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Manuel Pecellín

Libre con Libros

Quilombo en verso

Santiago Castelo honra a multitud de amigos en su poemario.

Hace ya varios lustros, abría yo el capítulo que en mi ‘Literatura en Extremadura’ dediqué a Castelo (Granja de Torrehermosa, 1948), presentándolo como un personaje complejo, polifacético, proclive a establecer ceremonias plurales, enamorado de las paradojas, un ‘ácrata de derechas’ según alguien lo calificó en memoria, quizá, del contradictorio Felipe Trigo, el novelista reivindicado durante la dictadura por el hoy director de nuestra Academia. Así se percibe, una vez, más en los versos de su poemario último, que tan exquisitamente da a luz la editorial andaluza, con nombre francés (otro oxímoron), Point de Lunettes. Prologa Anselmo Martínez Camacho, comprometiéndose con el texto.

El poeta, visceralmente vinculado a su Región natal, ha elegido para título una sonora palabra del mundo hispanoamericano, ámbito cultural que en modo alguno le es ajeno. De presumible origen portugués (Lisboa es otra referencia casi inevitable para Castelo), procedente de idiomas africanos, ‘quilombo’, según dicen, designa los lugares remotos, de difícil acceso, donde se refugiaban los esclavos que huían de sus patrones, organizándose en comunidades libres. La palabra, en una diacronía nada fácil de establecer, vino a significar también burdel, casa de masaje o alegre zapatiesta. Como escribía Juan Manuel de Prada (ABC, 20-09-08), « Castelo, con esa intuición genial del poeta que vuelve a bautizar el mundo, ha querido agavillar bajo el título de ‘Quilombo’ poemas de apariencia discorde, poemas que pulsan las más variadas teclas del sentimiento, pero que al rozarse entre sí lejos de provocar disonancias, entablan una armonía promiscua y ecuménica, donde resplandece un verbo siempre generoso, siempre deseoso de darse». Insistiré con el propio autor, que en nota preliminar se explica así: «Quilombo es una palabra muy extendida por toda la América del Sur. Según el país que la utiliza significa una cosa: desde prostíbulo hasta andurrial, pasando pro barullo, hacienda de cimarrones, gresca, desorden, alegría, embrollo. Sirve, en su anarquía, para todo. Y para todo la utilizan los argentinos a los que no se les cae de la boca. Con razón. Es palabra sonora, polivalente y gachona. A mí me gusta. Y como este es un libro variopinto donde se dan la mano la alegría y la tristeza, la vida y la muere, la melancolía y la esperanza, qué mejor que llamarlo Quilombo?».

Inútil sería, pues, exigir en esta obra caleidoscópica unidad formal o temática. Entre sus poemas figuran sonetos (algunos magníficos), décimas y soleares, alternando con composiciones blancas y en su mayor parte de versos libres. El autor domina con igual soltura las estrofas clásicas que la métrica espontánea. Es alguien al que todos los juegos le están permitidos. Su faceta más lúdica se exhibe en el ‘Poemilla de la elle’ (pp. 64-65), todos cuyos rimados versos incluyen –algunos de forma repetida– esa expresión gráfica de un fonema que los naturales de Granja de Torrehermosa, como él, «lleístas» a ultranza, tan orgullosamente ejecutan. De cordialidad desbordante, Castelo ha querido recoger en Quilombo poemas donde honra a multitud de amigos, extremeños en su mayor parte. A unos les dedica composiciones más o menos relacionadas con los destinarios. Otras describen, de forma explícita, el carácter o las actividades más plenas de los mismos. Nombres como los de Juan de Ávalos (escultor), Mariano Encomienda (bibliófilo), Ortega Muñoz, Julián Campos y Francisco Pedraja (pintores), Antonio Guisado (folclorista), Fernando Pérez (editor), Mariano Gallego (político), Antonio Gallego (músico), Juanma Cardoso (periodista), José Antonio Gabriel y Galán ( escritor), Juan Bazaga (torero) o José Iglesias (poeta) reciben el cariñoso homenaje. Debatiéndose entre la amistad, la nostalgia y la lucidez escéptica siempre bondadosa; la melancolía , el desencanto y la esperanza, Castelo bascula desde la universalidad al terruño, del erotismo a la religión, de la historia al presente, demostrando que la poesía le es tan connatural como la respiración. Poemas ocasionales, unos, y rescatados aquí; escritos intencionadamente los más, todos conforman una entrega con el sello del autor, hoy en dorada madurez.

El libro:

– Título: Maximiliano Macías y su tiempo
– Autor: José Caballero Rodríguez
– Editorial: Rejas

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