El Seminario de Badajoz se funda siguiendo las instrucciones de Trento (de ahí lo de “conciliar”) el año 1664, no sin alguna demora a causa de las dificultades sobrevenidas por la guerra contra Portugal y la escasa disposición del cabildo catedralicio. A partir de entonces se convertirá en un valioso referente de la cultura extremeña. Lo expresaba muy bien el Decreto 155/2013, por el que se le concedía la Medalla de la Comunidad: “…Es un centro formativo medio-superior que lleva impartiendo de forma ininterrumpida durante 350 años sus actividades docentes…Lo colegiales salidos de sus aulas, gracias a la sólida formación mora, intelectual y doctrinal proporcionada por el centro, contribuyeron a elevar el nivel cultural del pueblo extremeño a lo largo de los siglos”.
Existían dos obras fundamentales que lo demostraban, la pionera de Rubio Merino, El Seminario Conciliar de San Atón de Badajoz, 1664-1964 (Madrid, Maribel, 1964), y la de Mateo Blanco, El primer centro universitario de Extremadura. Badajoz 1793: Historia pedagógica del Seminario de San Atón (Cáceres, UEX, 1998). Complemento de las mismas es este volumen con 442 páginas (más un CD), que prologa Guadalupe Pérez y cuyo autor tuvo la ventaja de manejar, aparte la bibliografía oportuna, el archivo de la Casa, una fuente tan abundante como poco atendida hasta hoy por los historiadores.
Francisco González Lozano (Don Benito, 1975), doctorado en Pedagogía con este estudio, es actualmente el rector de San Atón, donde también ejerce la docencia. No extrañará, pues, que su escritura rebose entusiasmo, sin detrimento de la rigurosidad exigible a este tipo de obras. El periodo que abarca la suya queda acotado por dos acontecimientos trascendentales para el devenir del Centro: El concordato entre el Gobierno de Isabel II (1851) con la Santa Sede y la convocatoria del Concilio Vaticano II (1962). Si aquel dejaba a los obispos de cada diócesis la regulación y el mantenimiento de sus propios seminarios, el segundo supondría un cambio sensible de las directrices eclesiásticas. Por supuesto, durante esa larga centuria la historia de España conocerá extraordinarias transformaciones sociopolíticas y culturales, que habrían de repercutir por fuerzas en las instituciones pedagógicas, religiosas incluidas. Las tiene en cuenta el autor, esforzándose por establecer e interpretar adecuadamente el contexto cambiante en que discurre la vida del Seminario.
Su tesis sobre la trayectoria del mismo es clara: “Ha jugado un papel crucial para el desarrollo de la cultura extremeña. Su influencia educativa, humanística y religiosa ha dejado una huella indeleble en la sociedad a la que sirvió como institución eclesial” (pág. 23). La demuestran argumentos incontestables relacionados con el número de alumnos, calidad de los profesores, régimen de vida, programaciones de estudios, materiales pedagógicos, biblioteca, gabinetes de Ciencias Naturales y Numismática, etc. del Seminario.
Recuérdese que allí estudiarían en ese siglo hasta 4.000 alumnos, casi todos procedentes de las clases más humildes. (Un solo dato: el 8.75% de los varones de la provincia de Badajoz en 1860 se formarían en dicho Centro). Entre sus catedráticos figurarán personalidades como Tomás Romero de Castilla, padre del krausismo extremeño o Ildefonso Serrano, el sabio de Segura, entre tantos hombres eminentes de los que aquí se da la biobibliografía (nómina no agotada, pues con gusto añadiríamos nombres como los de Carlos Nieto, el máximo conocedor de la Lengua Griega que he podido encontrar nunca).
Y no faltan las sorpresas. Si es lógico que las enseñanzas impartidas se adecuasen a los ideales del escolasticismo, entre los textos utilizados, de todos los cuales se hace relación, resulta que los seminaristas tuvieron para la asignatura de “Historia profana” el Compendio de la Historia universal compuesto por Fernando de Castro, figura clave del krausismo español. Y en la de “Geografía” se impuso un manual de Verdejo Páez, que había escrito la obra La Inquisición por dentro, un drama de marcado carácter anticlerical. Cosas que pueden darse en mi tierra, según diría el bueno de Guareschi en su inefable Don Camilo.
Francisco González Lozano, Historia pedagógica del Seminario Conciliar de San Atón 1851-1962. Badajoz, Fundación Caja Badajoz, 2015.