Agustín Muñoz Mateos (Malpartida de Plasencia, 1908-1997) formó parte de esa formidable riada de hombres, mujeres y niños que se vieron obligados a abandonar su país y transterrarse, para salvar la vida, tras la derrota de la República. Cientos de miles de españoles traspasaron la frontera, casi siempre en condiciones durísimas, para buscar en el exilio la recomposición de sus vidas rotas. Trabajadores de todos los ramos, intelectuales y artistas abandonaron España, dejándola aún más pobre, y fueron en buena medida factores de la renovación experimentada por los países que los acogieron. Entre los extremeños más cualificados de aquella cruel diáspora figuran escritores como Arturo Barea, Enrique Díez-Canedo o Antonio Otero Seco; científicos, como Francisco Vera y Pedro Carrasco Garrorena; políticos, como Valentín González, El Campesino o Juan Simeón Vidarte; artistas, como Timoteo Pérez Rubio o Luis Alcoriza; el canónigo Enrique Vázquez Camarasa; Valentín Ritoré, torero y pedagogos como Jacinta y Rubén Landa Vaz o Agustín Mateos Muñoz, cuya biografía acaba de publicarse.
“Chinato” de nacimiento, el futuro profesor quedó pronto huérfano. Ingresa en el Seminario de Madrid, donde cursa bachillerato y filosofía. Dos años de residencia en el Colegio Pontificio Español, mientras estudia en la Universidad Gregoriana de Roma, consolidan su sólida formación humanística. Interrumpida voluntariamente la carreta eclesiástica, regresa a Madrid, por cuya universidad se licencia. En 1935 es catedrático de Filosofía por oposición (el mismo año que aprobara la suya Rodríguez-Moñino) y comparte docencia entre el Instituto Quevedo (aunque su destino era el de Zafra) y la Central. Enseñaría allí “Introducción a la Filosofía”. Esto permite incluirlo en la llamada “Escuela de Madrid”, cuyas luminarias son Ortega y Gasset, Zubiri, García Morente y María Zambrano, sin que se nos descubra a cuál de éstos podría hallarse más próximo el cacereño. Afiliado a Izquierda Republicana de Manuel Azaña y socio de la UGT, fue trasladado a Valencia en noviembre de 1936. Pasa después a Barcelona y Francia, antes de recalar finalmente en México. Fue de los que embarcaron, junto con la familia de su esposa, en el mítico Sinaia, el barco que condujo hasta el Nuevo Continente la primera remesa de la “España peregrina”.
El autor, que se sirve de fuentes orales y de la documentación facilitada por los familiares del biografiado, reconstruye las peripecias vividas por éste hasta conseguir asentarse en el país de adopción. Aunque no faltaron recelos y celotipias, la generosidad de México, a impulso del presidente Cárdenas, resulta indiscutible. A Agustín Muñoz, como a tantos otros desterrados, se le reconocen sus títulos e inicia segunda carrera docente, cuyos méritos reconocen multitud de discípulos. Fue catedrático en la Escuela Nacional Preparatoria, la UNAM, el Colegio Franco Español, la Escuela Normal Superior y el Instituto Tecnológico Autónomo de México, a la vez que ejerció responsabilidades administrativas e inspectoras en Educación. Escribió obras didácticas extraordinariamente populares, algunas con más de medio centenar de ediciones: Gramática latina (1940), Etimologías latinas del español (1945), Etimologías griegas del español (1949), Compendio de etimologías grecolatinas del español (1966), Ejercicios ortográficos (1958) y Cuaderno de etimologías grecolatinas del español (1992). Suyas son también las traducciones de clásicos utópicos, como La ciudad del sol, de Campanella, y Nueva Atlántica, de Francis Bacon. El biógrafo no ha podido localizar otras, de carácter filosófico, que Muñoz Mateos habría compuesto antes de exiliarse.
Por otro lado, éste dio también pruebas de grandes dotes empresariales, no exentas de filantropía. Fue el creador de la Editorial Esfinge, que hoy mantienen sus herederos y se halla extendida por todo aquel país, habiéndose convertido en una de las más prestigiosas entre las de su género. Por lo demás, el maestro apenas tomó parte en las actividades sociopolíticas que los españoles del exilio procuraban mantener., no se nos aclara debido a la desafección ideológica o las premuras de tantas dedicaciones. Tampoco ha podido establecerse si fue o no masón (según se le acusó en España), pero el biógrafo se inclina por la negativa.
Como recuerda la propia Esfinge, “en 1995 la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana lo distinguió con el Premio Nacional Juan Pablos al Mérito Editorial, uno de los premios más importantes de la industria que reconoce la valía de profesionales que han entregado su vida a la noble tarea de producción y difusión del libro”.
EL LIBRO:
Título: Una peripecia editorial del exilio republicano en México
Autor: Florentino Rodríguez Oliva, Agustín Mateos Muñoz
Editorial: ERE, Mérida 2010.