Nacido en el corazón de la Siberia extremeña (Peñalsordo, 1963), Ambrosio Gallego emigró a Barcelona, por cuya Universidad es licenciado en Filología Hispánica. Reside en Hospitalet, hogar de tantos miles de extremeños, dedicado a la docencia. Es autor del relato Jaula de luna con el que ganaría el I Certamen de Narración y Poesía “Sant Jordi”, convocado por la Generalitat de Catalunya. Publicó después (1986) el poemario Casa con humo, prologado por Eduard Sanahuja, al que seguirían Que no haya olvido , Llueve en paz y El imperio de las luces, Premio Provincia de Guadalajara de 2004. Ha ganado también el VII premio Cesar Simón en 2010 con su libro Con breves ojos, así como el I Certamen de Poesía Ángel González 2011 con Otros fríos.
Abren La mirada sin nosotros, que prologa el escritor “extremeño” Miguel Ángel Curiel (n. Korbach Valdeck, Alemania, 1966), una batería de versos solicitados a Mario Benedetti, Manuel Altolaguirre y Claudio Rodríguez: aluden al mundo singular, especialísimo, único, que nuestros ojos conforman. Estructurada en tres libros de similar extensión, la obra está compuesta solamente con haikus, estrofa de origen japonés, tan idónea en su suma brevedad (diecisiete sílabas, a veces geminadas) para recoger una rápida impresión, ese golpe intuitivo, el relampagueante chispazo de un momento con afanes de eternidad. Gallego los domina de forma extraordinaria. Ya desde parte primera (“Con breves ojos”) se nos conduce líricamente a Extremadura: cascadas de Tormantos, nogales de Yuste, arroyos de Descargamaría y Malpartida, nieves en La Vera, geranios ojivales de Villa Adentro, tejas de Castañar de Ibor, alondras de la Serena, peces del Zújar, bancales hurdanos … incendian las pupilas del escritor. La segunda parte del tríptico, “Ventanillas en un tren”, son rápidos apuntes, evocación de las impresiones captadas acaso desde el vagón que atraviesa encinares y roquedos rumbo a otro destino. Por último, en “Naturaleza en vilo” el poeta nos vuelve a decir sus emociones ante el borboteo de un arroyo oculto; la memoria de los antiguos aperos; el canto del petirrojo; el fulgor de las viñas rojas; la tozudez de los girasoles; el tronco de las encinas; las retamas en flor; las chumberas colgantes o la vigilia de las cigüeñas. “Veo estos haikus como un largo poema, o una infinita escalera donde en cada peldaño está escrita la visión reverberante de un hombre que asume la revelación de la poesía como una dicha para el ser, o una manera de salvarse junto a los otros, si esos otros son capaces de ver lo que él ve en el instante que deber ser visto”, proclama M.A. Curiel, seguramente quien más ha seguido y mejor conoce la poética de nuestro paisano.
Ambrosio Gallego, La mirada sin nosotros. Madrid, Tigres de Papel, 2015