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Manuel Pecellín

Libre con Libros

JUAN QUINTANA, POETA

Es ya tópico en nuestra tierra reclamar atención hacia autores injustificadamente desatendidos. (Acaba de hacerlo Martín Gijón en la Revista de Estudios Extremeños 2013-III, disgustado por la escasa atención prestada a la poética de Pérez Walias). En ocasiones, es el propio cuasi ignorado autor quien protesta. Podría hacerlo con toda justicia Juan Quintana, cuya obra suelen ignoran estudiosos, antólogos y críticos, pese a constituir un muy valioso referente de la literatura escrita por extremeños. Natural de Villanueva de la Serena (1945), residió en Madrid de 1962 a 1981, años claves de las luchas contra el tardofranquismo y los esfuerzos por una transición convincente a la democracia. Se trasladó después a Migueláñez (Segovia), dedicado a la creación, con colaboraciones asiduas en publicaciones como La Estafeta Literaria o Cuadernos Hispanoamericanos, que dirigía su amigo Félix Grandes, donde suscribiría artículos en torno a algunos de sus autores más admirados: Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti y Carlos Droguet, el chileno antipinochetista a quien le unión honda amistad.
Quintana obtuvo el premio Sitges de Poesía con Memorial del Noctámbulo (Barcelona, 1972) y el Cáceres de Novela Corta 1987 con Los Póstumos Ganados. Preparó para la inolvidable editorial ZYX una antología de otro amigo entrañable, Manuel Pacheco, Nunca se ha vivido como se muere ahora (Madrid, 1977), a la que puso prólogo Camilo J. Cela. Desde finales de 2009 reside en Llerena, desde donde nos llegó este Libro de escorzos, un poemario absolutamente recomendable.
Abre con un preliminar del mencionado Félix Grande, que no sé si llegó a verlo impreso. El escritor recién desaparecido, a cuya familia espiritual pertenece sin duda Quintana, uno y otro amantes del gran César Vallejo, sostiene que el sarcasmo es una forma viril de amargura; el verso, un bastión de la justicia y el candor; el posible exabrupto, una protesta ante la congoja de los hombres; el verso, un clamor por los “seres cálidos que tiritan de frío, que llenan las aceras de honra desde su soledad conjunta (…)un espeso mar humano que ocupa las calles y las noches, con mucho miedo y mucha cólera contra el la horrenda oligofrenia de tanto deshonor como ensucia a la vida maravillosa, con mucho amor por este presente castigado al que se le derrama el sufrimiento por su carita enjuta, y con muchísima nostalgia por un futuro sin malvados, sin satisfechos y sin cursis”.
Es el universo de discurso en el que se mueven los poemas de Juan Quintana, en realidad quizá uno sólo desarrollado en todo el libro. Los juegos paronomásticos, las atrevidas sinestesias, las fusiones de términos, el polisíndeton, los neologismos y las metáforas de corte surrealista colman estos versos, siempre de arte mayor, blancos y libres, de donde se suprimen todos los signos de puntuación. La voz lírica de este “huraño vate suburbial”, según gusta definirse, percute sin descanso para herir la sensibilidad del lector y forzarlo al compromiso cómplice.
Cierra la obra, con abundantes alusiones al paisaje extremeño, un epílogo donde se recogen cinco excelentes poemas de Manuel Pacheco dedicados a Quintana, entre los que figura un “insoneto”, estrofa que el cantor del Rivillas cultivó generosamente.

Juan Quintana, Libro de escorzos. Badajoz, Diputación, 2013.

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