Las hadas extremeñas, aunque parezcan escasas, forman una gran familia compuesta por Moracantanas, Damas Blancas, Encantadas, Reinas Moras e Hilanderas, entre otras. De las primeras ya hemos escrito en alguna ocasión, y de las últimas me dispongo a dar unas ligeras puntadas.
Afirma Jesus Callejo que Las Hilanderas son en todo iguales a las mujeres humanas, pero mucho más hermosas, y andan solo por la noche y van vestidas de blanco con escarpines blancos de lana.
Y en cuanto uno se pone a investigar, descubre que las hilanderas extremeñas le recuerdan a alguien, y acuden a la mente algunas imágenes clásicas… concretamente las Parcas romanas y las Moiras griegas, convertidas en hadas hilanderas y el hilo como vida y como muerte, el continuo tránsito sin comienzo ni fin.
Las tres Parcas regulaban la duración de la vida de los humanos desde el nacimiento hasta la muerte con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba y la tercera cortaba cuando la existencia de cada persona llegaba a su término.
En el Foro romano, las Parcas estaban representadas por tres estatuas, llamadas las Tres Hadas (Tria Fata, los tres Destinos), y sus nombres eran Nona, Décima y Morta. Y de los tres tipos de hadas tenemos ejemplos en Extremadura.
Nona lleva un ovillo de lana (como los escarpines de las hadas hilanderas, ¿recuerdan?) en una rueca e hila el destino de los hombres. Es la “hilandera” por antonomasia. Y para no dar puntada sin hilo, es hija de la noche y se la representa vestida de blanco, al igual que nuestras hadas hilanderas.
Las hilanderas no dejan de mover su rueca jamás, ni siquiera para erigir megalitos y dólmenes, cuya construcción se les atribuye en muchos lugares.
En Extremadura tenemos al menos “constancia” de que levantaron el grandioso pero semidestruido dolmen del paraje hurdano de “El Cravilejo”. Recoge el investigador Félix Barroso el relato de un vecino en el que se afirma que el dolmen lo trajo una mora en la cabeza porque como venía hilando con el huso y la rueca no podía traer las piedras en las manos. Afirman los lugareños que las moras vivían antes por estos terrenos, y que todavía hay algunas que salen la mañana de San Juan.
Y tirando del hilo, más que curioso (yo diría que maravilloso) es el dato que aporta el mismo Barroso acerca de los antiguos carnavales de Santibáñez el Bajo, en los que aparecía la figura de “La Encantaora”. Este personaje lo representaba una mujer que iba totalmente vestida de blanco, de los pies a la cabeza. Se hacía acompañar de dos mozuelillas, también ataviadas de blanco. La “Encantaora” iba hilando con huso y rueca. Se paraba en las plazuelas y en las encrucijadas y clamaba a grandes voces:
“A las buenas mozas,
hijas de malos padres,
pero guapas como dos soles.
¿Quién me da por ellas
los tres mil reales?
¿Quién echa mano a la bolsa,
que es mucho lo que ellas valen?
¿Quién las quita el cautiverio?
¿Quién me las saca de males?”.
Después, y mientras hilaba cada vez mas rápido y las dos jóvenes danzaban a su lado, recitaba una copla que hablaba de mozas que se acercan a ciertas fuentes en las mañanas de San Juan…
Y es que Las Hilanderas, como todos los seres mágicos, están vinculadas a un elemento propio del terreno, ya sea una fuente, un arroyo, una peña o un bosque, y los pozos o fuentes son los preferidos por las “encantadas” que se relacionan con Décima, la segunda parca, que devana el hilo y dirige el curso de la vida.
Y devanando hilos, a veces negros, a veces dorados, tenemos numerosas mozas en nuestras tierras, como La encantada de Valle de la Serena o el Encanto del pozo de Cinojal de Ahigal, el de Cabrero, El Encanto Mancebo de la Fuente de la Bellota de Santibáñez el Bajo, o el de La Fuente Labrá de Guijo de Granadilla.
La última Parca, llamada Morta, corta el hilo de la vida con sus tijeras y eligiendo la forma de la muerte. Y de estas tenemos en Extremadura para dar y tomar. Sobre todo en Las Hurdes. Son las moras-tenderas y las Jáncanas que ofrecen para elegir baratijas y joyeríos varios, y que acaban esgrimiendo (y a veces utilizando) tijeras de oro contra aquel que se acerca y no logra desencantarlas.
Y hasta aquí las agujas encontradas en los pajares de la leyenda. Otro día hilaremos más fino, pero hasta entonces disfruten de nuestros mitos sin pincharse, y a poder ser, sin dormirse. Al menos para siempre.