Pocos términos existen con tantas acepciones como “cultura”. Baste repasar la casi interminable relación de acepciones recogidas en el famoso trabajo de A. L. Kroeber y C. Kluckhohn, Culture: A critical review of concepts and definitions, (Harvard University Peabody Museum of American Archeology and Ethnology Papers 47,1952). Para remate, los mismos autores añadieron su propia definición, a la que habría que añadir
otras muchas, aparecidas desde entonces.
Casi para darle la razón al traductor de “Getting Even”, conjunto de provocativos relatos del siempre irónico Woody Allen, al titularlo “Cómo acabar de una vez por todas con la cultura” (Barcelona Tusquets,1974). Y no precisamente por la cínica declaración de Göring, “Cada
vez que oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola”, sino por el desconcierto lógico ante su polisemia. La dificultad se multiplica si se le añade un adjetivo también ricamente connotado, según ocurre con
“La cultura española del siglo XIX”, extenso volumen (522 págs.) que coordinan los catedráticos José Andrés-Gallego y Luis de Llera Esteban.
La obra se inicia con un artículo del primero, “A qué llamamos cultura española” No responde a las expectativas que tan atractivo sintagma
sugiere. Pese al esfuerzo derrochado, no se acaba de concretar qué concibe como “cultura” y, menos aún, que entiende por “español”. Al parecer – y será el hilo conductor para los siguientes colaboradores –
, el conjunto de fenómenos artísticos, literarios y filosóficos (imposible atender adecuadamente a otros de similar categoría: económicos, científicos, religiosos, folclóricos, etc., etc. ), desarrollados en lo que casi por unanimidad se entendía como España durante el siglo XIX. Si tenían algo típicamente español, dónde
residen sus posibles notas específicas, las diferencias con sus homólogos europeos, sigue siendo asunto sin resolver. Como lo está, seguramente, el significado de “nación española”, meollo de la cuestión. Lo que no escatima ninguno de los colaboradores son los
apuntes para contextualizar históricamente a los autores, obras, corrientes estéticas o escuelas ideológicas de los que se ocupan. Así lo hace Dianella Gambini en su extenso estudio sobre el Romanticismo, cuyas notas características (libre expresión de la subjetividad, compenetración entre alma y naturaleza, marcado
individualismo, angustia existencial, espíritu idealista, fuga del mundo circundante, exaltación del amor y de los elementos étnicos) desarrolla con pulcritud. Complementa el cuadro Giovanna Scalia,
deteniéndose en los creadores más distinguidos: Espronceda, Bécquer, Rosalía de Castro, Larra, Zorrilla, El Duque de Rivas, etc.. Un pequeño reparo: son escasas las líneas dedicadas Carolina Coronado, omitiendo la bibliografía actual (por ejemplo, las obras de Isabel M.
Pérez González y Carmen Fernández-Daza, ateniéndose sólo al más que superado libro de Gómez de la Serna (1942) sobre su famosa tía.
La segunda mitad del volumen se debe a dos investigadores extremeños, residentes en Italia desde hace largos lustros. Luis de Llera Esteban (Badajoz, 1947) suscribe un minucioso análisis (pp. 233-361) del
Sexenio Revolucionario y la Restauración monárquica, periodos que le son perfectamente conocidos y ha tratado en obras anteriores. Importa destacar aquí la excelencia de su prosa, libre de los frecuentes
italianismos en que otras veces incurre. Sobresalen sus lúcidas y originales anotaciones en torno a las corrientes filosóficas dominantes durante la segunda mitad de la centuria: krausistas e institucionistas, partidarios de Marx y Bakunin, neotomistas, católicos liberales, (Llera dedicó su discurso de ingreso en la Academia de Extremadura a uno de los mismos: Moreno Nieto), positivistas y conservadores, sin olvidar las tesis supertradicionalistas de Donoso Cortés.
Concluye María José Flores Requejo (n. Burguillo del Cerro) con el documentadísimo estudio “La cultura de la Restauración”, donde sí se da cabida al análisis de las artes plásticas, si bien la literatura ocupe sus casi doscientas páginas. Por razones de calidad, son los
prosistas quienes se llevan la mejor parte. Flores va deteniéndose en las distintas modalidades de aquellas composiciones renovadoras (novelas de tesis, textos realistas, el espiritualismo y regeneracionismo finiseculares) y los autores más relevantes. Como
demostración de sus explicaciones, reproduce numerosos pasajes de las obras aludidas y ,no omite ocuparse del peso de las circunstancias
sociopolíticas y la importancia que se le concedió entonces en las obras literarias a las tradiciones, aficiones y modas españolas.
No cabe sino felicitar a la Universidad de La Rioja (UNIR) por haber asumido esta publicación.
José Andrés-Gallego y Luis de Llera Esteban (coord.), La cultura española contemporánea. La Rioja, UNIR, 2012.