Todo lo relativo a Tartessos (significado del nombre, localización, posibles alusiones bíblicas o grecolatinas, escritura, historia, cultura) constituye aún un mundo tan atrayente como de dudosa interpretación. Más legendario, incluso mítico que bien documentado, esa civilización indígena suele ser situada en torno a la desembocadura de los dos grandes río sureños, el Guadiana y el Guadalquivir (no olvidar nunca Doñana), donde existen multitud de restos arqueológicos que testimonian la presencia allí de los fenicios y otros colonizadores.
No es raro que a los andaluces les resulte especialmente atractiva la cultura tartésica, por orgullo propio, pues se habría extendido en torno a la mitad del primer milenio a.C. en buena parte de lo que hoy son sus provincias occidentales, bañadas por el Atlántico y el Mediterráneo, ricas en yacimientos mineros, muy aptas para la agroganadería y excelente situadas para el comercio internacional.
La propia Almuzara cuenta con numerosos títulos, como Las golondrinas de Tartessos (Ana María Vázquez Hoys), Tartessos desvelado (Araceli y Álvaro Fernández), Viaje a Tartessos (Fernando Penco) y la reedición del ya clásico Tartessos de Schulten. Manuel Pimentel (Sevilla, 1961), que ya publicase aquí El librero dela Atlántida, nos conduce a aquel fantástico entorno con la recién aparecida Leyendas de Tartessos, significativamente subtitulada “Mitos, historias y leyendas de la primera civilización de Occidente”. Se trata de una obra de carácter literario, aunque se apoye en las referencias más rigurosas posibles; una texto de carácter iniciático para generar en el lector el interés, que no la formación estricta. El mismo prólogo resulta una confesión de partes. Comienza así: “Tartessos es una civilizacoión que se oculta entre el mito y la historia, entre antiguas leyendas y el contraste con las evidencias arqueológicas ya descubiertas. Aún no existe un vivo debate científico sobre su realidad”.
Tal vez contribuya a fomentarlo (muerto no está) la nueva publicación, dividida en doce capítulos. Los dos primeros aluden a la Atlántida, el misterioso continente hundido por las aguas oceánicas, que ya sedujo a Platón y cuyas huellas podrían rastrearse en las tierras más próximas, a saber, las de Tartessos. Siguen después los dedicados a los “reyes” Gárgoris y Habidis, Gerión (cuyos bueyes habría robado Hércules, como las áureas frutas de las Hespérides, también sitas allí), Nórax y el gran Argantonio, acaso el menos desconocido. Las páginas sobre Cancho Roano, el gran templo junto a nuestra actual Zalamea de la Serena, me parecen decepcionantes, escritas con un derroche de imaginación, sin apenas base en lo que los estudiosos han ido descubriendo en aquel admirable santuario (¿tartésico?). El capítulo de Julio César es también puramente creativo. Sin duda, los más próximos a una relato histórico son los tres últimos, donde Pimentel nos presenta los afanes de Pelayo Quintero por sacar a luz el Gadir fenicio, así como las frustradas labores del arqueólogo alemán Schulten – sin duda, el auténtico difusor del “topos” – para descubrir la ciudad de Tartessos entre las marismas. Cierra el libro la presentación del célebre tesoro del Carambolo, el hallazgo hasta ahora más relevante, en un cerro próximo a Sevilla, de lo que podrían ser joyas tartésicas.
Manuel Pimentel, Leyendas de Tartessos. Córdoba, Almuzara, 2015.