscuridad de la noche el camino que lleva desde Cambrón hasta el Centro de Interpretación del Agua y el Medio Ambiente de Las Hurdes.
En el camino se cruzan, aparecen o se intuyen algunos personajes de la leyenda y de la mitología hurdana, cuya presencia se potencia con iluminación y sonidos.
Hay que tener cuidado con Macho Lanú, mitológico Macho Cabrío bípedo que brama entre los valles con voz humana y cuya silueta se recorta en el monte a la luz de los rayos que provoca con su pedernal El Entignau, Señor de las Tormentas, con su rostro ennegrecido por el hollín y su sombrero con el que rasga las nubes para provocar la lluvia.
Otra luz titilante brilla en un cruce de caminos. Las encorujás, las brujas hurdanas, musitan extrañas salmodias alrededor de velas y de cruces, preparando el ánimo del ya inquieto visitante para la extraña comitiva de luces y velas que se acerca ante ti por el camino oscuro.
Son blancos fantasmas los que vienen en silencio, la procesión de las ánimas que se acerca con cirios en las manos que intentan ofrecerte y que no debes coger jamás, bajo pena de ver la vela convertida en un hueso humano y de verte a tí mismo condenado a acompañar a la procesión de los muertos para toda la eternidad.
Huyendo del fúnebre cortejo consigues pasar entre las almas perdidas y te adentras de nuevo en el camino y en la noche. Otro punto de luz en el camino te advierte de un nuevo “miedo”.
Sentada ante el tenderete en el que exhibe los más extraños objetos, La jáncana espera al mortal que la desencante eligiéndola a ella entre tanta quincalla. Pero los mortales, materialistas y necios, siempre eligen la tijera con la que la jáncana termina cortándole la lengua o la mortaja.
Tras una senda interminable en la que el corazón parece salirse del pecho, por fin el viajero llega a su destino oculto en las montañas: un puente de piedra y un antiguo molino de aceite donde este año nos espera la maravillosa exposición de fotografía “Mitos y Leyendas” de Simón Planes y Jana Vázquez.
Pero ni siquiera allí estamos a salvo, porque una nueva proyección de sobrecogedores cortometrajes y alguna que otra terrorífica sorpresa consiguen que terminemos la noche tal y como la comenzamos: regilando de mieu.