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Manuel Pecellín

Libre con Libros

Archivo de Endechas

Vaz Leal (Badajoz, 1956), que hace ya casi seis lustros ganase el I de aquellos añorados Premios de la Asociación de la Prensa de Badajoz (1981) con Un patio con hiedra trepadora, excelente relato corto, confirmó después las muchas expectativas levantadas y ha ido labrando, sin prisas pero sin pausas, una obra narrativa de indudable mérito. Obras como Entre dos luces (1986), Los abismos de la sangre (1986), Aurora en el ocaso de los siglos (1992) o No hay corazón que baste (1997) lo demuestran. A estos hermosos títulos (préstamos algunos de la mejor literatura : No hay corazón que baste/, aunque fuese de piedra/, viendo mi amada hiedra, de mí arrancada… escribe un gimiente Garcilaso en su Égloga I), se ha de unir este no menos bello Nada más le pido al mar, octosílabo de indudables connotaciones, tomado del Acto II de la ópera Madame Buterrfly (nulla più chiedo al mare.

También aquí lucen los rasgos que distinguen las creaciones de Vaz , próximos no pocos de ellos a la novela neogótica, sin bien pasados por la personalísima pluma del autor : personajes fantásticos, alteración de los imperativos espaciotemporales, entornos específicos (manicomios, castillos, hospitales, morgues), toques románticos , crímenes, ambigüedades múltiples, humor negro y esas deliberadas mezclas de imaginación y realidad que conducen una y otra vez a situaciones sorprendentes. Así, no nos parece casual que el capítulo IV, la jornada correspondiente al momento en que “una semioccisa glamurosa entra en escena”, lo abra una cita de Ray Bradbury en La feria de las tinieblas, obra que muchos tienen como modelo de la novela gótica contemporánea.

Con todo ello se nutre la historia de María do Céu Pereira, malcasada con el notario de Manteigas, Cabrita (no es inocente el nombre). Ella es ya solo un espectro, alguien muerta en Copenhague por los disparos del celoso marido, que sin embargo guarda aún los tesoros de sus memorias y (re)sentimientos . Regresa junto al inminente cadáver del esposo para referirle, en un soliloquio inmisericorde lo mucho que la hizo sufrir en vida terrenal, un infierno aliviado en parte por los amores adúlteros con el barítono Thorving Mendes, la amistad de Anne Bonny (una pirata del siglo XVIII, figura prototípica de mujer libre, cuyo rostro lograron acecinar sus colegas filisbuteros y María pudo adquirir en el Gran Bazar de Estámbul) y el permanente interés por Baltasar – el otro gran personaje de la obra – , víctima de las mayores desgracias… y de un tatuaje maravilloso, que juega un papel trascendente en el relato. A la fantástica urdimbre pueden sumarse y alcanzar cierto protagonismo la sirena Rosalinda o San Sebastián, capaz de convertir a un legionario disoluto en el humilde y generoso capellán Ezequiel.

El discurso implacable de la dama va reconstruyendo este “archivo de endechas”, donde acaso sobre alguna digresión incidental (“ya se me hace larga esta historia”, declara ella misma , pág. 253), pero que funciona siempre como un discurso bien ensamblado. La brillante prosa del autor induce a seguir hasta el final de esta “ macabra pavana para un notario difunto”, un cuento tan imposible como atractivo. La formación misma del novelista (psiquíatra, profesor de la Facultad de Medicina en la UEX); sus aficiones literarias y musicales, de las que tan a menudo hay huellas en esta páginas; la enorme capacidad imaginativa: el conocimiento del país vecino y ese espíritu irónico del que hace galas para distanciarse y alejar emocionalmente al lector, contribuyen al enriquecimiento de un discurso que nos mantienen de principio a fin tras las fabulosas, verdaderas y tristes historias de la portuguesa semidifunta y del pobre Baltasar, misántropo misericordioso y mártir contra su voluntad. Como cualquiera de nosotros.


Francisco Vaz Leal, Nada más le pido al mar. Badajoz, Los Libros del Oeste, 2009.

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