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Manuel Pecellín

Libre con Libros

El oficio de escribir

Los viejos escolásticos hablaban de un conocimiento «por connaturalidad». Se referían al saber adquirido tras mucho tiempo de roce con el asunto en cuestión, una ciencia que penetraba como por ósmosis e iba sedimentándose en el entendimiento, madura como el fruto de toda una existencia dedicada a los mismos campos. Es el que, según se percibe desde las líneas iniciales (atención al prólogo), posee el autor de esta obra. Constantino Bértolo (Lugo, 1946) lleva lustros dedicados al libro, en todas sus facetas. «Los escritos que aquí se reúnen son el resultado, merezca éste el juicio que merezca, de años de trato con la actividad literaria, entendida en el más amplio sentido posible, y de la reflexión sobre algunas de sus claves: la escritura, la lectura y la crítica» (pág. 12). Licenciado en Filología Hispánica, Bértolo comenzó haciendo crítica literaria en los periódicos. Aunque siempre atento a los nuevos autores, declara que Flaubert es su escritor preferido y ‘La educación sentimental’ su libro con mayúsculas. Fue director de la Editorial Debate hasta el año 2003. En 2004 aparece al frente de Caballo de Troya, un sello editorial de la poderosa Random House Mondadori. Durante la transición, militaba en el PCE, a la vez que daba clases en un Instituto de Valdeacederas (Madrid), no lejos del para nosotros inolvidable Barrio del Pilar. Según sus propias declaraciones, abandonó aquel partido en 1978, aunque se sigue considerando comunista. En los análisis de ‘La Cena de las cenizas’ recurre más de una vez a las tesis del materialismo histórico, sin duda las mejor fundamentadas del pensamiento marxista.

El título de este muy interesante ensayo procede de la novela de Thomas Hardy ‘El alcalde de Casterbridge’. Es uno de los textos que transitan por sus páginas, también atentas a otros grandes del género, como ‘Martin Eden’, ‘Madame Bovary’, ‘ El final del cielo’ o ‘La isla del tesoro’. En Casterbridge se organiza una gran cena pública que preside el alcalde y donde no hay gente humilde. El pueblo llano sólo puede ver y escuchar lo que allí ocurre a través de unos postigos (si no los cierran). Quienes no guarden la debida compostura, o se atrevan a discrepar del discurso políticamente correcto, serán expulsados del ágape. El banquete funciona aquí como alegoría del mundillo literario, donde predominan los intereses económicos y solamente los detentadores del poder o sus fieles acólitos tienen la voz segura (y remunerada). El autor ejemplifica con lo que ocurriese a Ignacio Echeverría (2004), cuando lo echaron de ‘El País’ por criticar negativamente ‘El hijo del acordeonista’, obra del escritor euskaldún Bernardo Atxaga (Alfaguara).

La revisión del papel del crítico –la persona que debe mantener abierta la ventana para cuantos no están invitados a la cena– constituye el núcleo de la obra, aunque previamente se detenga en un lúcido análisis de los cuatro factores convergentes en toda escritura: lo textual, lo autobiográfico, lo metaliterario y lo ideológico.

Ellos conforman el discurso y a la crítica corresponde, como pacto de responsabilidad ante los lectores (inocentes, sectarios, letraheridos, civiles… ), explicitar la importancia de cada uno. «El crítico que a tal condición aspire está obligado a ‘escuchar’ cómo cada uno de esos aspectos actúa en su proceso de lectura y a ponderar y analizar en qué grado y modo interfieren en la construcción de su juicio» (pág. 100). La lectura del crítico honesto, situado siempre entre el lector y el editor (más que el propio autor) responde a tres grandes paradigmas: el catador, que argumentan a partir de sus gustos personales; el guardián de la pureza, refugiado continuamente en referencias literarias, y el tribuno, que juzga las obras relacionándolas con el bien común, destacando lo que en ellas es bueno o malo para la salud de la sociedad. Este último modelo es preferido por el autor, quien se muestra poco optimista sobre la posibilidad de que tales críticos puedan encontrarse hoy (salvo lo que llegue a deparar el desarrollo creciente de Internet). El sometimiento a las normas del marketing, de la «epifanía publicitaria» que el mismo medio donde escribe le impone, impiden su existencia. La crítica ha muerto, proclama rotundamente Bértolo. No sé si aceptará que, según la proclama real, podamos aún concluir con un «¡viva la crítica!».

El libro:

– Título: ‘La cena de los notables’

– Autor: Constantino Bértolo

– Editorial: Periférica. Cáceres, 2008

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