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Manuel Pecellín

Libre con Libros

PERFUMES DEL LÍBANO

La figura de Amín Maalouf no ha hecho sino crecer durante los tres lustros últimos entre los lectores de lengua castellana, en la que están traducidas prácticamente todas sus obras (como en otros veinte idiomas más). Miembro reciente de la Academia Francesa, el escritor obtuvo poco antes (2010) el Premio Príncipe Asturias de las Letras, galardón al que suma otros anteriores, tan reconocidos como el Maison de Presse (por Samarkanda) o el Goncourt (por La roca de Tanios). Aunque su excelente formación – estudió economía, política y sociología, ejerciendo el periodismo en no pocos lugares “calientes”- le permite frecuentar con éxito el ensayo, es la novela el género que más éxito le proporciona, desde aquella inolvidable León el Africano. Con todo, Maalouf gusta introducir en sus textos de creación, por boca de personajes siempre creíbles, frecuentes consideraciones sobre historia o filosofía.
Nacido en el Líbano (1949), una tierra tan culta, hermosa y repleta de evocaciones miles, como desgarrada por múltiples guerras, donde durante milenios se han cruzado numerosas civilizaciones, optó por exiliarse a Francia con su familia, de ascendencia árabe cristiana. Se marcharían también otros amigos de juventud, si bien algunos decidieron quedarse en la tierra natal. Todos pagarán duro gravamen a las durísimas circunstancias por las que habría de atravesar el Próximo Oriente: los exiliados, sufriendo el conocido síndrome de quien pierde el territorio y la lengua originales; los otros, teniéndose que adaptar a circunstancias imprevisibles, para poder sobrevivir. Algunos incluso perderán la vida. ¿Dónde fueron las ilusiones juveniles, los primeros amores, las ganas de transformar el país, la convivencia por encima de credos y etnias? Están realmente “des-orientados”, tal vez ya sin remisión.
Son las inquietudes que corroen a Adam, el protagonista de Los desorientados, profesor libanés en París, trasunto del propio autor, que sin duda utiliza en la novela no pocos elementos autobiográficos, sin constreñirse a nombres (v.c., nunca aparece la palabra “Líbano”), hechos o fechas del todo reales. Malalouf lo ha declarado paladinamente: “Me inspiro con mucha libertad en mi propia juventud. La he pasado con amigos que creían en mundo mejor. E incluso si ninguno de los personajes del libro corresponde a una persona real, ninguno es enteramente imaginario. Me he nutrido de mis sueños, de mis fantasmas, de mis remordimientos, tanto como de mis recuerdos”.
Adam, un árabe educado con los jesuitas, pero más bien agnóstico, retorna a Beirut, a solicitud de Tania, mujer de Mourad, que agoniza tras una exitosa carrera (no sin concesiones morales muy discutibles) con los gobiernos locales. Antaño íntimo del dirigente, reñidos después porque el profesor repudia los métodos del político, no alcanzará a verlo en vida. Ni quiere asistir a sus funerales. Pero acompaña a la viuda, junto a la bella Semiramis, y les nace el deseo de volver a congregar a los antiguos amigos. Todos han triunfado en sus respectivas profesiones y, si ya tan distintos, aún conservan la añoranza de los antiguos tiempos: Naim, el judío exiliado en Brasil; Albert, que trabaja en USA para el pentágono; Ramez y Razci, cristiano uno, musulmán nada dogmático el otro, riquísimos socios de la misma empresa constructora, hasta que aquél decide ingresar en un monasterio; Nidal, islamita intransigente, aunque lúcido, hermano de un “mártir”, etc.
Es Adam quien inicia las gestiones para favorecer el encuentro, mientras vive un apasionado romance con Semiramis. Como buen historiador, conserva en su archivo personal cartas e emails cruzados, más o menos ocasionalmente, con todos ellos. Junto a sus notas personales, redactadas lógicamente en primera persona, más los apuntes en tercera del narrador para coser este corpus, constituyen el entramado lingüístico de la excelente novela. No adelantaré el trágico desenlace.
Los desorientados , aparte sus valores como obra literaria, supone una amarga reflexión sobre el difícil destino de un país poliédrico, donde cada vez rigen menos la tolerancia y la ayuda mutua, el respeto a la vida y la vieja hospitalidad, arrebatados por odios al parecer incontenibles. Aporta también agudas reflexiones sobre la historia, religión y la política. En resumen, en torno a la condición humana, cuyos parámetros todos se alteran, para corromperse sin remedio, cuando los hombres, incluso los más exquisitamente educados, deciden usar las armas en lugar de la razón.

Amin Malouf, Los desorientados. Madrid, Alianza Editorial, 2012

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