Fernando Valdés , Titular de Arqueología en la Universidad Autónoma de Madrid, lleva seis lustros dedicándose a la historia del Badajoz islámico. Sus investigaciones en la Alcazaba pacense y sus baluartes, donde tanto se dejarían sentir los avatares de la Guerra de la Independencia, lo impulsaron a interesarse también por el estudio de la misma. Una estancia en la Sorbonne como profesor invitado, le permitiría localizar en el país vecino muy valiosos documentos.
Primer fruto de aquellas labores fue su obra La Guerra de la Independencia en Badajoz (2003), antología de textos que se propone enriquecer con nuevos títulos. Mientras tanto, adelanta estas interesantísimas Memorias del Soult, que Valdés traduce y ha editado adjuntándoles un extenso preliminar, abundantes notas a pie de página y dos valiosos apéndices ( documental, uno; biográfico, otro), así como los muy útiles índices onomástico y topográfico. Volumen de 442 páginas, se suma a las numerosas publicaciones aparecidas con ocasión del segundo centenario . Aunque, según parece lógico, un militar de tantas responsabilidades pretenda ante todo justificar sus actuaciones, lo que impone la cauteloso lectura de cuanto dice, este testigo de primera mano en tantos y tan trascendentales acontecimientos merece la mayor atención. Sus apuntes sobre el desarrollo de la contienda, la situación del país, la conducta de soldados y paisanos, la guerrilla, el carácter de los españoles e incluso el patrimonio artístico (él fue uno de los grandes
aprovechados) resultan inapreciables.
Jean de Dieu Soult (n. 1769) fue elegido mariscal del Imperio el
año 1804 por Napoleón, que lo consideraba su mejor estratega. Estuvo en Marengo, Austerlitz, Jena, Eylau y otras grandes batallas
sostenidas por el Gran Ejército. Nombrado Duque de Dalmacia, vino a
la Península para tomar España y Portugal, lo que implicaba derrotar también a los ingleses llegados en nuestro auxilio. Nunca consiguió entenderse ni con Ney, ni con José Bonaparte, quejándose continuamente por la escasa unidad de las tropas francesas, la carencia de medios y, sobre todo, la falta de la información imprescindible para moverse en un territorio tan extenso como accidentado. Lo recorrió sin tregua de norte a sur, aunque sus responsabilidades se centrarían fundamentalmente en Andalucía y Extremadura. A la postre, hubo de ser él quien se encargase de “salvar los muebles” de un orgulloso ejército y conducirlo, derrotado, allende los Pirineos (1813). Atrás dejaba torrentes de sangre, española, francesa y de otras muchas nacionalidades comprometidas en el conflicto; un país arruinado, casi sin gobierno, dividido ya en facciones irreconciliables y un futuro incierto para su propia patria, tras los fracasos napoleónicos en Rusia.
Por lo que a Extremadura dice, si bien en todo el libro hay referencias a nuestra región (con insistentes notas sobre un territorio esquilmado), dos capítulos importan de modo especial. El XIII (pp. 165-178) narra la toma de Olivenza, así como el asedio y conquista de Badajoz por los soldados de Soult, que antes habían vencido en la batalla del Gévora (no parecen fiables las cifras de muertos por una y otra parte : “casi nulas” entre los franceses, por miles de españoles). En el cap. XV (pp. 195-206) el mariscal , que trae su ejército del Mediodía para sostener Badajoz, sitiado ahora por los anglo-lusos de Beresford, refiere la terrible batalla de La Albuera, “una de las más sangrientas de la guerra de España”, que a su juicio terminó por agotamiento de los combatientes y sin un claro perdedor. Concluye reproduciendo el informe que el propio Soult elevara al príncipe de Neuchâtel (21-junio-1811) relatando la defensa de la ciudad al mando del general Philippon ante el fallido ataque de los ingleses, “uno de los hechos de armas más bellos que se conocen”
(pág. 205).
Soul, Jean de Dieu, Memorias. Madrid, Ediciones Polifemo, 2009.