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Manuel Pecellín

Libre con Libros

La ruta artística de Guadalupe

El Centenario del nombramiento de Santa María de Guadalupe como patrona de Extremadura supuso la organización de numerosas actividades culturales a través del proyecto ‘Guadalupe 2007’.

Teresiano Rodríguez fue el comisario de dicha entidad y a cargo de la misma se montaría en Madrid una magna muestra donde exponer en torno a medio centenar de obras pertenecientes al Santuario de las Villuercas y que prácticamente nunca habían salido de la Casa.

La capilla del Palacio Real, el monasterio de la Encarnación y el de las Descalzas Reales constituyen la triple sede de la exposición desarrollada durante los meses de febrero-marzo 2008. Francisco Tejada Vizuete fue el comisario de la misma y el coordinador de la obra que presentamos.

Este hermoso volumen que se ha editado recientemente tiene dos partes diferenciadas. En la primera, un grupo de especialistas exponen las directrices seguidas a la hora de desarrollar la selección de las piezas (T. Vizuete); los hitos fundamentales de la historia de Guadalupe (Fr. Sebastián García y Antonio Ramiro); las visiones que del Monasterio nos dejaron visitantes como Müntzer, Gaspar Barreiros o Miguel de Unamuno (el célebre pensador peregrinó en carro) ; las esculturas y pinturas conservadas en el ilustre Cenobio (Patricia Andrés González y Odile Delenda ); la brillantez del scriptorium y de los magníficos códices miniados que allí se conservan (Pilar Mogollón) y las labores de sus talleres de bordados (Francisco Javier Pizarro).

Son estos especialistas que en la parte segunda catalogan detallamente las piezas, añadiendo a los datos técnicos de cada una las características más relevantes de las mismas.

La obra se constituye así en un excelente resumen de historia del arte durante los siete siglos últimos, tantos como cuenta el que con justicia se tiene como el lugar más simbólico de Extremadura.

Aunque resulte difícil destacar entre tantas joyas, podríamos distinguir las tallas de Rut y Abigail, dos de las «mujeres fuertes» del camarín guadalupano; los cuatro óleos de Zurbarán : Fray Gonzalo de Illescas, Las Tentaciones y La Apoteosis de San Jerónimo y la Imposición de la Casulla a San Ildefonso; el ‘Libro de las Horas del Prior’; la casulla del terno del ‘Tanto Monta’ o los riquísimos Arqueta de los esmaltes y el Rostrillo del conde la la Roca, felizmente escapados de los procesos desamortizadores. Si, casi a partir mismo de su fundación, Guadalupe se erige en uno de los máximos centros de peregrinaje de la Europa cristiana, los organizadores de esta rica muestra han querido que, de algún modo, el Monasterio, y con él la Región toda, fuese esta vez quien hiciera el camino hasta el corazón de las Españas. Deslumbrante ruta, por cierto.

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