Aunque de corto término (en contraste con las villas santiaguistas próximas) y suelos pobres (tan distintos de las tierras de barro cercanas), Zafra llegó a ser ciudad clave en los territorios surextremeños. Estratégicamente situada (cerca de Sevilla, no lejos de Lisboa, sobre la Vía de la Plata), sus dinámicos pobladores, entre los que cuentan las fecundas aljamas de moriscos y judíos, sabrán encontrar fuentes de riqueza en la artesanía (cobre, cueros, libros) y sobre todo el comercio (la Feria es famosa desde la edad media) a nivel nacional e incluso internacional. Sus potencialidades se multiplican cuando los muy poderosos señores de la Casa de Feria (un estado dentro del Estado) deciden poner allí la sede, interesándose por crear en su entorno una auténtica corte renacentista. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, Zafra se convierte en la puerta de Extremadura hacia América (Esteban Mira dixit) y, aunque sufra con las expulsiones decretadas en 1492 y 1609, amén de la guerra con Portugal, más otros desastres ecológicos, su demografía siguió aumentando hasta alcanzar casi los 5.000 habitantes a finales del periodo considerado en esta obra, los siglos XVI y XVII. Sus iglesias y conventos estaban atendidos por abundante clerecía, entre las que hubo no pocos “Alumbrados”, perseguidos por la Inquisición. En dicha época, algunos zafrenses alcanzan lugar destacadísimo en el panorama cultural español: Cristóbal de Mesa, Rui López de Segura, los Ramírez de Prado, Hernando Machado, García de Silva y muy especialmente Pedro de Valencia, figura estelar de nuestro Humanismo.
No es raro que “Sevilla la chica”, según oímos llamarla desde pequeños, haya atraído la atención de una pléyades de investigadores. A Ángel Bernal, Rafael Caso, Fernando Cortés, Francisco Croche, Carmen Fernández-Daza, Juan García Gutiérrez, Fermín Mayorga, Fernando Mazo, Juan Carlos Rubio, Gaspar Morocho, Andrés Oyola, Jesús Paniagua, Rocío Periánez, Manuel Sánchez Gómez-Coronado y Francisco Tejada Vizuete, junto al ya clásico Manuel Vivas Tabero, se le deben valiosos estudios. De ellos se reconoce deudor José María Moreno en este volumen de 600 páginas, si bien la parte básica del mismo, fruto de una tesis doctoral, se apoya sobre el fruto sus propias investigaciones en archivos de media España, muy especialmente el Histórico Municipal de Zafra, junto con otros locales (el de la parroquia de la Candelaria y el del convento de Santa Clara). Aun así, no deja de lamentarse por no haber alcanzado todos los documentos precisos y advertir sobre la provisionalidad de ciertas afirmaciones. Ahora bien, juzga con razón que su tesis principal queda fehacientemente sostenida: “En Zafra se palpaban las mismas vivencias que aquellos lugares que se encontraban en permanente contacto con los principales centros de decisión política y económica “ (pág. 28).
Así lo demuestra, sin perder nunca el contexto nacional, en los apartados que, tras el capítulo introductorio, dedica a los cuatro ejes de la obra: educación, libreros, bibliotecas y lecturas. Expuestos con absolutas minuciosidad y riqueza de datos (pese a las lagunas que lamenta), el texto se hace en ocasiones hasta oneroso. En este abrumador bosque de noticias, destacaré las más sobresalientes, algunas dadas ya a conocer en trabajos anteriores del autor. Zafra pudo tener Universidad en los albores de la época Moderna si el proyecto elaborado por Pedro de Valencia hubiese tenido mayor apoyo por parte de los Figueroa; tampoco cuajó la propuesta de un colegio-universidad lanzada por García de Salcedo. Los libreros de Zafra, muy bien relacionados con colegas de Sevilla, Madrid, El Escorial, Salamanca e incluso Amberes alcanzarían merecido renombre, con figuras tan relevantes como Alonso de Aguilar y Ambrosio de Salamanca. Cuna de afamados bibliófilos, en Zafra hubo ricas bibliotecas, como las de la Casa de Feria o Iglesia de la Candelaria, más otras muchas conventuales y no pocas particulares. Entre éstas, sirva como modelo la del licenciado Gutiérrez del Berrio, con varios centenares de títulos. Por último, la actividad teatral fue siempre muy apreciada, con representaciones de especial atractivo durante las fiestas religiosas, más que ninguna las del Corpus Christi. El Dr. Moreno adjunta muy rica información sobre los actores, compañías y obras pertinentes.
El libro, que prologa Carlos Martínez Shaw, nos parece un auténtico paradigma de historia local. Concluye con apéndices documentales y muy útiles índices onomásticos. Se publica en la valiosa “Bibliotheca Montaniana”, dirigida por el catedrático extremeño Luis Gómez Canseco.
José María Moreno González, Educación y cultura en una villa nobiliaria: Zafra 1500-1700. Huelva, Universidad, 2014.