Natural de Mérida (1956), Andrés R. Blanco se trasladó a Madrid, donde reside, con sólo diez años. Desde que obtuviese (1989) del Ministerio de Cultura una beca a la creación, fruto de la cual fue el libro Luz y lejanía en los espejos, el autor ha ido publicando una amplia obra poética, casi siempre a impulsos de algún premio. Títulos como La semilla del mito (1991), La mirada de plata (1993), Álbum crepuscular 1994), Las alas condenadas (2010), Farolillos (2012), Lienzo del bosque espejea 2014) o Línea de expresión (2015) son algunos de los suyos galardonados en diferentes certámenes. A ellos hay que añadir otros de reciente aparición: El corazón del replicante y Musa de varia ficción.
En el preliminar de este último poemario, se plantea por qué razones escribe, respondiéndose: “Si me preguntan directamente, suelo decir, a pesar de lo utópico, que para cambiar el mundo. Y ciertamente pienso que si un poema o siquiera un verso mueven a alguien a reflexión, emoción o gusto, he conseguido que el mundo sea algo –millonésima fracción- mejor”. Motivo ético, al que añade pulsiones emocionales íntimas, imposibles de explicar, hacia la escritura, que lo arrebatan inesperadamente.
De cualquier modo, la voz de Andrés R. Blanco está muy lejos de los tópicos correspondientes a la poesía social, didáctica o moralizante. El corazón del replicante (Huesca, Scribo Editorial, 2015), entrega con la que ganó el I Certamen convocado por el Ayuntamiento de L´Alfàs del Pi, modalidad castellana se inspira en la denuncia ese mundo deshumanizado, inmerso en una crisis de valores, que ya anunciase Blade Runner. Impreso en el volumen Fo.lia.as, donde también se incluye el trabajo triunfador en valenciano (Miguel-Lluís Rubio i Domingo, Ática), los poemas del extremeño, blancos y libres, constituyen “confesiones” de artefactos sin ánima, con filos de alquitrán y hedor de hierro. “La esquirla de obsidiana de lo efímero, que los distingue, constituye un estremecedor testimonio, volviendo opaco el cristal de la esperanza.
En Musa de varia ficción (Bujalance, Ayuntamiento, 2016), XXIII Premio de Poesía “Mario López”, el escritor rinde homenaje explícito a personajes, libros, películas, óleos, esculturas y canciones en los que se inspira, hoy al alcance de todos gracias a Internet. Con algún leve apunte de prosa lírica, van alternándose poemas asonantados junto a otros blancos, libres o sometidos a métrica (preferentemente octosílabos y endecasílabos). Impresiones de un otoño en Washington Square; la última partida de Boby Fisher; el suicidio marino de Alfonsina Storni; King Kong; las hueste de Mordor; los ensueños de Dalí; la voz rota de Sabina; algún chat anónimo y, cómo no, Blade Runner son algunas de las musas que irrumpen en las intimidades del poeta induciéndolo a plasmar en el papel o la pantalla sus atractivos.
Compartir esos mundos, próximos o lejanos, asequibles por diferentes vías, es favor que Blanco nos hace merced a su discurso poético, limpio, honesto, cálido y cuidado.