La historia del rey Arturo constituye uno de los grandes temas de la literatura europea, especialmente en Inglaterra y Francia. Enriquecida con aditamentos como los de la Tabla Redonda, Lanzarote, Percival, Galahad, la reina Ginebra, Merlín, Morgana, Camelot, la Dama del Lago, el Santo Grial o la espada Excalibur, las leyendas sobre el príncipe bretón han nutrido crónicas, romances y narraciones miles, desde la Alta Edad Media hasta hoy.
Sobre la figura del atractivo príncipe ha vuelto M.K. Hume con la que promete ser una apasionante trilogía, El Rey Arturo, de la que ya se han publicado en español dos entregas, El hijo del dragón y la que ahora presentamos, El guerrero de Occidente.
Nacida en Ipswich (1948), Australia, profesora de Historia y Literatura Inglesa durante más de 40 años, Hume se doctoró con una tesis sobre Charles Williams, un poeta dedicado a temas relacionados con el esoterismo y la mitología artúrica.
Así que el interés sobre aquel monarca ideal viene de antiguo. Su empeño máximo parece ser presentarlo a los lectores contemporáneos no como un personaje mítico, sino como un hombre de carne y hueso, dotado de excelentes virtudes físicas y morales, extraordinario valor e inteligencia, pero no libre de graves defectos.
Así lo descubrimos en el medio millar de páginas que conforman la segunda entrega, donde se nos aparece en el cenit de su gloria, pero llamando ya al umbral de la irremediable decadencia. Orgulloso de la educación romana recibida, el extraordinario príncipe celta gustaría de reunir en un solo reino a todos los bretones. Tendrá que enfrentarse, sin embargo, al tremendo líder sajón Ironfist , que desea para su etnia el dominio exclusivo de Bretaña.
Los relatos de los feroces combates entre ambas facciones, que derrochan sagacidad y valentía increíbles, no ahorran detalle alguno. Artor (Arturo) resultará vencedor, porque sus enemigos no aprenden; siguen fieles a las tradiciones de combate, ya obsoletas, y porque él cuenta, además de su propia valía, con ayudantes tan valiosos como el mago Merlín, el viejo legionario Targo o el gigantesco Odin, un juto erigido en su guardia personal, amén de la terrible Excalibur. Sin menosprecio de las capacidades guerreras de su hermanastro, el retorcido Keu, que la postre desencadenará el trágico desenlace de Camelot (Cadbury).
Aunque no poca culpa le cabe también a la frívola Ginebra (Wenhaver), con quien Arturo se une en matrimonio sin el más mínimo amor. Incapaz de darle un heredero, pero sí de engañarlo con el ingenuo Galván, a la tan hermosa como inconsistente reina la descompone la superior belleza de Niniana (Dama del Lago), aprendiz de los secretos de la medicina junto a Merlin (Myrddion), con quien acabará formando la pareja más atractiva de la obra.
En sus páginas encontramos no sólo el retrato de tan complejas personalidades, sino el de toda una época, perfectamente ambientada, y unos lugares descritos como si los estuviéramos visitando: el suroeste de Britania, con sus innumerables construcciones romanas, semidestruidas tras la caída de Roma y cuando los herederos de las antiguas tribus indígenas han de enfrentarse a los nuevos invasores (s. VI).
Una novela histórica impregnada con el aura de los romances clásicos y las habilidades de una narradora excelente. Mérito notable de traducción (Paloma Tejada Caller) es haber conseguido verter a un castellano convincente, salvo algunas caídas, un texto nada fácil en el que la autora derrocha sus conocimientos sobre usos y costumbres, armas, fortalezas, vestidos, religiones, gastronomía y cultura general de la era, para todos los cuales utiliza un formidable arsenal léxico.
M.K. Hume, El Rey Arturo. El guerrero de Occidente. Alianza Editorial, 2012.