El éxito experimentado por la novela histórica durante los lustros últimos continúa, al parecer, imparable. Por más que se le achaque no ser lo uno – investigación rigurosa, fiel a los datos -, ni lo otro – creación literaria -, compite ventajosamente con las fórmulas del género. La proximidad de un bicentenario tan significativo como el de la Constitución de Cádiz, está generando un auténtico aluvión de obras inspiradas en tan famoso texto, los protagonistas que lo hicieron posible y el ambiente (Guerra de la Independencia) donde se generó.
No extrañará, pues, que aparezca una cuyo personaje central sea Diego Muñoz Torrero (Cabeza del Buey, 1761-San Julián de la Barra, 1829), rector de la Universidad de Salamanca, diputado electo por la Provincia de Extremadura , liberal convicto y hombre en aquellas cortes tan peligrosamente rodeadas por el ejército francés. Es lógico que haya atraído el interés de un escritor nacido en la misma localidad badajocense, de quien conocemos otras tres novelas: Milicianas del hogar (2005), Sueños (2007 y La victoria de los mansos, en ninguna de las cuales, como tampoco ahora, oculta su simpatía por los ideales ilustrados que defendiera el catedrático salmantino.
Según “nota de autor” recogida como epílogo, Óscar de los Reyes se sirve para componer esta biografía novelada de Muñoz Torrero (gran parte de sus peripecias vitales continúan aún ignotas) de dos obras: el libro pionero de otro paisano y admirador, Nicolás Pérez Giménez, Historia general de la comarca de la Serena y particular de la villa de Cabeza del Buey. Muñoz Torrero y su época (Badajoz, Tip. La Económica, 1888), y la de J.L. Majada Neila, Juegan blancas y ganan (Madrid, Publisher, 1998), significativamente intitulada “ Biografía cultural y política de un sacerdote maldito, debelador de la Inquisición”. El manejo de otras fuentes, algunas tan próximas como la de Juan García Pérez, Diego Muñoz Torrero. Ilustración, religiosidad y liberalismo (Mérida, ERE, 1989) o la panorámica de Enrique Tierno Galván, Actas de las Cortes de Cádiz, (Madrid, Taurus,1964) le hubiesen aportado tal vez más matices para su, sin duda, interesante texto.
Se desarrolla el mismo con una vertiente narrativa doble, diferenciadas una y otra merced a la tipografía. Constituyen la parte sustancial las memorias que el prócer extremeño, exiliado a Portugal para rehuir la persecución del inicuo Fernando VII y recluido por los absolutistas lusos en horrible mazmorra, donde fenecería, va dictando al capellán del presidio. Se trata de don Henrique, hermano del poderoso Duque de Estremoz. El joven clérigo, admirado ante la bondad y lucidez del mártir español, va convirtiéndose a sus ideales y logra pasar a la Embajada inglesa de Lisboa las cuartillas donde ha ido anotando clandestinamente (o eso creía él) las confesiones de Muñoz Torrero.
El lector conoce así su infancia campesina y estudios universitarios; las vicisitudes de la guerra contra los franceses; las contradicciones de Manuel Godoy; los entresijos de las cortes gaditanas, donde también tendrá la ayuda de numerosos extremeños (los hermanos Calatrava, Bartolomé J. Gallardo, Manuel Luján, Gómez Becerra, Antonio Oliveros y tantos otros); las manipulaciones y perjurios del Rey más deseado; la sublevación de Riego; las renovadas ilusiones del “Trienio Liberal” y la opresión de la “Década ominosa”. Pero, sobre todo, el recurso literario permite al autor exponer con todo detalle el carácter y las concepciones religiosas, políticas y sociales de quien, no sin justicia, es considerado el padre de “La Pepa”. Para darle mayor verosimilitud a su relato, maneja un habla levemente arcaica, a tono con la época. A Óscar de los Reyes le gusta recrearse en el lenguaje, con evidente voluntad de estilo, sobre todo cuando cede la palabra para que una tercera voz narre hechos más o menos relacionados con el protagonista (2 de Mayo en Madrid, sitio de Cádiz, hazañas de los guerrilleros, muerte de Mariana Pineda, etc.). Más de una vez, el lenguaje “se le va de vacaciones” y nos sorprende con usos de imposible acepción, ni siquiera bajo la luz de los tropos, del tipo “trasegar charcos para cazar ranas” (pág.56) y otros semejantes. No cerraré sin felicitar a Francisco Huerto, empecinado editor de Carisma Libros, contra viento y marea, a quien deseamos éxito también en otras batallas que actualmente lidia.
Óscar de los Reyes, Le memoria imperfecta. Badajoz, Carisma Libros, 2011