Hemos hablado ya de serpientes monstruosas y de culebras mamadoras, pero nos quedaba hablar de otras pequeñas, pero matonas: culebras legendarias que matan pueblos enteros sólo con su mortífero veneno.
O al menos eso dice el saber popular, porque el científico afirma que de venenosas, nada. Hablamos de reptiles que bordean, con su cuerpo curvilíneo, la leyenda y la realidad, comenzando por sus nombres, que varían de pueblo en pueblo y de comarca en comarca, junto con sus misteriosas cualidades.
El eslabón o deslabón bien puede ser realmente la culebrilla ciega (Blanus cinereus), pero lo cierto es que en Descargamaría o Conquista de la Sierra se le llama dehlabón, mientras que en Santa Amalia, Orellana la Vieja y Medellín se le llama derlabón. Recibe el nombre de delabón en Arroyo de San Serván y Miajadas, eslabón en Mérida, liso en Villanueva del Fresno, Medina de las Torres o Santa Marta y aldabón en La Albuera.
La lista de “hazañas” de esta serpiente es de lo más variada. En Puebla deObando y en otros puntos de Extremadura aún se afirma que hay que tener mucho cuidado cuando se tiende la ropa en el suelo para que se seque, ya que que si pasa un deslabón por encima no queda más remedio que planchar la ropa del derecho y del revés, pues en otro caso saldrán culebrones (herpes Zoster) a todo aquel que se ponga estas prendas.
Pero esto no es nada comparado con lo que hace estas serpientes eslabón en otros lares… Los amigos de Miajadas nos contaban que, según las leyendas de su pueblo, el delavón espera a la hora de la siesta para lamer las venas de la muñeca del durmiente y darle así una muerte tan dulce como terrible.
Pero, como decíamos al principio, la principal característica de este escurridizo animal es la de matar a la primera. De hecho, aún se oye entre pastores un dicho corto y rotundo que advierte sobre su peligrosidad:
“Si te pica un ehlabón,
coge pala y azadón”.
O este otro que tal baila:
Si te pica el deslabón
llama al cura y al enterraó
Y prueba del temor reverencial del campesino a esta especie es que en toda Extremadura aún se recita el dicho que afirma que
“Si el delavón viera y la víbora oyera
no habría ser humano que al campo fuera”.
Y es que incluso se cuenta, según afirma el periodista Iker Jiménez, que una plaga de ehlabones obligó a los pobladores del apartado caserío de El Moral a abandonar para siempre sus hogares. Hoy, la piedra desnuda de ese despoblado hurdano nos recuerda la amarga tragedia.