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Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

Da Vinci y la sopa de sobre

¿Leonardo cocinero?

 

Maggi no, Da Vinci fue el creador de la sopa de sobre. Al menos eso es lo que se desprende del llamado Codex Romanoff. Texto profusamente ilustrado supuestamente hallado en 1981 y atribuido al genio renacentista. En él se incluyen recetas, íntimos apuntes biográficos, protocolo en la mesa, jocosas ocurrencias y curiosos inventos. Según el Códice, Leonardo fue el inventor de la servilleta, el molinillo de pimienta, el extractor de humos, del sacacorchos para zurdos y un sinfín de artilugios. También encontramos un puñado de sorprendentes recetas a medio camino entre la “nouvelle cousine” y los rancios platos medievales: sopa siciliana con sabor a humo, testículos de cordero con miel y nata, crestas de gallo con migas o sopa de naranjas. Todo ello, por supuesto, en honor a su señor, Ludovico Sforza, el moro.

Que Leonardo Da Vinci era un pozo de sabiduría es de todos conocido. Sin embargo, en esta ocasión, estamos un monumental engaño. Todo falso. El Codex Romanoff es una broma de dos simpáticos historiadores ingleses, Shelagh y Routh. Ni el Códice está en L’Hermitage, ni se le espera. Leonardo´s kitchen note books no tiene otro fin que el bufo. Y el crematístico, porque llevan miles de ejemplares vendidos.

Y sin embargo hay un indubitado manuscrito suyo en la British Library. Data de 1518 y habla de geometría. En un determinado momento, cuando parece que el maestro más enfrascado está en sus teoremas, de repente termina y escribe, “perche la minesstra se freda”. Esta referencia a lo cotidiano, a que la sopa se le enfría, nos acerca al hombre, ya por entonces viejo, al que imaginamos sorbiendo de un cuenco de sopa humeante. Sopa de verdura, claro, porque profesó la religión vegetariana en sus últimos años.

Así que cuando les cuenten que Leonardo Da Vinci concentró el caldo en pastillas mienten. Lo que se cuenta en el falso códice de que redujo seis vacas a unas pocas pastillas es una filfa. No, no inventó Leonardo la sopa de sobre. Habrá que esperar a 1680 para que un tal Martin intente algo parecido a un caldo concentrado de carne. Sin demasiado éxito, por cierto. Pero la historia de la entrañable sopa de sobre merece una Cuchara de San Andrés para sí sola. Y pronto.

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Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


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