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Manuel Pecellín

Libre con Libros

Novela pedagógica

La Universidad de Extremadura ha propiciado una nueva edición de ‘El doctor Centeno’, otro de los grandes títulos de Pérez Galdós. Aunque no faltan en el mercado diferentes publicaciones de dicha obra (incluso se la puede leer y descargar desde Internet), resulta muy apreciable esta recuperación, sobre todo por el amplio estudio y las notas a pie de página (más de trescientas) con la enriquece Isabel Román, profesora de la UEX y especialista en la obra galdosiana.

El personaje principal, que sirve de centro para una pléyade secundarios, casi todos ellos también partícipes en otras novelas del autor, es Felipe Centeno, un adolescente llegado a Madrid desde su Mancha natal a la búsqueda de oportunidades para convertirse en un hombre de provecho, estudiado a ser posible. Sus «protectores» le darán despectivamente el apodo de «doctor», bien que el generosísimo y lúcido muchacho se lo merecerá con creces. Miquis, el contradictorio estudiante y dramaturgo en ciernes, émulo por razones varias de ‘Nazarín’, a quien sirve y cuya subsistencia deberá procurarle, como nuevo Lazarillo, termina por llamarlo Aristóteles. Se reconocía así el enorme sentido común de aquel rapaz, flor callejera sorprendente en el Madrid castizo y miserable de los años anteriores a la ‘Gloriosa’ (1868).

‘El doctor Centeno’, cuya estructura arbórea ha desconcertado a más de un crítico, forma parte de las «novelas españolas contemporáneas» del escritor canario, que supo describir como ninguno la realidad sociopolítica de nuestra nación. Publicada por vez primera en 1883, texto que se reproduce ahora con las correcciones oportunas, a tenor del manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional, ha recibido numerosas calificaciones. Ninguna parece cuadrarle mejor que la de novela pedagógica o de aprendizaje, por la crítica que Galdós exhibe a los métodos de enseñanza habituales en la época y de los que Felipe es víctima inocente, tanto en la escuela como en el instituto. La universidad, a la que no llega a asistir, no sale mejor parada, visto los alumnos con que se relaciona en una triste pensión, prototípica de aquellos establecimientos decimonónicos.

Pérez Galdós, próximo a las ideas krausistas y a las propuestas de la Institución Libre de Enseñanza, republicano confeso, escribiría una de las semblanzas más bondadosas que de José Moreno Nieto se hayan publicado. Aunque no defendiese el ideario del extremeño, admiraba en él sus intenciones de conciliar fe católica y libertades. Aquí es otro extremeño, Polo y Cortés, un cura nacido en Medellín, con escuela propia en un convento de la capital, quien encarna el prototipo de enseñante odioso hasta la exasperación. Sólo la vena humorística que rezuma la novela permite digerir mínimamente las barbaridades pedagógicas de este dómine, capaz de competir ventajosamente con el horrible jefe de estudios de la película ‘Los niños de San Judas’. Y, sin embargo, este monstruo es capaz de mostrarse solidario alguna vez, siquiera sea porque el optimismo antropológico del novelista así lo exige. Otros dos docentes, el mísero Ido del Sagrario y el utópico Jesús Delgado (aquí apenas entrevisto) aportan el contrapunto a aquella bestia corrupia. Manteniendo un diálogo fácil de seguir con la tradición literaria española y aun europea, los acontecimientos históricos contemporáneos y las ideas progresistas dominantes en el continente (guiños a Cervantes, Quevedo, Dickens, Zola, Balzac, Víctor Hugo), Galdós construye esta obra coral, crítica y turbadora, un cuadro de miserias increíbles enmarcado en Madrid durante los años previos a la destitución de Isabel II. A Isabel Román cabe el mérito de descubrir las técnicas narrativas utilizadas, establecer perfectamente la diégesis de la novela (el mundo donde las situaciones narradas ocurren) y aclarar las numerosas correlaciones que con otros trabajos del autor mantiene.

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