La Extremadura del siglo XVI, como España toda, fue extraordinariamente prolífica en personajes de indudable relevancia, aunque muchos de ellos apenas ocupen escasas líneas en los libros de historia. Como ejemplo, entre tantos, puede servir Martín del Barco Centenera, protagonista de la novela biográfica que le acaba de dedicar José Soto Vázquez. Publicada por el Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica (CEXECI), es el número dos de la serie que dicha entidad ha fundado para sostener la memoria de los naturales de esta Región emigrados al Nuevo Continente. El autor enseña Didáctica de Lengua y Literatura en la UEX.
Martín del Barco, cuya estatua forma parte del grupo escultórico “ Monumento a España”, erigido en Buenos Aires, nació el año1535 en Logrosán (patria chica del médico Sorapán, a quien acaso conocería, y , siglos después, de Roso de Luna). Ordenado sacerdote y joven aún (1572) parte hacia Asunción del Paraguay, emprendiendo así su aventura americana como capellán en la expedición de Ortiz de Zárate al Rio de la Plata . De la misma dará cuenta en un extenso poema épico, que muchos compararon con la Araucana de Ercilla, titulado La Argentina y conquista del Río de la Plata (Lisboa, 1602), de la que se han hecho varias ediciones, entre ellas lafacsímil que prologó D. Ricardo Senabre (Cáceres, El Brocense, 1982). Fechada en Lisboa, la princeps aparecería el 1602, talleres de Pedro Crasbeeck, dedicada al Marqués de Castel Rodrigo, Virrey, Gobernador y Capitán General de Felipe II para Portugal. Entre la mucha información que, junto a notables inexactitudes, sus versos ofrecen sobre la conquista española de aquellos territorios, se recogen las no muy abundantes noticias que del cacereño pueden documentarse. Al parecer, Centenera se licenció en Teología por la Universidad de Salamanca, habiendo escrito también la obra “El desengaño del mundo”, título que se evoca en la aquí reseñada. Seguramente lo experimentó él misma, que, siendo Comisario de la Inquisición, sufriría causa y condena ante dicho tribunal. ( Según Toribio Medina, que localizó el documento fehaciente, el díscolo arcediano extremeño fue sentenciado el 14 de agosto de 1590, «en privación de todo oficio de Inquisición, y doscientos cincuenta pesos de multa, por habérsele probado que había sustentado bandos en la Villa de Oropesa y Valle de Cochabamba, a cuyos vecinos trataba de judíos y moros, vengándose de los que hablaban mal de él, mediante la autoridad que le prestaba su oficio, usurpando para ello la jurisdicción real; que trataba su persona con gran indecencia, embriagándose en los banquetes públicos, y abrazándose con las botas de vinos; de ser delincuente en palabras y hechos, refiriendo públicamente las aventuras amorosas que había tenido, que había sido público mercader y por último, que vivía en malas relaciones con una mujer casada» ).
Centenera fue de los no muchos que lograrían volver la Península. Tras casi cinco lustros de estancia por las provincias platenses, pudo desembarcar en España, dirigiéndose desde donde se dirigió, vía Sevilla, a Madrid, no sin visitar su villa natal y el santuario de Guadalupe, como había prometido a la Virgen morena . Más tarde, tras otra breve estancia en Logrosán, marcha a Lisboa, donde debió pulir la epopeya que seguramente había comenzada a componer en tierras americana, falleciendo en torno a 1603. Cabe que, poco antes de morir, dejase cierto manuscrito autobiográfico, “El desengaño del mundo”, que se le atribuye y cuyo texto un jerónimo guadalupense se habría encargado de salvar. En esta ficción se poya José Soto para escribir esta interesante novela.
José Soto Vázquez, El desengaño del mundo de Martín del Barco Centenera. Badajoz, CEXECI, 2011.