La figura de Boabdil sigue en nuestro imaginario colectivo como el paradigma del que lamenta, ya inútilmente, la pérdida del lugar donde se crió y fue feliz. Como continúa firme el de la madre del rey moro, quien le achaca su responsabilidad al haber perdido Granada por conducta cobarde. De dicha leyenda procede el título de esta obra, cuyos personajes abandonan su lugar de origen sin haberlo sabido defender e incluso entregándolo torpemente al depredador de turno (salvo escasas excepciones).
Las tierras de Granadilla, al norte de Cáceres, fueron inundadas el año 1965 por el pantano de Gabriel y Galán. Su casco urbano, al que rodea la muralla almohade y domina una formidable torre, quedó convertido en una península y los habitantes todos fueron marchándose, hasta dejarlo desierto. José Antonio García Blázquez (Plasencia, 1940), se hizo eco en su novela ‘Rey de ruinas’ (Barcelona, Plaza y Janés, 1981) de aquel drama. «La región donde se encontraba el Valle era una de las más desertadas, porque sus habitantes siempre fueron pasivos. Como agobiados por un pasado de grandeza, se habían echado a dormir, y ya nunca exigieron nada. Ninguna reivindicación, ningún movimiento, ni de unión ni de separatismo. La mayor parte de ellos se limitaron a emigrar, sin lucha, no vencidos, sino indiferentes o resignados», escribía allí el autor cacereño, elevando Granadilla a prototipo de Extremadura entera.
Espoleado quizá por el embalse de Alqueva, que inundó también parte del término de Cheles, donde vio la luz, Jacinto Gil sitúa su obra al norte de la comunidad, cuando comenzaban los trámites para construir el pantano sobre el Alagón que iba a generar el mar de agua donde se anegó Granadilla. Pero el ambiente, los usos y costumbres, el lenguaje mismo en que se expresan los personajes populares (un habla dialectal dubitativa, que no en todos los diálogos se mantiene idéntica), funcionarían del mismo modo en su pueblo natal y en tantos otros de nuestra Región. Sólo algunos términos como «zahó», «medas» o «tarayes» son más localistas.
Sin duda, el autor conoce bien el carácter, los problemas, la historia y las posibilidades de futuro (escasas) de las poblaciones rurales, según el libro recoge. Aparte de su propia experiencia, Gil es ingeniero agrónomo y profesor en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid. Cuenta con un gran número de publicaciones técnicas y varias patentes para facilitar las labores campesinas. Su preocupación por el patrimonio cultural agroganadero le hizo escribir libros como ‘Cheles 2000 en imágenes’ (Badajoz, Diputación, 2003) o ‘Molinos y molineros de la comarca de Olivenza’ (ADERCO, 2008).
Nacido en un chozo, alumno de un curioso maestro (el que más se opondrá a las expropiaciones), avispado y a la vez ingenuo, albañil de profesión, Martín Márquez, el protagonista, irá refiriendo en primera persona el drama de Granadilla. Sin duda, los máximos responsables del expolio definitivo fueron los más fuertes, pero todos contribuyen de alguna manera. Casi nadie parece percibir la tragedia, engatusados como están por el ansia de unas compensaciones económicas, a la postre bien menguadas. La narración de aquel proceso, desde los planes originarios hasta el cierre de la presa, constituye el núcleo de la obra. La larga duración del mismo permite al novelista detenerse en definir caracteres de la época (políticos, clérigos, caciques, fuerzas del orden, gente sencilla), recoger numeroso material etnográfico (ferias, bodas, entierros, matanza, labores agrícolas, juegos infantiles, medicina tradicional.) y describir con todo su atractivo el paisaje de la dehesa. Aunque presenten un indiscutible aire de déjà vu, estas páginas tienen el encanto de lo que nos aproxima a las raíces.
Pone un extenso prólogo el poeta José Iglesias Benítez, buen conocedor de cuanto aquí se escribe por ser también nacido y criado en una población rural (Villalba de los Barros), aunque lleve mucho ejerciendo en Madrid.
EL RETORNO DE BOABDIL
Autor: Jacinto Gil Sierra. Editorial: Agrícola Española, 2009
Precio: 10 euros