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Fernando Valbuena

La Cuchara de San Andrés

SUSPIROS DE ESPAÑA

 

¿Tienen algo que ver los pastelillos con los pasodobles? Tal vez. Que se lo pregunten a la Banda de Música del Tercer Regimiento de Infantería de Marina de Cartagena. En este extraño mundo de marines de celuloide a España le cabe la gloria de alumbrar la primera infantería de marina de la que se tiene noticia. ¡Qué nudo en la garganta! ¡Valientes por tierra y por mar! Desde 1537. Piquete del Martes Santo, Semana Santa de Cartagena, Tercio de Levante, Calle Real. ¡Viva el San Pedro!

Ya saben que me gustan los viejos cafés. Las barras de mármol blanco, y las cortinas de terciopelo rojo, muy rojo. Tertulias envueltas en humo. Maestros, discípulos,… El genio en la palabra. En el “Café La Palma Valenciana” de Cartagena tocaba el piano el jovencísimo maestro Antonio Álvarez Alonso, que Dios tenga en su Gloria. Una noche de 1902 estrenó allí, entre amigos, una composición que fue muy del agrado de los presentes.

Al volver a la pensión le daba vueltas al nombre que merecía y en esto apareció ante él la “Confitería España”. ¡Qué nombre, qué rotundidad, qué pujanza! Allí, en el escaparate, unos pastelillos de merengue llamados “suspiros” que aguardaban para entrar en la historia patria. Las musas dieron nombre a la pieza recién estrenada. Y los suspiros de vendía la “Confitería España” de Cartagena fueron “Suspiros de España”. ¡Señor que pones en nuestro camino la luz!

Hoy ya no existe la tal pastelería, y hasta la misma España está en liquidación, pero en la vieja Casa Cervantes, que así se llama el edificio en que se ubicó, un reloj toca cada hora los acordes “Suspiros de España” desde las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche. Dicen que el día que no lo haga, España habrá muerto.

Si pasan por Cartagena recuerden esta vieja historia. Y al recorrer su Calle Mayor, junto al Casino, busquen los suspiros del maestro Álvarez. O la torta de chicharrones, o el pastel de cierva, o los cordiales o los crespillos o los alfajores o el arrope. Porque el patriotismo, a veces, cuece en hornos pasteleros. Y al mirar las dulces aguas de su puerto milenario, recen por los que tuvieron que abandonar la patria sin otro tesoro que las lágrimas que en su rostro ponía la más bella melodía que compusiera el maestro Álvarez. En mi corazón, España, te miro, y el eco llevará mi canción a España en un suspiro.”

 

 

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Sobre el autor

"Todo comienza con un chorreón de aceite al que se añaden unos ajitos. Sempiternas primeras palabras de los recetarios ibéricos, génesis indubitada del arte culinario nacional. Quiso Dios poner en cada cocina un clavo para que de él colgaran las ristras de ajos. Ristras soberanas de las viejas, de las muy nobles y muy invictas cocinas españolas. Alma y fundamento de asados, fritangas y guisotes. ¿Qué sería de España sin sus ajos? ¡Soberbios fogones patrios! ¡Alabados seáis!"


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